Sipakapenses


El grupo étnico sipakapense se localiza en tierras de Guatemala, en las cercanías de la localidad de Sicapa, en el departamento de San Marcos. El municipio donde se asientan tiene una extensión de 152 kilómetros cuadrados y antaño, en el periodo colonial, se le conocía por el nombre de San Bartolomé Sipacapa. Las crónicas que del siglo XVII llegan hasta nuestros días, de puño y letra de Francisco de Fuentes y Guzmán, cuentan que lo que más le sorprendió de sus habitantes, además de la limitación de su estirpe, fue el abatimiento, la pobreza y la desnudez en la que vivían.

En el libro "América Latina: Riqueza Privada, pobreza pública", editado por ALAI y producido por CIDSE, encuentro las referencias históricas que recojo sobre el pueblo sipakapense. Dice que forma parte de los pueblos mesoamericanos de ascendencia maya, que tienen sus propias características sociales, políticas y religiosas, y que los pobladores de las tierras de Sipacapa se remontan a la época prehispánica. El pueblo de los sipakapenses es el que dio origen a la leyenda de los hombres llamados Nawalones, que tenían poderes sobrenaturales y se les permitía comunicarse con los elementos de la naturaleza. La leyenda cuenta que fueron creados en el K'iché por Tz'qol y B'itol, los creadores del cielo y de la tierra, y que después emprendieron el viaje poniendo rumbo al sol, hasta llegar a la tierra de Sipaktli. Según los hablantes maya, el origen de Sipacapa y los Nawalones surgió paralelamente.

Se sabe que los sipakapenses se separaron del Reino K'iché, no así las razones que lo motivaron. Una de las hipótesis al respecto estima que esta separación fue el resultado de las disputas por tierras entre pueblos vecinos; en cambio otra apunta que se trataba de un estrategia militar de avanzada por parte del Reino K'iché. No obstante, independientemente de la teoría acertada, lo cierto es que los sipakapenses desarrollaron características muy diferentes a otros pueblos cercanos, su propia lengua, costumbres y formas de entender y expresar la espiritualidad.

A poca distancia de Sipacapa, cerca a la línea que separa del municipio de Malacatoncito, en el departamento de Huehuetenango, existe una piedra que se asemeja a la cabeza de un lagarto. A ella se le atribuye la razón por la que el lugar se denominó Sipaktlipan, que en lengua maya quiere decir "tierra de lagarto". Fue ahí, en ese justo lugar, donde se asentaron los primeros pobladores que abandonaron el Reino K'iché, los que más tarde consagraron el monte Samakoon como el lugar sagrado para los hombres que poblaron ese lado del Río Cuilco.

El Ojor Na'tb'al, la memoria oral del pueblo sipakapense, cuenta que no querían contactos con los ladinos, y que en la época de la conquista, cuando tuvieron conocimiento de la llegada de los españoles, decidieron amurallar su territorio con la intención de defender sus tierras. Aún hoy se pueden comprobar restos de esas murallas, y se cuenta que lograron repeler a los españoles, que sólo pudieron llegar hasta los Canoj y Quequesiguan, poblaciones que se ubican al otro lado del río.

En tiempos del general Jorge Ubico, los territorios se anexaron por la fuerza al municipio de Tejutla. Pero la resistencia a esta decisión fue tan fuerte que obligaron al propio general a dividir el municipio en tres: San Miguel Ixtahuacán, Comitancillo y Tejutla. Los sipakapenses consiguieron el reconocimiento de Sipacapa como municipio independiente el 11 de octubre de 1825, a raíz de la nueva constitución política del Estado.

El 88% de la población sipakapense es indígena, frente al 12% de origen ladino. Se hablan dos idiomas, el sipakapense, uno de los 21 idiomas de origen maya que se hablan en el país, y el español. Aunque predomina el primero, con un número aproximado a los 5.000 hablantes. Sipakapa, aparte de ser municipio, es una comunidad lingüística y cultural maya de Guatemala.

La productividad económica de este grupo étnico se basa en la agricultura, principalmente, y entre sus cultivos están el maíz, el frijol y el aguacate; también se dan cítricos, que destinan para la venta. De igual manera es importante la producción en cerería, elaboran velas, palmatorias y cirios. El principal problema para que los sipakapenses vendan sus productos radica en las dificultades para llevarlos a los mercados, por lo aislada que se encuentra la región en la que viven.

La tradición oral de este grupo humano es rica, y uno de sus relatos más conocidos cuenta la historia de un hombre misterioso que bajaba siempre del cerro Tuixux. Juan Noj, como se llamaba este hombre, se enamoró de una muchacha del lugar y los vecinos pusieron vigilancia en la casa de la joven para que el hombre no entrara. Pero al día siguiente, cuenta la tradición que, "la mujer encontró unos guineos muy chulos y frescos y se asustó". Los ancianos cuentan que Juan Noj era un ladino muy grande y con cuernos, que era el dueño de Tiuxux y que cuando terminó su trabajo en el cerro "se fue a la casa del Dios Mundo".
Los sipakapenses practican la fe católica, la evangelista y la religión maya.