Guachichiles


Los guachichiles eran uno de los seis pueblos que integraban el grupo étnico llamado chichimecas, junto a zacatecos, pames, guamares, caxcanes y tecuexes. El nombre lo recibieron por su costumbre frecuente de pintarse la cabeza de colorado, también los había que se colocaban unos bonetes puntiagudos de cuero colorado que les daban apariencia de gorrión. El término guachichil proviene del náhuatl, Quachíchitl, que significa "gorrión"; "cabeza" viene de quaitl y chichiltic quiere decir "cosa colorada o bermeja". Su territorio se situaba donde actualmente se encuentran los estados mexicanos de San Luis de Potosí, Zacatecas, el sur de Coahuila y parte del norte de Jalisco. Ocuparon todo el Altiplano Potosino, parte de Guanajuato, Jalisco y Zacatecas; la zona se extendía desde el sur, por el río Lerma o Grande, en Michoacán y Guanajuato, hasta las tierras de Comanja y, en los límites con la zona de Ríoverde, el lindero subía hacia el norte.

El pueblo guachichil era considerado valiente y guerrero, y sobre ellos dejó escrito Gonzalo de las Casas: "Ocupan mucha tierra y así es la más gente de todos los chichimecas y que más daño han hecho. Hay muchas parcialidades y no se conocen bien todas". Fue un pueblo rebelde que no se dejó conquistar fácilmente, para ello los españoles tuvieron que utilizar a los tlaxcaltecas, introduciéndolos en su territorio para civilizarlos y cristianizarlos, pues se le consideraba un pueblo salvaje. En la actualidad se le tiene por extintos, aunque en el estado de Coahuila, en el municipio de Arteaga, cerca de Saltillo y por la carretera 57 rumbo a Matehuala, San Luis de Potosí, existe una población con el nombre de El Huachichil, donde se dice quedaron asentados los últimos indios guachichiles; una zona boscosa donde abunda la caza y los llamados frutos regionales, tales como los dátiles, flor de palma, cabuches, nopales, etc. Por este detalle histórico a los pobladores actuales se les puede considerar como descendientes de los antiguos guachichiles.

Los guachichiles se sentían como los hijos del viento, hasta tal punto que no utilizaban tumbas o cementerios para enterrar a sus muertos. Las cenizas de sus difuntos las recogían en una bolsa de gamuza fajada a la cintura; las cenizas que no pertenecían a sus seres allegados, a excepción de los nervios de la espalda que la utilizaban para atar el pedernal a la flecha y algunos huesecillos como trofeo, las lanzaban al aire. Pensaban que polvo eran y al polvo volvían. No entendían de altares ni adoraban a ídolos o dioses, lo más religioso que se podría entender eran las exclamaciones que lanzaban al cielo mirando a las estrellas, para librarse de los rayos y los truenos u otras fuerzas sobrenaturales.

Como decía anteriormente, los guachichiles no fueron presa fácil para los extranjeros que invadieron sus tierras y modo de vida, su rebeldía fue la causa, entre otras, por la que sufrieron una de las más extensas y cruentas persecuciones que sufrieron los nativos indígenas. Fue a partir de 1550, cuando se comenzaron a dar los asaltos a los nuevos habitantes llegados del exterior, junto a los guamares y otros pueblos chichimecas, motivo por el que el Virrey Don Luis II de Velasco comisionó a Herrera para castigarlos.

El 4 de marzo de 1592, Pedro de Anda fundó el Real del Cerro de San Pedro y Minas del Potosí, pero ante la falta de agua para el consumo humano en el lugar hubo de buscarse en los territorios próximos y se encontró al este de la mesa del Anáhuac, donde los españoles se asentaron. Para este asentamiento fueron removidos de sus territorios a los grupos nativos, guachichiles y tlaxcaltecas. Estos últimos pronto comenzaron a manifestarse hostilmente contra sus vecinos indígenas apoyados por los españoles, lo que originó la distribución de la comunidad de San Luis de Potosí bien diferenciada entre guachichiles, tlaxcaltecas, tarascos, zacatecas, chichimecas, chichimecas-pames de Santa María del Río, otomies y españoles extremeños cuando la procedencia era incierta.

La ciudad de San Luis de Potosí nació de la riqueza minera existente, en noviembre de 1592, fundada cuando el indio guachichil de nombre Moquamalto se rindió ante fray Diego de la Magdalena y el capitán Miguel Caldera, en lo que hoy se conoce como Plaza de los Fundadores. A la riqueza de lo que el oro significaba acudieron foráneos de otros muchos lugares y culturas, lo que propició una ciudad multiétnica y multicultural, originando así un verdadero crisol de mestizaje único, no sólo en México si no en toda Latinoamérica.


*Consultar Chichimecas