Guamares


Como casi todas las naciones chichimecas, los guamares también eran cazadores-recolectores aunque tenían un grado cultural superior que los zacatecos y guachichiles, tenían sus adoratorios y conocían la agricultura. Esta etnia extinta habitaba una gran parte del territorio que hoy conocemos por el estado mexicano de Guanajuato, aunque sus incursiones llegaban a Jalisco y Lagos, algunas de sus bandas llegaban hasta el estado de Querétaro. El desarrollo cultural de este pueblo chichimeca fue relativamente escaso, al igual que los otros cinco que conforman el grupo, esto se puede entender y achacar en parte por su "nomadismo", su cultura se puede calificar como pobre si la comparamos con los otros pueblos o etnias de Mesoamérica. Aún así, consiguieron edificar templos-fortaleza, en un medio desfavorable, una zona árida donde las lluvias son escasas y el clima cambia según la altitud.

En el siglo XVII, Gonzalo de las Casas, dejó escrito sobre el indio guamar: "El más valiente, más belicosos, traidores y destructivo de todos los chichimecas, y el más astuto". A los guamares también se les conocían por los "chichimecas blancos" o ixtlachichimecas, no porque la pigmentación de su piel fuera más clara y de distinta tonalidad a los componentes de los otros pueblos del grupo chichimeca, si no por el color de las tierras donde vivían, entre calichales y tierras salitrosas. A la familia guamar debieron de ser los pueblos a los que los españoles señalaban como del Xiconaque y Cuxtique. La historia refleja que para los colonizadores, en las primeras décadas de la Villa de Lagos, los guamares se convirtieron en la nación más valiente, belicosa, indómita y salvaje de todos los chichimecas. Cuando llegaron los españoles el territorio que ocupaban era conocido como Pechichitane o Chichimequillas, y los xiconaques y custiques, enemigos hasta entonces entre sí, se unieron para luchar contra el enemigo común, el hombre blanco.

Todos los pueblos chichimecas participaron en la resistencia indígena que se originó contra los españoles, y mientras otros como los guachichiles se dedicaban a asaltar rebaños, pastores y caravanas en San Felipe, los guamares hacían lo mismo por su cuenta, atacando estancias ganaderas en la sierra y asaltando caminos por donde transportaban mercancías a las minas. De 1560 a 1570 comenzaron a atacar a los poblados de colonizadores españoles y los que estuvieron retenidos, que fueron apresados, fueron sometidos a un proceso de aprendizaje cultural del que se encargaron los frailes, y de lo que los indios guamares sacaron partido porque, a la destreza en el manejo del arco y las flechas, la macana y la lucha corporal, sumaron el montar a caballo, a manejar las espadas, los arcabuces y otros conocimientos. Los guamares se convirtieron en un astuto y peligroso enemigo para los invasores, a los que intimidaban con sus pinturas faciales y corporales, sus gritos y cantos bélicos, con sus ataques nocturnos y la mejor adaptación que tenían al medio ambiente, a la limitación de agua y alimentos.

Lo que se conoce como la Rebelión de los guamares, fue un movimiento indígena en la región de Guanajuato, que se inició entre los años 1563 y 1568, contra las autoridades del virreinato de Nueva España, unos episodios de la historia que se conocen por los relatos de don Pedro Ahumada de Sámano, el que puso fin al levantamiento. En 1963 los guamares destruyeron el asentamiento de Pénjamo y más tarde atacaron Comanja y asesinaron a todos los españoles que allí se habían asentado, sólo quedaron dos supervivientes. En 1569 atacaron y tomaron el puerto del Robledal, cercano a Guanajuato, y llegaron hasta Xilotepec. La historia también nos deja la creencia de que no actuaron solos, si no que tuvieron como aliados en ocasiones a los indios catequizados de San Miguel y Pénjamo.

*Consultar Chichimecas