Dos tarzanes mejor que uno


El Camp Nou siempre ha sido muy exigente hasta el punto de aplaudir a veces mucho más una carrera en busca de un balón imposible que un regate con clase. Más de uno lo sabía y pegaba un sprint de cara a la galería para meterse a los culés en el bolsillo. Ellos son de los que tampoco dan una pelota por perdida pero nunca han querido colgarse una medalla. Carles Puyol y Gerard Piqué, Gerard Piqué y Carles Puyol abogan por el transitivo, nunca por el reflexivo. Ellos sirven al Barça, no se sirven del Barça. Y lo hacen con todas las consecuencias aunque eso implique poner en riesgo su propia integridad física. El equipo, el escudo y el club siempre van por delante en su código de conducta.

Desde que Van Gaal le hizo debutar el 2 de octubre de 1999 tras impedir su casi cantada marcha al Málaga, Puyol entendió que jugar en el Barça era un privilegio y encarnó los valores de mitos como 'Tarzán' Migueli, capaz de dejarse la piel y jugar lesionado por un objetivo. En aquella sequía récord de cinco años sin títulos, el 'Tarzán de la Pobla' era de los pocos que mantuvo un compromiso intachable. Mientras algunos hacían la guerra por su cuenta, se rompió dos veces la cara por comerse el balón y en ambas recurrió a una máscara para acortar los plazos de recuperación.

Ni los éxitos de la 'era Rijkaard' minaron los impagables intangibles del primer capitán desde julio de 2004. El verano de 2008, tras dos campañas en blanco, abrió los brazos a Piqué. De suplente en Manchester pasó a indiscutible en el Barça del triplete formando con 'Puyi' un eje infranqueable. Carles encontró en Gerard su mejor heredero y se enorgullece de ver cómo, antes del inevitable relevo, hay otro que sangra por el Barça como él. Juntos han ganado el Mundial y juntos quieren seguir haciendo historia de azulgrana. Lo harán.