Seris


El territorio del pueblo seri tiene su localización geográfica en el Estado de Sonora, México. En la actualidad y principalmente habitan en las poblaciones de Desemboque, municipio de Pitiquito, y Punta Chueca, en el término municipal de Hermosillo, en la costa sonorense. Sin embargo, hubo un tiempo en el que se expandían entre las cadenas montañosas, el desierto de Encinas y el Golfo de California. Sus límites hacia el sur llegaban hasta el río Yaqui, al norte hasta el desierto de Altar, al este a Horcasitas y al oeste hasta ocupar las islas cercanas como Tiburón, San Esteban, Patos y Alcatraz.

Su forma de vida nómada les llevaba a recorrer los catorce municipios actuales del estado, toda Sonora era su territorio. Se dividían en seis bandas que a su vez lo hacían en clanes, sin jefes ni gobernantes, solamente en tiempos de guerra, situaciones difíciles de recolección, caza y pesca, o por algún otro motivo especial, nombraban a quien los dirigiera, al que creían más capacitado para aquella función eventual.

El vocablo seri, que da nombre a la etnia, tiene origen yaqui. Su autodenominación es comcaac, en plural, y cmiique en singular. La lengua de los comcaac es una lengua aislada, que no pertenece a ninguna familia lingüística, sin relación genética a ningún otro idioma. La mayoría de sus componentes son bilingües y mantienen una rica tradición oral que conserva sus tradiciones y cultura. Al contrario de lo que sucede con muchos grupos étnicos, que van perdiendo número de habitantes según pasan los años y por diversas causas, como la dispersión de comunidades o la mescolanza racial, los seris continúan en crecimiento. En el año 1952 fueron registradas 215 personas y en la actualidad superan los 900, según las propias estimaciones de la etnia.

Este pueblo era todo lo contrario a lo que los conquistadores españoles buscaban cuando llegaron al territorio que habitaban, la antítesis, ni su territorio era fácilmente aprovechable, ni tenían riquezas acumuladas, su producción no era lo suficiente como para rentabilizar los gastos de la conquista y ni siquiera eran apropiados como mano de obra para cultivar o para servir. Para sus vidas nómadas no fue necesario que aprendieran o conocieran esas actividades que los españoles demandaban, y precisamente eso fue lo que les permitió mantener sus costumbres y tradiciones intactas hasta hoy.

Sin embargo, esa actitud por falta de interés dio fin con la llegada de los misioneros jesuitas durante el periodo colonial. Entre los religiosos se dieron los contactos más estables, quienes intentaron concentrarlos en pueblos con la intención de evangelizarlos y enseñarles labores agrícolas. Pero fue inútil, sus genes estaban en el desierto y hacia él terminaban por regresar, a su forma de vida ancestral. Supongo que esa actitud libertaria e independiente que lucharon por mantener los comcaac fue lo que les valió para que los catalogaran como grupo belicoso, que se dedicaban al pillaje, al robo y a la matanza del ganado de los blancos.

Un sambenito que colgó de sus espaldas, primero por parte de los españoles y después también por los mexicanos que, ante eso, lucharon contra ellos con políticas de exterminio. Un empeño que casi llegaron a conseguir, reduciendo el grupo considerablemente. Durante esa época no consiguieron evangelizarlos, nunca fueron conquistados, los fueron confinando a una parte de su territorio y obligados a aceptar intercambios comerciales nada ventajosos con los colonizadores.

En el periodo independiente apenas quedaba nada de su organización de bandas, habían conseguido desarticularlas casi en su totalidad y perdido los dominios de sus tierras continentales. Aún así, los dos primeros tercios del siglo XIX fueron los más negativos para la etnia seri. Cuando más fueron perseguidos y prácticamente aniquilados, tanto por los soldados como por rancheros mexicanos. Los que lograron huir de la hostilidad hacia ellos se refugiaron en la isla Tiburón. Sin embargo, este refugio fue perecedero, la falta de agua, animales para la caza y las enfermedades les hizo desistir y abandonar la isla, volviendo a las tierras continentales, primero para ser contratados como temporeros a comerciantes de pescado y rancheros, y después para establecerse definitivamente.

Al contrario que para la mayoría de la sociedad de aquellos tiempos, para los seris fue positiva la crisis de 1929. La mala situación económica provocó grandes migraciones de pobladores empobrecidos hacia el norte y noroeste del país. Esta desbandada social provocó el consumo de pescado y otros productos marinos más baratos que la carne de res y los seris supieron aprovecharse de ello, iniciándose un periodo de cambios en profundidad de su estructura organizativa y cultural. En 1936, y atendiendo sus demandas de apoyo, el presidente Lázaro Cárdenas promovió su organización en cooperativas de pescadores, les proporcionó los equipos necesarios y los concentró en Bahía de Kino. Una efímera localización, porque de nuevo los colonos interfirieron acudiendo al poblado indígena, hasta que se trasladaron a Desemboque. Ya en 1970 les fue reconocido su territorio en mandato del presidente Luis Echeverría, que les dotó en ejido una franja costera de 91.000 hectáreas, para más tarde, en 1975, declarar el Estrecho del Infiernillo como zona de pesca exclusiva seri y serle otorgada simbólicamente la Isla Tiburón, como posesión comunal.

Aunque sus viviendas ya se levantan con bloques de hormigón, aún hoy se pueden ver algunas tradicionales, paravientos de hierbas acomodadas y otros materiales, como carapachos de caguama, encima de un armazón de ocotillo, doblados y amarrados formando una especie de túnel. Son unifamiliares y adecuados para una vida nómada.

Además de la pesca, la artesanía tiene su importancia en la economía de los seris. El tallado de la madera de palo fierro, el tejido de canastas de planta haat (torote o ensangrentado) y la elaboración de collares, de huesos y conchas principalmente, son algunas de estas artesanías.

La tradicional creencia religiosa de los seris es animista. La interpretación que tienen del mundo, sus ritos, fiestas y demás manifestaciones culturales tienen un carácter estrechamente relacionado con la naturaleza y con los aspectos biológicos y sociales del grupo.