Ópatas (Tegüinas)


Los ópatas o tegüinas actualmente están a punto de desaparecer como unidad étnica unida diferenciada y aunque a principios del siglo XX se contaron en número aproximado a los 500 componentes, en otro tiempo, en el que llegaron al continente los conquistadores españoles, se contaban alrededor de 60.000. Habitaban en las montañas de Sonora, al este y parte central del estado, y al noroeste de Chihuahua, México. El área que ocuparon era extensa, lo que en la actualidad corresponde a casi todos los distritos de Sahuaripa, Moctezuma y partes de Ures y Arizpe, su centro de civilización se situaba en la región Sahuaripa. Era por los poblados de Arizpe, Huépac, Bacoachi, Chinapa, Banámichi, Sinoquipe, Baviácora, Guásavas, Oputo, Bacadéguachi, Nácoru, Bacerac, Bavispe, Guachinera, Oposura, Cumpas, Cuquiárachi, Cúcuta, Teuricatzi, Tepachi, Terrapa, Pipita, Yecora, Nacozari, Batepito y Corodéguachi, por donde se asentaban; a finales de los años 80 muchos ópatas emigraron a los Estados Unidos, a California y norte de Arizona.

Los ópatas también están clasificados en el tronco yuto-nahua o macro-nahua y constituían un grupo de pequeños núcleos emparentado con dialectos diferentes, como los jovas y eudeves, propiamente definidos, que a su vez se clasifican en tegüimas, sonoras, congüinachis, tegüis, sahuaripas, hímeros y guasabas. Estaban considerados como el grupo más numeroso de la entidad y se asentaban en rancherías dispersas muy pobladas. Poco se sabe de su historia prehispánica, es a partir de los cronistas cuando se recogen sus primeros conocimientos respecto a esta etnia. La primera incursión de los conquistadores por los territorios ópatas fue en 1540, cuando Francisco Vázquez Coronado cruzó el territorio de Sonora buscando las ciudades de Cibola y Quivira, después, en 1614, los jesuitas Andrés Pérez de Rivas y Pedro Méndez fundaron las misiones de Sahuaripa, Arivechi y Bacanora, tras la autorización del líder ópata Sisibotari.

Los frecuentes enfrentamientos que tenían con los apaches propició la alianza con los españoles para protegerse de ellos, un mal que provocó otro porque este acercamiento derivó en la llegada de nuevos colonizadores que vieron en aquellas tierras un territorio "tranquilo", en las fértiles tierras se crearon haciendas y explotaron minerales, lo que significó para los indígenas el desalojo de sus territorios, convirtiéndose en peones, aparcaderos o jornaleros, de los colonizadores. Reconocidos como trabajadores y pacíficos, los ópatas fueron el grupo étnico que más rápido se extinguió en Sonora y entre sus causas más importantes estaban los constantes enfrentamientos con los apaches, el alto índice de mortalidad por las epidemias de cólera morbus e influenza y los cambios que generaron la recomposición étnica entre 1678 y 1744, cuando comenzaron a perder sus señas de identidad al mezclarse con otras etnias.

La lengua ópata pertenece al grupo huahuatlano y constituye una de las principales ramas de la familia ópata-tarahumara-pima, también se le denomina Ore, tegüina y sonora. La palabra ópata significa "gente hostil", "enemigos", en lengua pima, impuesto por los pimas cuando se referían a ellos. En los años 20 el proceso de desintegración se había consolidado con la pérdida de cohesión social y formas políticas y religiosas, entre 1922 y 1935, en Tolupa, se registró la muerte de los dos últimos hablantes de la lengua ópata y con ellos la perdida de la lengua materna.

Los ópatas eran trabajadores, laboriosos, y su alimentación se basaba en la agricultura, sus cultivos eran de maíz, frijol, algodón, chile y recolección de frutos y yerbas; la cacería con arco y flechas les proporcionaba carne de venado, conejos y otras piezas pequeñas que enriquecían su dieta; pescaban con red y barbaso. Desde la época de las misiones aprendieron a cuidar ganado y de esta actividad viven actualmente los grupos mestizos en pequeñas cantidades. Las mujeres elaboraban el tejido nativo y la confección de sus vestidos, así como a la fabricación de esteras y sombreros de palma.

Los territorios de los ópatas eran fértiles, situados junto a caudalosos ríos, habitaban pequeños caseríos y sus casas eran de forma rectangular, construidas con piedra y adobe, los techos de cañas, ramas de árbol, zacáte y lodo, fuertes y bien elaboradas.

Los ópatas no adoraban ni reconocían a dioses, no tenían ídolos, ni altares, ni culto, sólo ancianos que reunían los oficios de magos y curanderos, los que enseñaban ciertas doctrinas cuyo objetivo era respetar a la naturaleza y el de dominar los elementos naturales para sacarles buen rendimiento a sus cultivos. Sólo perseguían el provecho particular, sin tomarse ningún cuidado en enseñar lo relacionado con la moral o la virtud.
En las tumbas se ponían todos los vestidos de los difuntos, sus armas, una porción de pinole y una olla de agua. Durante algunos días las madres extraían leche de sus pechos para derramarlos sobre la tumba de sus hijos recién muertos, obedeciendo a la creencia de la supervivencia del alma.