Olmecas


"Gente del país del hule", ese es el significado en náhuatl del vocablo olmeca, utilizado por primera vez al final de la década de 1920 por Valliant y Saville, para referirse a los componentes de esta cultura que produjo las monumentales cabezas de piedra descubiertas en distintos yacimientos arqueológicos en la llamada área nuclear olmeca. Hay que destacar que el etnónimo utilizado es muy posterior a la propia época en que se desarrollaron como pueblo, su identidad étnica fue desconocida hasta para los mesoamericanos precolombinos y se desconoce cual fue el nombre con el que los olmecas se denominaban así mismos, aunque algunas fuentes mesoamericanas parecen referirse a los antiguos olmecas como los habitantes de Tamoanchan, "el país de la abundancia".

El arte olmeca, antes que por los primeros exploradores modernos que le llamaron de esta manera a sus ruinas, ya fue redescubierto en la época de los mexicas, pues tales ruinas fueron abandonadas por sus creadores más de mil años antes de que estos últimos llegaran a la región. El área nuclear olmeca está regada por caudalosos ríos que bajan de la Sierra Madre de Oaxaca y la Sierra Madre Oriental, como son Coatzacoalcos, San Juan y Tonalá, antiguamente recubierta por una espesa selva tropical y en la actualidad ampliamente modificada por la acción del hombre. Entonces era el hábitat de numerosas especies que hoy están a punto de extinguirse del territorio mexicano, como el jaguar, guacamayas, quetzales y otras aves de precioso plumaje, reptiles y mamíferos como el jabalí y el tapir.

La cultura olmeca se desarrolló en Mesoamérica durante el Preclásico Medio y su zona metropolitana o área nuclear abarca la parte suroeste del estado de Veracruz y el oeste de Tabasco. Sin embargo, aunque se desconoce a ciencia cierta su afiliación étnica, existen numerosas hipótesis que han intentado resolver la incógnita. Tampoco está nada claro el origen que dio paso a su cultura y estilo artístico, ni hasta qué punto sus rasgos culturales son propios de su área nuclear, porque, por ejemplo, se sabe que estos rasgos culturales olmecas pudieron haber aparecido primero en Chiapas o Valles Centrales de Oaxaca, o también en las incógnitas arqueológicas que quedan pendientes y por resolver en la Depresión del Balsas, centro del estado de Guerrero, asociadas a esta cultura. Así mismo se establecieron en Morelos, Puebla y el estado de México, y lejos de las fronteras mexicanas se encuentra su presencia en Guatemala, Belice, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. De todas maneras, independientemente de dónde se situó el origen de la cultura olmeca, la red de intercambios comerciales en toda Mesoamérica contribuyó a la difusión de muchos elementos culturales, como el culto a las montañas o las cuevas, a la Serpiente Emplumada, Quezatcoatl, como deidad asociada a la agricultura, la simbología religiosa del jade o el propio estilo artístico.

Los indicios más antiguos que se recogen sobre la cultura olmeca datan de alrededor del año 1200 a. C. y los más recientes del año 500 a. C., aproximadamente. Los tres centros ceremoniales más importantes de esta civilización son San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes, y aunque su civilización se constituyó alrededor de ellos también se manifestaron en otros sitios como en Laguna de los Cerros. El primero de estos tres centros ceremoniales, San Lorenzo, es el más antiguo de ellos y data del 1150 a. C. aproximadamente, época del inicio del florecimiento de la cultura olmeca, situado en el estado de Veracruz y en la cuenca del río Coatzacoalcos. Este centro fue saqueado en el año 900 a. C. y sus esculturas sufrieron el intento de destrucción, incluso hubo algunas que fueron enterradas y otras trasladadas al centro ceremonial La Venta.

La ubicación de este segundo centro y el más grande de los tres, se encuentra en el actual municipio de Huimanguillo y está trazado sobre un eje Norte-Sur. En él se han hallado un importante número de tumbas con ricos ajuares, cerámicas y figurillas de piedra. Al igual que colosales cabezas y tronos en piedra. Se estima que pudo acoger hasta a 18.000 habitantes y que antes de ser destruido sufrió una gran decadencia, aunque se desconocen los motivos.
El tercero de ellos, Tres Zapotes, es el más conocido por sobrevivir hasta una época más cercana, también fue el último en desarrollarse, aunque por entonces su cultura estaba ya en decadencia y lejos del esplendor vivido por los dos anteriores.
Los centros ceremoniales olmecas funcionaban como ciudades y se construyeron de adobe y tierra, razón por la que sus restos son escasos. Así mismo, se les podría considerar como los percusores de las pirámides mesoamericanas, pues sus templos los construían en la parte superior de montículos de tierra; sus edificaciones eran construidas alrededor de patios centrales.

Corría el año 1862 cuando el viajero mexicano José María Melgar y Serrano descubrió fortuitamente el primer monumento olmeca, una cabeza colosal, en Hueyapan, Veracruz. Entrados ya en el siglo XX, en 1920, Frans Blom de la universidad de Tulane descubrió el primer sitio arqueológico olmeca, La Venta, en el estado de Tabasco, aunque en principio se lo asignara a los mayas. Pero fueron casi dos décadas más tarde, al final de los años 30, cuando se llevaron a cabo las primeras excavaciones de algunos sitios detallados en la costa del Golfo, La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo, por parte del arqueólogo norteamericano Matthew Stirling, del instituto Smithsoniano de Washington. En los años 40, Miguel Covarrubias y Alfonso Caso, afirmaron que la cultura olmeca era tan antigua como para constituir la cultura madre de Mesoamérica, y en los 50 se confirmó mediante la prueba del Carbono 14.

Culturalmente se le asignan a los olmecas, entre otras cosas, el juego de la pelota, el calendario, la escritura y la epigrafía. El descubrimiento de un caso de escritura olmeca en el 2002, que data de 650 a. C., y otro en el 2006, de 900 a. C., la convierte en la más antigua del hemisferio occidental, al superar en tiempo a la escritura zapoteca. Pero si por algo se caracteriza esta cultura es por sus colosales cabezas talladas o labradas en piedra, las que se creen que representan a guerreros o jefes. Son 17 los ejemplares que se conocen y la mayoría de ellos están repartidos entre el Museo de Antropología de Xalapa y el Parque Museo La Venta. Las primeras nueve cabezas que se encontraron estaban enterradas en La Venta, aunque no parece que fuera éste su primer enclave, si no San Lorenzo, que se trasladaron para ser enterradas allí y que podrían representar a enemigos o a jefes, por esa razón fueron enterradas. El material en el que fueron construidas es el basalto, y tuvieron que recurrir a las canteras de la Sierra de los Tuxtlas, situadas a más de 100 kilómetros de San Lorenzo y La Venta, lo que puede dar una idea del nivel de organización, sin animales de carga y sobre suelo cenagoso, con un peso de decenas de toneladas y hasta tres o cuatro metros de altura. También existen otro tipo de escultura, los altares, bloques trapezoidales con representaciones religiosas, que tienen un agujero en forma de boca de jaguar por donde sale un personaje y que probablemente represente el nacimiento de un dios desde el inframundo.

La alimentación de los olmecas era variada, era zona de muchos animales que les servían de alimento, como los tlacuaches, changos, guajolotes, venados, tapires, pavos silvestres, aves acuáticas, peces y mariscos. Aprendieron a cultivar el maíz, frijol y calabaza; numerosos árboles frutales como la guayaba y el zapote; es probable que también criaran abejas para obtener miel.

La religión olmeca era politeísta y su gran número de dioses se relacionaban con la agricultura y otros elementos naturales como el sol, el agua, los volcanes, etc. El culto al jaguar era el centro de culto de su religión, representado en su iconografía con la característica boca olmeca. Otros animales eran considerados dioses y entre ellos estaban los sapos o el caimán, mezclando los cuerpos de unos y las cabezas de otros, creando seres mitológicos. Sus dioses también podrían haber estado relacionados directamente con sus gobernantes y formar parte de una religión dinástica.