Acaxees y Xiximes


Los acaxees y los xiximes, para quienes desconozcan su existencia en otro tiempo, son dos pueblos que habitaron en los puntos más altos de la Sierra Madre Occidental, a la que los españoles colonizadores llamaron Sierra de Topia, enmarcada actualmente entre el este del municipio de Sinaloa y noroeste de Durango, México; aunque el territorio xixime se extendía hasta Escuinapa, al sur del Estado de Sinaloa. No es de extrañar que antropológicamente se clasifiquen a acaxees y xiximes como pueblos aborígenes del Estado de Durango, clasificación correcta si observamos que los territorios que ocuparon están dentro de dicho estado, pues sólo los extremos territoriales se adentraban en Sinaloa. Fueron dos grupos que, aunque distintos, por su cercanía geográfica y la similitud en sus costumbres, los enmarcaré dentro del mismo capítulo. De todas maneras, esto no quiere decir que su relación fuera cordial, todo lo contrario, sus semejanzas culturales no es sinónimo de buena convivencia, pues fueron enemigos irreconciliables y estuvieron luchando siempre entre sí. Los dos pueblos compartían formas de vida muy similares e incluso hablaban el mismo idioma, adaptados a las ásperas dificultades del terreno que los obligaba a dividirse en comunidades, diseminados en un territorio extenso.

Estas comunidades o grupos, a las que los antropólogos llaman familia extendida, se formaban a raíz de una pareja de progenitores que, con el tiempo, se iban ampliando con otros actores añadidos, hijos, nueras, yernos, nietos, sobrinos... Los grupos consanguíneos eran independientes, autónomos, ninguna autoridad exterior influía en su desarrollo como comunidad, salvo en ocasiones especiales en las que se concentraban bajo las ordenes de un caudillo cuando surgían enfrentamientos belicosos o guerras. Se trataban de dos pueblos militaristas, sedentarios y conocedores de la agricultura, sin embargo, lo montañoso del terreno los forzaba a poner sus miras en la caza y la pesca de los ríos y lagunas cercanas. Fueron dos pueblos que vendieron cara su derrota ante los españoles, enfrentándose y resistiéndose ante los extranjeros castellanos con heroicidad y bravura.

En 1601 y bajo las ordenes de su líder Perico, los acaxees se levantaron contra la dominación española en lo que se ha denominado la Rebelión Acaxee. Fue un enfrentamiento heroico que acabó con el exterminio de los dos pueblos indígenas, unido al padecimiento de las enfermedades que llevaron los invasores desde Europa. En su contra ambos pueblos tienen la sospecha de haber practicado el canibalismo, de los que los cronistas españoles afirmaban que se comían los cuerpos muertos en la batalla y que descarnaban sus cráneos para colgar las calaveras en el exterior de sus habitáculos. La antropofagia era lo que más horrorizaba a los colonizadores, que a decir del cronista no era un rito de los xiximes para celebrar las victorias, como entre los acaxees o los cahitas, sino una forma ordinaria más de alimentación, prefiriendo especialmente a mujeres y niños entre sus presas. Pero eso nunca se pudo comprobar, más bien pudieran ser observaciones inventadas e influenciadas por el miedo a enemigos tan aguerridos, pues entre los aborígenes del noroeste no se han encontrado otro grupo que recurriera a esta costumbre caníbal.

Las cosechas eran reducidas, cortas y escasas, en un territorio tan montañoso como el de la Sierra Madre Occidental, es por esta razón por lo que la supervivencia de estos dos pueblos se apoyaba en la caza y la pesca. Sus cultivos se centraban en pequeñas parcelas en donde el terreno lo permitía y las siembras de maíz, frijoles, calabaza o chile no daban las cosechas necesarias ni suficientes para mantener a la comunidad, que se veían obligados a recolectar frutos silvestres. La fauna de la región era variada y copiosa, por lo que en este aspecto no sufrían carencias, y sus preferencias se volcaban especialmente en el guajolote silvestre, que abundaba en la serranía. No se podría pasar por alto la importancia del maguey en las costumbres de acaxees y xiximes, de él producían fibra de ixtle y obtenían bebidas tras fermentación. Sus vestidos los confeccionaban con gamuzas y mantas de ixtle que decoraban. El pelo largo y trenzado era generalizado en hombres y mujeres, adornado con piedras y plumas de colores. No es de extrañar que, en cuanto a su religiosidad, esta estuviera vinculada a sus formas de subsistencia, a la agricultura, la caza, la pesca y la guerra. Sus casas las construían con madera o piedra y lodo, bien pensadas para conservar el calor en los fríos inviernos, aunque también habitaban las cuevas del entorno.

De todo cuanto impresionó a los cronistas españoles de la época fue la celebración de las victorias, en los enfrentamientos belicosos, embriagándose colectivamente; así como el juego de pelota, en el que competían distintos grupos o comunidades entre sí. De mediana estatura, cuerpo bien formado y de tez morena clara, de esta manera describieron los españoles a acaxees y xiximes, afables en el trato, liberales y generosos a la hora de compartir alimentos, incluso con extraños. El arco y las flechas lo usaban con destreza y maestría, al igual que la lanza arrojadiza, la macana, o una hachuela de madera y filos de obsidiana. Un cronista jesuita dejó escrito: "Era la nación Xixime la más brava, inhumana y rebelde de cuantas poblaban el grueso de esta sierra y que habitaban en los puertos más empinados y dificultosos de ella; tenían lo ya experimentado, así los indios acaxees sus vecinos, como los españoles de todos aquellos reales de minas en el interior de la sierra.







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