Mayos


El asentamiento de la etnia mayo se localiza entre el norte del Estado de Sinaloa y el sur del Estado de Sonora, México, en los municipios como Álamos, Navojoa, Etchojoa y Huatabampo. Su población indígena se estima en un número cercano a los 75.000 habitantes, el 25% de la población total de la región y algo menos del 4% del estado. Principalmente es en el fértil valle del Río Mayo y el Valle del Fuerte, donde se ubican, repartidos en 242 localidades.

Las primeras evidencias que se tienen sobre asentamientos en la región que lleva el mismo nombre de esta etnia, Mayo, datan del año 180 a. C., en el municipio de Huatabampo, Sonora. Siglos después, cuando llegaron los conquistadores españoles a tierras mexicanas, a los estados de Sonora y Sinaloa, los mayos formaban una confederación con otras etnias cercanas, de la que también formaban parte los apaches, papagos, pimas y yaquis. Esta unión indígena tenía la finalidad de poder defenderse con garantías ante otros pueblos invasores, respetaban sus respectivos territorios y al mismo tiempo mantenían y aseguraban el intercambio cultural y comercial.

En 1531, y después de la conquista de México, los españoles organizaron campañas militares para someter a la región Mayo a la Corona Española, y dos años más tarde, el 4 de julio de 1533, Diego de Guzmán, sobrino del gobernador de la Nueva Galicia, Nuño Beltrán de Guzmán, salió de Culiacán con la orden de descubrir las Siete Ciudades de Cíbola. Sobre la situación de estas ciudades se tenían noticias de que se ubicaban al norte de la Nueva España, al igual que de la existencia de un río que desembocaba en lo que hoy conocemos por el Océano Pacífico. Este río tenía cuatro o cinco leguas de ancho, y en él, los indios, tenían una cadena de hierro que lo atravesaba, para detener las canoas o balsas que por su cause llegasen. Después de que Diego de Guzmán explorase el norte de Sinaloa, se adentró en el Estado de Sonora y el 24 de septiembre de ese mismo año llegó la expedición militar al Río Mayo. Como cabe de esperar los indios mayos no le tributaron un recibimiento pacífico, todo lo contrario, el son con el que recibieron a los extranjeros fue el de guerra, pero al ver la superioridad de éstos pensarían que lo mejor era huir, y eso hicieron.

Éste fue el primer encuentro que tuvieron los nativos mayos y los invasores europeos, pero que huyeran en el primer contacto no significa que fueran sometidos tan fácilmente, esto no ocurrió hasta 1599 y gracias a la mediación de los misioneros jesuitas. La evangelización dio comienzo en el año 1591, con la llegada a Culiacán de los jesuitas Gonzalo de Tapia, Martín Pérez y Pedro Méndez, que unidos en labor y a la prudencia de Diego Martínez de Hurdaide, nombrado Capitán y Justicia Mayor en 1600, contribuyeron a pacificar las intenciones del pueblo mayo con un tratado de paz y alianza ofensiva y defensiva.

A la etnia mayo siempre se le ha tomado por un pueblo pacífico, la población indígena más amigable de todas las culturas habidas en el desierto, esta característica hizo que la cristianización de la tribu se desarrollara sin conflictos sangrientos. Aún así, identificados como pueblo amigable, su desarrollo histórico no fue precisamente un remanso de paz, cuando se consumó la Independencia, los mayos, junto a los yaquis, se vieron involucrados en las luchas internas que se dieron en Sonora, entre los generales Urrea, Gándara y Pequeira, y en las que tuvieron lugar entre las fuerzas liberales y las imperialistas, prolongadas hasta 1866, el mismo año que los franceses abandonaron Sonora, sin embargo, no fue hasta 1868 cuando dieron fin a la sublevación.

Más tarde, durante el periodo del gobierno de Porfirio Díaz, de nuevo los mayos junto a los yaquis, liderados por el indio Cajeme, protagonizaron otra rebelión, cuando fueron atacados y despojados de sus tierras. Esta rebelión fue sofocada a principio del siglo XX y después de veinte años de disputas. En plena revolución mexicana fueron dirigidos por Álvaro Obregón y lograron incorporarse al movimiento por reivindicación de tierras, y, aunque consiguieron sensibilizar a muchos con su actitud valiente, no sería hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando se le reconoció derechos y el reparto agrario les concedió ejidos propios y herramientas para aprovechar las ventajas y posibilidades que les ofrecía el fértil valle del Río Mayo.

Los mayos se autodenominan Yoreme, que significa "el que respeta". La cultura Mayo se considera hermana de la cultura Yaqui, con los que comparten origen, historia y lengua. El idioma Mayo tiene el índice de mono lingüístico Uto-azteca, de la familia Taracahitiana, de la subfamilia Cahita. Es muy poco lo que difiere de la lengua Yaqui, con la que es posible el mutuo entendimiento. Actualmente los mayos son bilingües, con el idioma español.

Los primeros mayos se dedicaron a la cacería, la pesca y la recolección, paulatinamente fueron desarrollando técnicas de agricultura que les permitió asentarse en una amplia zona. Actualmente su principal actividad es la agricultura, producen maíz, cártamo, trigo, frijol y soya, entre otros productos, hasta dos veces al año. La pesca del camarón es otra actividad importante dentro de su producción, junto a la ganadería.
Tienen sus propias autoridades elegidas mediante votación, y respetan su jerarquía a la vez que las leyes civiles mexicanas. Entre ellos predomina la monogamia y el matrimonio endogámico, aunque la influencia de los mestizos les ha llevado a que cada vez y con mayor frecuencia los matrimonios sean exogámicos, al igual que son frecuentes las uniones libres. Entre sus costumbres se hallan tanto el rapto de la novia como la petición de ésta por parte de los padres del novio. Es frecuente acoger a familiares de mayor edad cuando no tienen otras personas que los cuiden.
Sus creencias religiosas se basan en el catolicismo, desde que llegaron los primeros jesuitas a la región.