Nasos (Teribes)


La localización de este grupo indígena de Panamá se encuentra geográficamente al noroeste del país centroamericano, al oeste de la provincia Bocas del Toro, en un área territorial que abarca gran parte de las cuencas de los ríos Teribe y San San. Los componentes de esta etnia se calculan aproximadamente en 3.500 habitantes y se reparten entre 11 comunidades. En el Río Teribe habitan en: Bonyic, Kuikin, Santa Rosa, Sieyik, Solón y Sori; en el Río San San en: Drury, La Tigra, Loma Bandera y San San; también en Charagre, Yorkin y en la ciudad de Changuinola, donde se calculan habitan cerca de 1.000 indígenas naso.

Al pueblo naso o tjer-di, también se le conoce por teribes, pero en la ortografía multiforme que se usó en documentos de los siglos XVI y XVII para referirse a ellos aparecían nombres tan variados como térebes, tervis, tejves, térrebes o térrabas, cuando se extendían a todo lo largo del Río Teribe, Changuinola y la Isla de Toja, hoy conocida por Colón. Los primeros pobladores de esta etnia se establecieron en el área que reúne a los ríos Teribe, Changuinola y Sixaola, en un territorio que iba desde el oeste de la provincia Bocas del Toro hasta el extremo noroeste de Costa Rica. Estaban formados por grupos o parcialidades que ganaban a sus tribus vecinas en belicosos y aguerridos, aunque sólo tenían por verdaderos enemigos a los indios chánguenas o chánguinas, conocidos por su fiereza y a los talamancas, que habitaban a la orilla del Río Sixaola.

Los primeros contactos o conocimientos que se tienen de este grupo étnico, por parte de los europeos, es a raíz del cuarto viaje de Colón, cuando llegó a las costas de Bocas del Toro, a la bahía del Almirante, un lugar conocido por los nasos o teribes con el nombre de Zorabaró, y que Colón renombró como Carambarú. Más tarde, es el conquistador español Juan Vásquez de Coronado el que escucha noticias de una región rica en oro a la que llamaban por nombre Texbi, en 1564, pero no exenta de peligros, la rumorología también advertía de unos indios nativos del lugar que se mostraban muy hostiles con los españoles y rechazaban someterse bajo su dominio. Pero parece que a Vásquez de Coronado no le amedrentaban los rumores hostiles porque se dirigió a la región del Teribe y cuando llegó al pueblo de Corcuru se encontró con varios caciques y logró someter a los nativos. También parece ser que el brillo del oro le cegó tanto a este conquistador que hasta el nombre del Río Teribe lo cambió por el de la Estrella, más acorde para su gusto, por las minas de oro que se hallaban cerca de dicho río.

A principios del siglo XVII, en 1604, es el conquistador Diego de Sojo el que logra controlar a los indios que habitaban el Río Sixaola y reúne a los demás grupos dispersos que habitaban el Valle de Duy, entre los que se encontraban los térrabas, pero estos parece que seguían en sus trece de no hacer buenas migas con los españoles porque se rebelaron contra ellos. Diego de Sojo consiguió controlar y sofocar la rebelión de los teribes, pero no por mucho tiempo, porque un lustro más tarde de nuevo se rebelaron y en 1618 atacaron a los misioneros franciscanos que evangelizaban la región y quemaron la iglesia. A finales del siglo XVII eran unos 1.200 indígenas nasos los que habitaban dispersos por el valle de Talamaca y Duy, y las rebeliones contra los españoles y otros grupos indígenas no daban tregua. Los misioneros buscaban la manera más sencilla de evangelizar la región y como veían que no les iba a resultar fácil la empresa idearon el traslado de grupos de indígenas pacíficos hacia el sur, en el lado del Océano Pacífico, así que en 1695 un grupo de indios teribes fueron enviados a la región de Boruca, al suroeste de Costa Rica, y fundaron el pueblo de San Francisco de Térraba.

Los traslados de nativos fueron continuados y en 1702 pretendieron trasladar a todos los teribes a San Francisco de Térraba, a lo que encontraron la negación por parte de muchos de ellos, que recibieron el nombre de norteños, según cuenta la historia con este traslado masivo se trataba de salvar a los teribes de la extinción. Parece que el problema más acuciante que surgió fue la aparición de los misquitos en Talamanca, el Río Teribe y Changuinola, desde Bluefields, Nicaragua. Las guerras y enfrentamientos entre unos y otros, durante la ocupación de los misquitos, hicieron relegar a los nativos hacia las montañas, lo que provocó que a finales del XVII sólo quedaran cuatro subgrupos. Sin embargo, esta hostilidades entre nativos no quedaron ahí, en el siglo siguiente, el XIX, de nuevo los teribes entraron en disputas, esta vez contra los bribri, y no fue hasta el año 2004 cuando resolvieron sus diferencias.

Después vino un periodo de paz y progreso a la región, de la mano del Rey Lázaro Santana, al que le sucedió en el trono su hijo Simeón que promovió la comarca indígena en 1973, pero la muerte repentina de éste y ante la falta de herederos que lo sucediera se decidió adoptar un método más democrático y fue elegida como Reina Rufina Santana. No parece que se quedaran muy satisfechos los nasos con la labor de su reina, que de nuevo realizaron elecciones y esta vez fue elegido César Santana, en 1988, quien prosiguió con la confección y aprobación de la ley que establecía la comarca.

Desde tiempos inmemoriales el pueblo teribe es regido por un rey y según la tradición sólo podían acceder al trono los varones, hasta su muerte. Cuando esto sucedía el título recaía sobre el hermano mayor, que era príncipe hasta entonces. Si se extinguía la dinastía se reunían los varones casados de la tribu para elegir a un nuevo rey, dentro de la familia poderosa del pueblo.

La lengua de la etnia naso se le conoce por teribe, pertenece a la familia lingüística chibcha, en el grupo de lenguas talamancas.
Es el grupo indígena más pequeño de panamá y viven en pequeñas aldeas o aislados. Como sus asentamientos están ubicados a orillas del Río Teribe, sus casas las construyen sobre fuertes pilares y en pequeñas lomas, para protegerlas del agua, hechas de madera y techos de hojas de palma tipo yambú. Para su transporte utilizan canoas talladas en cedro o laurel.

La supervivencia de este grupo étnico se basa en la agricultura, en la que participan tanto hombres como mujeres, y cultivan plátano, maíz, arroz, cacao, café y pixbae; cosechan frutas como el jobo, la guanábana, la piña, la guayaba y los cítricos como la naranja, toronja y limón. También se da la pesca y la caza, en la que las escopetas son las más utilizadas en detrimento del arco y las flechas; de venado, zaino y conejo es la carne que más consumen; la cría de pavos, patos y gallinas es para consumo particular.
Su artesanía es diversa y elaborada con materias naturales, entre las que destacan el tallado en jícaras y piedra que muestran animales y otros elementos propios de su entorno natural y cultural; también elaboran canastas, hamacas y utensilios caseros en madera.
Las creencias religiosas de los teribes o nasos son católicas en su mayoría, aunque sus creencias tradicionales están dirigidas a Sbö, dios supremo y creador del mundo. Creen en la vida en el más allá y su mitología está rodeada de elementos zoomórficos que adquieren apariencia semi humana.