Cabécares


Son cerca de 10.000 los individuos existentes y pertenecientes a esta etnia indígena de Costa Rica, el pueblo cabécar. Están asentados en distintos territorios de distintas provincias costarricenses aunque el mayor porcentaje se halla en el territorio indígena de Alto Chirripó, cantón de Turrialba, provincia de Cartago, aproximadamente unas 4.700 personas, el resto de su población se localiza por los territorios de Bajo Chirripó en los Cantones de Turrialba y Matina, provincias de Cartago y Limón; Naari Awari en los Cantones de Matina y Siquirres, Tayny en el Cantón Central y Talamanca Cabéar de Cantón Talamanca en la provincia de Limón. Ujarrás y China Quichá en los Cantones de Buenos Aires y Pérez Zeledón, de las provincias de Puntarenas y San José.

El clima de la Reserva Indígena Talamanca es tropical lluvioso con precipitaciones tipo barlovento en la vertiente, producido por el sistema montañoso de la cordillera que sirven de barrera para los vientos alisios, que van de este-noroeste. La época de lluvia es de mayo a diciembre y de enero a abril las precipitaciones son en menor cantidad, en cambio, durante la temporada seca los vientos son fuertes sobre las sabanas, en Ujarrás. El termómetro por estas tierras marca una media de 26.6º, que son moderadamente fértiles para la agricultura y regadas por los ríos Telire, Coén, Lari, Urén y Yorkin. En el interior de la Reserva de Talamanca existen dos áreas bien marcadas, las zonas más elevadas de las montañas y el valle. En las zonas altas predominan las pendientes y no es mucha la población que allí se localiza, de igual modo los cultivos son escasos. De distinta manera se da en el valle, con menos inclinación que en la parte alta, en él se concentra la mayoría de la población y son mas numerosos los cultivos, aunque en época de lluvias los ríos cambian frecuentemente su curso y producen graves inundaciones y las perdidas de cosechas son violentas y periódicas.

La reserva de Talamanca posee uno de los ecosistemas más ricos de Costa Rica, su naturaleza constituye un hábitat que favorece el desarrollo de distintas especies de animales y plantas, que han servido de base para el desarrollo del pueblo cabéar y también de los bribri. El plátano es el motor de su economía, pero su significación va más allá que un producto agrícola, toda la sociedad, su cultura está impregnada de las actividades que demanda este cultivo. Sin embargo, en los últimos años los cultivos se han ampliado, sus tierras se han prestado a la siembra de cacao, banano y café, que suponen un aporte muy importante al apartado económico de la zona, sumado a los productos artesanos, entre los que hay que destacar los bolsos y hamacas de cabuya y pita, decorados con tintes naturales. Relativo a la crianza y consumo de animales hacen una distinción entre sus usos, entre los domésticos y los silvestres. Los primeros, como el chanco o la gallina, sí se pueden comerciar, en cambio los silvestres son sólo para el autoconsumo, por la creencia de que si hacen algún tipo de negocio con ellos serán castigados por los "dueños" de los animales. No obstante, esta creencia no se extiende a otros tipos de negocios dentro de la clandestinidad, como licores o cerveza, al igual que la red de comercios que se expanden por el territorio, pulperías de abarrotes, ropa, herramientas, maderas y otros productos del bosque.

La emigración es un mal que perjudica a esta cultura, como a otras de sus mismas características, sus miembros se trasladan a otros territorios, lo mismo fuera que dentro de la reserva, y sus costumbres se van perdiendo, mezclándose con otras que las absorben y devoran. Las últimas migraciones significativas se dieron en los siglos XVIII y XIX, cuando algunos grupos o clanes se trasladaron de la zona atlántica a la del Pacífico. Más cercanas a estas fechas fueron entre 1964 y 1973, época en la que se contaron la emigración de 54 jefes o padres de familia, de los que 28 lo hicieron con toda su familia a distintas zonas de la región, especialmente al Valle de Talamanca, donde se han establecido en las últimas décadas, a lo largo de los caminos y en las nuevas vías de acceso a las comunidades. Los centros urbanos han cambiado el patrón de asentamiento, ha llegado la luz eléctrica, los centros de salud y educativos se sitúan más cercanos, y sus casas, en algunas zonas del Pacífico, se construyen con nuevas tecnologías. De todas maneras los problemas sanitarios son importantes, por precariedad, por la tendencia al hacinamiento, el agua la obtienen por cañerías o directamente de riachuelos, por lo que prevalecen los problemas intestinales debido al agua y alimentos contaminados.

Su idioma es el Cabécar, perteneciente también a la familia lingüística chibchense, al igual que las etnias vecinas, y con los que están emparentados, el Téribe, el Bribri, el Boruca, el Guaymí y el Maleku. Su religión anda repartida entre el catolicismo y el chamanismo, y están relacionados con otros grupos étnicos como los bribri y los chorotegas. De su historia hay algunos pasajes cotidianos significativos que resaltaré para dar fin a esta ficha étnica dedicada a la cultura Cabécar. El religioso Thiel cuenta que: "A finales del siglo XIX el obispo de Costa Rica ingresa por la región de Chirripó; allí pregunta a la población de una localidad indígena cabécar, si querían admitir la religión cristiana y bautizarse; después de estar instruidos en todo, entraron en conferencia entre ellos mismos. A poco rato dijo uno en nombre de todos que tenían mucho miedo en aceptar el cristianismo, porque le habían dicho que siendo cristianos debían dejar el lugar dónde habían nacido y que se pretendía llevarlos a Moravia, lugar muy malo para ellos porque los plátanos se producen mal en él; que ellos aceptarían el cristianismo quedándose en sus casas".

También cuenta Thiel que: "En ese mismo recorrido se le dijo a una anciana que si quería recibir el bautismo y dijo que no porque se moría. Esta es la misma dificultad que luego nos pusieron los indios de La Estrella".











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