Yaquis


El territorio que tradicionalmente ocupaba el pueblo Yaqui se extendía por una larga franja costera y de valle al sureste estado de Sonora, México, desde la ribera sur del río Yaqui hasta el cerro Tetakawi, al norte de la actual ciudad de Guaymas. El territorio comprende tres zonas claramente diferenciadas: la serrana de la Sierra del Bacatete; la pesquera de Guásimas y Bahía de Lobos y la de cultivo en el valle de la ribera del río Yaqui.

Los yaquis se denominan así mismo, junto con los mayos, como yoremes, que significa "hombres o personas". Es la etnia indígena más representativa del estado de Sonora, se calculan en un número cercano a los 33.000 componentes, y se caracterizan por el fuerte apego que tienen a su tierra y a sus tradiciones ancestrales. La prueba de ello queda reflejada en su historia, en las guerras que libraron por su supervivencia como pueblo durante más de 50 años. Bajo la dictadura de Porfirio Díaz, a finales del siglo XIX. Fueron perseguidos cruelmente y muchos de ellos deportados a las plantaciones de Yucatán y Quintana Roo, con el tiempo algunos regresaron a sus tierras y otros, tratando de huir del gobierno mexicano, emigraron al otro lado de la frontera con Estados Unidos, a Arizona, donde actualmente el gobierno estadounidense los reconoce como tribu a los 8.000 componentes de la etnia que allí viven.

El idioma yaqui o Jiak Nokpo forma parte del dialecto cáhita, compuesto de tres lenguas, mayo, yaqui y el desaparecido tehueco. El cáhita a su vez pertenece al grupo lingüístico yuco-azteca.

Según algunos estudios etnohistóricos, al grupo cáhita pertenecían 23 núcleos que provenían del río Gila. Se calcula el año 1.300, aproximadamente, como la fecha en la que llegaron al territorio de Sonora. En la época colonial nos tenemos que remontar a 1.607, año en el que tuvieron el primer contacto con los españoles. La historia cuenta que fue Diego Martines de Hurdaide, quien persiguiendo a los mayos, entró en el territorio yaqui. Pero como ya se entiende, para los conquistadores pocas diferencias existirían entre unos y otros, si tenemos en cuenta que lo único importante para los españoles era someter a todos los indígenas. Pese a todo, no parece que resultara como pretendían, o al menos en un principio, porque fueron los yaquis los que sorprendieron a los españoles rodeándolos. Sin embargo, fue gracias a un ardid de Diego Martines de Hurdaide por lo que consiguieron escapar. Desde ese encuentro los yaquis comenzaron a llamar a los españoles con el apodo de yori, los que no respetan la ley tradicional.

Tres años más tarde, después de comprobar los beneficios que encontraron sus vecinos los mayos tras los acuerdos con los conquistadores, fueron ellos los que solicitaron los acuerdos de paz y la llegada de los misioneros jesuitas. En 1.607 llegaron los dos primeros, Fray Andrés Pérez de Rivas y Fray Tomás Basilio, con quienes coincidió un largo periodo de paz. Los congregaron en ocho pueblos y los introdujeron en la ganadería y en algunos cultivos que llevaron de Europa, como el trigo, la vid y las legumbres y a la vez mejoraron sus siembras. Sin duda la evangelización llevada a cabo por los jesuitas dio su resultado, pues hasta la actualidad se mantienen los ritos tal como les enseñaron en el siglo XVII.

No obstante, la llegada de los españoles al continente provocó muchos conflictos, especialmente por la actitud que emprendieron arrebatándoles las tierras a los indígenas, uno de los temas más vergonzosos del proceso de colonización, y en 1.740 surgió el primer levantamiento, junto con los mayos, pimas y ópatas, cuando los blancos pretendieron apoderarse de sus tierras fértiles y usarlos como mano de obra barata. Tras este episodio vendría otro desencuentro, cuando en 1.767 la Corona Española expulsó a los jesuitas de los territorios. Una expulsión que no sentó nada bien a los yaquis, que ante la inconformidad rompieron los acuerdos de paz. Para sofocar el descontento enviaron a los franciscanos como sustitutos, pero no fue suficiente, los yaquis continuaron en rebeldía.

Ya en el siglo XIX, no participaron en la guerra de la independencia, al considerar que no era su guerra, pues se sentían un pueblo independiente. Sin embargo, este siglo resultaría uno de los más negativos para el grupo étnico, cuando en el último tercio surgió la Guerra del Yaqui. Fue una respuesta a la convocatoria abierta para colonizar, por parte del gobierno mexicano, las tierras de los valles del Yaqui y del Mayo. Ni que decir tiene que los indígenas se levantaron en armas en defensa de sus territorios y de su autonomía, pero la batalla de Mazocoba, en 1.900. Fue determinante en la derrota de los yaquis, donde murieron cientos de ellos y más de 300 mujeres y niños fueron hechos prisioneros por el ejército mexicano. A partir de ese momento comenzó la deportación a Yucatan y Quintana Roo, manteniéndose constante hasta 1.911, año en el que comenzaron a regresar de una manera paulatina. Fue durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, cuando concedieron y ratificaron a la etnia el dominio de sus tierras

La vivienda tradicional de los yaquis es una estructura de carrizo y adobe, techo de palma, a dos aguas, y suelo de tierra. En la actualidad el cemento y la lámina está tomando protagonismo, cuentan con electricidad, agua potable, teléfono e Internet. Sus economías se apoyan en la ganadería y en los cultivos de trigo, cártamo, soya, alfalfa y hortalizas; también la pesca y la artesanía tienen una relevancia significativa en sus economías.

Los yaquis profesan la religión católica, sincretizada e inculturada con sus tradiciones ancestrales. Poseen un alto sentido de la religiosidad y está presente en gran parte de sus actividades, entre las que sobresale la Danza del Venado, una ejecución simbólica de la caza de este animal, que ha tomado relevancia internacional por su riqueza estética.