Guatusos (Malekus)


La historia de este pueblo costarricense cuenta que siempre mantuvo su hostilidad hacia los conquistadores españoles, los que nunca consiguieron someterlos. Se ubican en las llanuras del norte del país, en tres asentamientos, El Palenque Margarita, Tonjibe y El Sol, en el Cantón de Guatuso, provincia de Alajuela, Costa Rica. Es una de las etnias más pequeñas del país, tanto en territorio como en número de habitantes, según el INEC, 2000, la población indígena asentada en dicho territorio es de 460 personas, concentradas en estos tres ranchos mencionados, llamados "palenques", y que son varias familias unidas por parentesco que conservan sus rasgos físicos y expresiones culturales.

Los guatusos o malekus, junto a los bibrí y cabécar, fueron tres grupos que nunca consiguieron conquistar los españoles durante el periodo colonial y su presencia no se comienza a notar hasta el siglo XVIII, en 1719, conociéndose como "indios guerreros del Río Frío". En 1750, el religioso Francisco Zepeda, menciona haber encontrado unas 500 casas de indios, que los acogieron amigablemente, en las cabeceras de los afluentes del río San Juan, sobre la cordillera de Tilarán, que durante las épocas lluviosas la gente construía sus casas en los árboles para evitar las inundaciones, y que entre ellos los había indios rubios y blancos. Algunos años más tarde, en 1778, es el padre Tomás López, prior de San Francisco de Térraba, el que conoce de su existencia por los residentes de Orosí y Tortuga, en las costas de Nicaragua, y probablemente pertenecientes al grupo Rama, como "numerosos y fieros guerreros que viven en las cabeceras del Río Frío". El concepto que de los guatusos tenían los indios de Orosí y Tortuga se debía a la enemistad creada a raíz de unos enfrentamientos que tuvieron anteriormente y que dejaron un balance de cinco muertos a manos de los guatusos. Pero para el padre Tomás López esas hostilidades no fueron excusas suficientes y en 1783 intentó una excursión a las cabeceras del Río Frío, navegando sobre el Río La Muerte, y lo que encontraron fue una andanada de flechas. López decidió continuar solo y ordenó a sus compañeros que abandonaran y huyeran río abajo.

A su osadía no se le puede negar valentía, pero tampoco una descabellada desfachatez, cuando, crucifijo en mano, se presentó a los guatusos o malekus. El resultado es fácil de adivinarlo, y para los que creyeran en un resultado feliz siento desilusionarlos, porque, la tradición oral de los malekus aún conserva la memoria acerca de un cura capturado en el Río La Muerte y ejecutado posteriormente. Esta desafortunada aventura parece que animó a otros religiosos, como Zepeda y Adán, a interesarse por la evangelización de otros grupos étnicos y a olvidarse de los malekus, al menos eso parece ser, porque, según Castillo 2004: 86-92, "no parece haber infiltraciones de la doctrina cristiana en el sistema de creencias de este grupo".

Aún así, no parece que estos del padre López fueran los primeros contactos que tuvieron los guatusos con el hombre blanco. Una leyenda cuenta que un estudiante de teología en León desapareció en las faldas del volcán Tenorio, que su padre lo fue a buscar y que lo único que encontró fue a la mula atada a un árbol y algunos de sus objetos que le pertenecían. Nunca más se supo del levita, aunque se supone que los indios corovicíes lo habrían matado, pues por esos tiempos hacían incursiones en sus antiguos dominios. No obstante, existe otra creencia, la de que convivía con ellos predicando la doctrina cristiana, según las palabras de cuatro indias que fueron capturadas por aquel entonces. Sobre él se dejó escrito: "siguió el estado eclesiástico y se ordenó de epístola, pero por ciertas desazones y reprensiones que tuvo con su prelado el Sr. Obispo de León, se llenó de melancolía y fingiendo a sus padres que iba a cazar se huyó de su compañía y montando la cordillera de Tenorio, se pasó a vivir con los Huatusos" (J.E.P. Margarita: 2001: 10).

Luego vino el contacto con el comandante del Fuerte San Carlos, Trinidad Salazar, en 1849, que subió el Río Frío con muchos soldados nicaragüenses en grandes botes y fueron atacados con flechas por los guatusos, mientras acampaban en uno de los bancos del río, matando e hiriendo a muchos de ellos. De todos los que consiguieron escapar con vida, ninguno pudo dar fe de haber visto a uno solo de los indígenas asaltantes. Más tarde vinieron otros contactos como el que llevó a cabo el Capitán Parker, ex Texas Ranger y ex filibustero residente en San Juan del Norte, que a diferencia de otras veces no fueron atacados y los indígenas huyeron de sus ranchos a lo largo del río. En el siglo XIX, los malekus, tuvieron otra de sus luchas por la defensa de sus territorios, contra los huleros nicaragüenses y de la que salieron mal parados. Fue en 1868, cuando una pequeña partida de huleros bien organizados y armados dieron muerte a cientos de malekus junto a su jefe de guerra Urojua, en la batalla del Río La Muerte. Más tarde, entre 1870 y 1910, los miembros de la tribu decayeron por distintas causas, entre ellas la muerte a manos de los huleros, capturados y vendidos como esclavos en Nicaragua, muerte por maltrato antes de ser vendidos o víctimas de las enfermedades del viejo continente. A lo largo del siglo pasado fueron otras las injusticias que el pueblo guatuso padeció, como la represión de sus costumbres ancestrales a manos de la policía hasta ir perdiendo sus tierras y reducidos a pequeñas áreas marginales en la actualidad.

La clasificación de su familia lingüística es Chipcha-Guatuso, relacionada con el idioma Rama de Nicaragua. El nombre Maleku significa "persona", y en plural, maleku marama, quiere decir "nuestras personas".
Sus asentamientos se conservaban aún a primeros del siglo pasado como antiguamente, en palenques diseminados a orillas del Río Frío, y en sus alrededores sembraban plátanos, yuca, maíz, caña ojoche y cacao. Los construían sin paredes, con techos de palma suita o de corozo. Actualmente sus asentamientos han cambiado siguiendo los proyectos de viviendas gubernamentales, grupos de viviendas muy juntitas, agrupadas, separadas por unos pocos metros. Hechas de cemento y madera, techos metálicos y pisos de concreto.
La economía maleku está basada en las prácticas relacionadas con la caza, la producción agrícola y artesanal, donde recrean técnicas y diseños tradicionales elaborados con materias primas naturales, como el jícaro, semillas, balso y otras.
Sus creencias religiosas se basan especialmente en tabúes alimenticios y ceremonias especiales, entre las que incluyen bebida de chicha, danzas y cantos. Los videntes tienen una especial relevancia e importancia en el apartado religioso, aunque el último vidente maleku murió en 1958, sin dejar heredero, al que se le daban ofrendas de semillas de cacao.