Guarijíos


Las referencias históricas prehispánicas de los guajrijíos son muy escasas, lo que pone muy difícil precisar su territorio y toponimia original, aunque se considera que coincide con el que han conservado y donde se les puede localizar. De hecho, existen algunas referencias en forma de imágenes rupestres dispersas por la región y que se las atribuyen a sus antepasados en tiempos cuando vivían en cuevas o regiones como La Mesa Matapaco; algunas de estas pinturas rupestres, como las de El Cura, han sido parcialmente destruidas por las corrientes del arroyo. Su historia queda más en referencias de otros grupos con los que están relacionados, como los tarahumaras o los mayos, que en las suyas propias; la cultura guarijía emerge como un vinculo que relaciona a los tarahumaras con los cahítas y tienen una cercana relación con los yoreme-mayo.

Este grupo étnico se autodenominan macurawe o macoragüi, que viene a significar algo así como "los que agarran la tierra" o "los que andan por la tierra"; sin embargo, anteriormente también fueron nombrados por los misioneros jesuitas con otros nombres como ihíos, varohíos, guarojíos y guarijíos, siendo estos dos últimos los únicos que se conservan para referirse a ellos. El primer término, guarojíos, se utiliza para nombrar a los que habitan en el estado de Chihuahua y guarijíos para referirse a los que lo hacen en el de Sonora y que están relacionados con los yoreme. Es principalmente en los municipios de Álamos y Quiriego, en el suroeste del estado de Sonora, colindando con el de Chihuahua, donde se localizan actualmente, en la falda de la mexicana Sierra Madre. Un terreno escabroso y de escasas planicies; por donde cruzan varios arroyos y ríos, como afluentes del río Mayo, entre los que están el arroyo Guajaray y el Mochibampo.

Los primeros datos referentes a la evangelización en la región son hacia 1620, comenzando primero con los chípinas para atraer gradualmente después a los guarijíos. Pero no tardaron en llegar las primeras insurrecciones contra los conquistadores, una docena de años más tarde, en 1632, se inició el levantamiento de los chípinias, guarijíos y guazapares, rebelión originada por el asesinato de dos de los misioneros, fruto del descontento que reinaba entre los indígenas contra los extranjeros. El resultado fue una fuerte represión por parte de los españoles. Lo que ocasionó que los guarijíos se desplazaran a lo que hoy es el Estado de Chihuahua; con el paso del tiempo, algunos de los emigrados, regresaron a sus territorios originales y en cambio otros prefirieron quedarse en la otra parte de la sierra.

Esta división de los guarijíos los dejó en dos grandes núcleos; los de Chihuahua más emparentados lingüísticamente con los tarahumara y los de Sonora con los cahítas, representados por los yoreme mayo. A partir de aquel suceso histórico son pocas las referencias que quedaron de los guarijíos en la región, en lo que influyeron que los desplazados fueran a otros lugares más aislados, por una parte, y por otra el importante desarrollo industrial de la minería y la ganadería, que dieron forma a la ciudad de Álamos. Esta circunstancia provocó que los guarijíos se diluyeran y se confundieran con los mayos. Se les aisló y quedaron fuera del proceso de mestizaje, no se les integró, y como no le reconocieron su identidad propia se creó un espacio que les permitió su sentido de grupo, lo que los mantiene unidos culturalmente en la actualidad. En la historia reciente de los guarijíos confluyen tres elementos fundamentales: la recuperación del territorio, su identidad y la apertura de nuevas alternativas para el desarrollo colectivo.

La lengua de los guarijíos pertenece al grupo nahua-cuitlateco, tronco yuto-nahua de la familia prima-cora. Se le reconocen dos variantes, relacionadas con otros dos grupos étnicos, como son los tarahumaras y los mayo. No obstante, los dos mil guarijíos que hablan su idioma también utilizan el español, a excepción de algunos ancianos que no lo hablan.
Sus viviendas son de adobe, con postes de madera y techos de tierra o palma, con una o dos habitaciones y una enramada anexa, hecha de varas, ramas y palma. Su asentamiento es disperso y sus viviendas suelen encontrarse en grupos de dos o tres casas, especialmente en lo alto de los cerros, cerca de arroyos y pozos de agua.

Su organización social está basada en núcleos familiares, donde comparten las tareas cotidianas. La construcción de las casas es tarea de los hombres, cortan y acarrean los materiales y hacen el adobe. El trabajo agrícola es familiar y el pastoreo de ganado y las actividades de beneficio colectivo se hacen a través de la Asamblea General. La agricultura practicada por los guarijíos es temporal y de autoconsumo, basada en el maíz y el frijol; eventualmente también producen y comercializan ajonjolí y chile chiltepin. Su artesanía es importante para sus economías, con materiales naturales como palma, barro, ramas y fibras, elaboran cestos, petates, sombreros, angarias o angarillas, etc. De interés son sus mascaras en San Bernardo, de pascola y de algunos personajes relacionados con la fiesta de la cava-pizca; de igual manera son vistosos los pájaros y otros animales silvestres hechos con madera de torote, en distintos y bellas combinaciones de colores.

Sus creencias cosmogónicas tienen mucho que ver con los tarahumara y los mayo, y expresan su visión del mundo por tradición oral, con cuentos, leyendas y anécdotas, o con los cantos de la tuguraga. Una de sus leyendas cuenta que una pareja de gigantes se comía a los niños y no dejaban a nadie vivir en paz, una vez los invitaron a comer y les dieron chilicotes y así murieron. Su religiosidad combina los elementos prehispánicos con los católicos.