Achíes



La historia cuenta que el último lugar que quedaba por conquistar, por los españoles, en el territorio que hoy se conoce por Guatemala, era Tezulutlán o "Tierra de fuego", y que para reducirlos o conquistarlos se llevó a cabo la imposición religiosa, lo que podíamos llamar el "plan B", entre las formas de reducir a los pueblos que se iban encontrando a cada paso por la nueva tierra para los europeos, no sólo españoles. Por supuesto que sobre el "plan A" no hay mucho que explicar, se trataba de doblegar a los indígenas por medio de la fuerza y seguidamente era la religión, la encargada de derrumbar toda la estructura social y cultural de los pueblos, para erigir sobre ellos las nuevas imposiciones culturales. Para ello, para implantar la nueva religión, fueron los dominicos los primeros religiosos en pisar las tierras arrebatadas a los indígenas y al frente del "batallón" religioso iba ni más ni menos que un peso pesado dentro de los frailes, Fray Bartolomé de las Casas, a quien se le encomendó la ardua tarea de reducir a los pobladores y convertirlos al cristianismo, claro que, no fue tarea fácil, aún hoy se ven entremezcladas las religiones en cada pueblo conquistado, se impuso el cristianismo pero no se consiguió erradicar lo prehispánico.

Los achíes son un grupo étnico de origen maya, asentados en el departamento guatemalteco de Baja Verapaz, en los municipios de Cubulco, Rabinal, San Miguel, Salamá, San Jerónimo, Purulhá y parte de El Chol y Granados. Sus idiomas son el Achí y el Español, este último minoritariamente, pero la ausencia de escuelas bilingües en la zona hace que por encima de todo prevalezca el analfabetismo. Otros grupos étnicos de la región con los que los achíes están relacionados son los Quiché, Pocomchí y Cakchiquel. Las tradiciones y costumbres achíes se han conservado gracias al empeño de los mayores por transmitirlas oralmente a los más jóvenes, una labor nada fácil y digna de reconocimiento, por los obstáculos que se alzan cuando se trata de protegerlas ante costumbres foráneas y generalizadas. Aún así, nada es igual a la época precolombina, el antropólogo holandés Ruud van Akkeren, en una entrevista sobre etnias mayas, afirmó que: Los achíes del siglo XVI no eran los achíes de hoy; lo mismo pasa con los keqchíes o los quichés, sólo por mencionar algunos grupos. Estos pueblos tienen derecho a conocer su historia.

De las referencias más antiguas que se conocen sobre los achíes, sobre Cubulco, se encuentran en el Titulo Real de don Francisco Izquin Ahpalotz y Nehaib, escrito en 1558. "Los pueblos principales y los cabezas de capul, acompañaron al cacique cuando entró entre los indígenas de la costa, los achíes, que se hacían llamar el pueblo y sitio de Xetulul. Era mediodía cuando empezaron a pelear entre ellos, ganando tierras y pueblos sin matar a ninguno, sólo atormentandolos. Cuando los achíes se rindieron, dieron tributos de pescado, camarón; como presente, le ofrecieron cacao y mucho pataxte al cacique principal Don Francisco Izquin Ahpalotz y Nehaib, dándole validez como rey y obedeciéndole como tributarios; los achíes le entregaron los ríos Zamalá, Ucuz, Nil y Xab. Éstos servían de mucho provecho al cacique Don Quicab, pues generaban pescado, camarón, tortugas e iguanas.

La tradición oral, como expongo anteriormente, es importantísima en el mantenimiento y conservación de la cultura achí, existen varios tipos de narradores orales en las tradiciones de esta etnia, apreciados por su legendaria sabiduría. Los hay especializados y que han hecho de la narración su oficio, que saben transmitir la memoria histórica de su pueblo, que saben dar consejos al respecto y que son verdaderos guardianes de las costumbres y tradiciones. A éstos se les conocen con el nombre de Anciano Mayordomo o Ajtzij entre los achíes. El otro tipo de narrador se le conoce por ocasional, que no es tan magistral como los anteriores, pero que no por eso pierden gran parte de su sabiduría. Las leyendas narradas por los Ajtzij en los rituales, se hacen en cerros y adoratorios sagrados, rememorando su historia mítica, que para los achíes de Rabinal es verdadera.

Pero de todos cuantos tesoros poseen los achíes, quizás, el más importante sea el Rabinal Achí, una obra literaria representativa de la cultura maya prehispánica. Declarada Obra Maestra de la tradición Oral e Intangible de la Humanidad, por la UNESCO en el 2005. Su nombre original en maya es Xajooj Tun, que significa Danza del Tun (tambor). Un etnodrama dinástico de los Maya Kek' que data del siglo XV, un raro ejemplo de las tradiciones prehispánicas. En la obra están mezclados mitos del origen del pueblo Quiché y las relaciones político-sociales de Rabinal, expresados por medio de mascaras, música, teatro y danza. Sobrevivió en la clandestinidad desde 1625 a 1856, hasta que lo tradujo, según la narración en Achí de Bartolo Sis, el sacerdote francés Carles Étienne Brasseur de Bourbourg.

No obstante, la realidad de los cerca de 220.000 individuos que componen la comunidad achí (aproximadamente) es bien distinta a como pintan las tradiciones. Sus actividades productivas se basan en la agricultura y la artesanía. Sus tierras son generosas y productivas, y ya en tiempos de la colonia, San Jerónimo era conocido por ser el lugar donde se hallaban las mejores haciendas y viñedos de los dominicos, de donde salía el mejor vino del Reino de Guatemala; y en Rabinal, hoy por hoy, se crían las mejores naranjas y más dulces del país. También en Rabinal se encuentra uno de los mercados de artesanía más conocidos por su tradición; en morro (jícaras, alcancías, chinchines y guacales), en barro, maguey, mimbre, en madera (chinchines, maracas, matracas, guitarras y violines), en metal, cuero, cerería, productos de palma... En el valle de Zamaneb, Rabinal siempre fue un importante paso de comercio, ya lo decía el padre Narciso Teletor en 1955. Se comercian, además de naranjas, textiles, pinol, boxboles, atoles... hasta bestias de carga, para su fiesta de enero.






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