Purépechas o tarascos



Los purépechas o tarascos se asientan actualmente en un área denominada con el nombre de Porhépecheo o Purhépecherhu, que significa "lugar donde viven los purhé". Este área territorial se sitúa en los límites geográficos del estado mexicano de Michoacán, en su parte norcentral, con una extensión de 6.000 Km. cuadrados. Tradicionalmente, el territorio se a dividido en cuatro regiones: Japóndarhu (lugar del lago), Eráxamani (Cañada de los once pueblos), Juátarisi (Meseta), La ciénaga de Zacapu y otra quinta región que antiguamente se agregaba, Jurhío (Lugar de la tierra caliente). Los aproximadamente 2.500 componentes de este grupo étnico se distribuyen en 22 municipios dentro de este área, aunque los hablantes del idioma purhépecha lo hacen en 95 municipios de los 113 que componen todo el estado de Michoacán.

A los purépechas prefieren que les llamen de esta manera, no tarascos, que supone para ellos una forma despectiva de nombrarlos. De acuerdo con Luis Mariano Fuentes Chagolla (Relación de Michoacán. Fray Jerónimo de Alcalá Fondo de Cultura Económica): "La verdadera razón por la cual se le llaman "tarascos" a los purhépecha sólo la saben ellos mismos y lo explican de esta manera: Cuando los españoles llegaron en el siglo XVI a la zona lacustre de Mechuacan (lugar entre lagos), los vieron como sus aliados al haber derrocado al Imperio Azteca, por lo tanto los locales pacíficamente regalaron a los españoles a sus hermanas como obsequio para que viajaran con ellos en sus nuevas expediciones hacia el sur del país; por lo cual cuando los españoles se despedían diciéndoles "Jurhákiria tarase" que significaba adiós cuñados... Por lo cual los españoles les decían los tarascos, porque al no entender el idioma de ellos sólo escuchaban que mencionaban esta palabra en repetidas ocasiones. "Tarase, tarase, jurhákiria tarase". Sin embargo, según cita Sahagún: "Su Dios que tenían se llamaba Taras, del cual, tomando su nombre de los michoacanos, también se dice tarasca; y este Taras, en lengua mexica se dice Mixcóatl..."; también Pedro Ponce de León dice: "Huitzilopochtli, igual a Taras, dios de los Mechuaca".

Hasta aquí lo referente al origen del nombre étnico, en cuanto a los orígenes del pueblo purépecha existen distintas teorías o hipótesis que marcan una procedencia. Algunos autores proponen que sus orígenes estarían en el continente sudamericano, apoyándose en distintos datos evidentes. Como son sus rastros de cerámica, construcciones o entierros del tipo pozo, esparcidos desde el sur de América hasta el centro de México. Al igual que las similitudes artísticas-religiosas entre los purhépechas y otras culturas sudamericanas. Sin embargo, estas similitudes evidenciables no suponen unos cimientos determinantes y sólidos como para fijar un punto de procedencia concreto.

De todas maneras, y fuera de donde viniese su procedencia, lo cierto es que el Imperio Purhépecha fue una potencia mesoamericana de primer orden entre los siglos XV y XVI, su capital era Tzintzuntzan y tanto poderío acumulaban que fueron capaces de resistir el empuje invasor del mismísimo Imperio Azteca. Mucho de este poder se le achaca a su habilidad en el trabajo de los metales como el cobre o el bronce, donde radica su éxito militar y económico. Su influencia cultural se extendía desde los límites del Estado de Michoacán y Guerrero hasta lo que hoy es el Estado de México y desde la costa oeste del país hasta los estados de Jalisco, Guanajuato y Querétaro, dos nombres, estos últimos, pertenecientes a su toponimia.

A la llegada de los españoles reinaba a los purépechas Tangaxoán II, quien se sometió pacíficamente sin oponer resistencia, posiblemente debido a la reciente derrota de los aztecas, sus enemigos, y con el objetivo de salvar a su gente, por lo que negoció un tratado de paz con el conquistador español Cristóbal de Olid. Pero en 1.530, al gobernador y presidente de la Primera Audiencia Nuño de Guzmán, le dio por saquear la región y destruir los centros ceremoniales, templos y tumbas, sin otro interés que el de buscar metales preciosos. Esto trajo consigo sus lógicos enfrentamientos, lo que le costó la vida a Tangaxoán II, al que ejecutó luego de someterlo a un juicio acusándolo de dar muerte a españoles, mantener ocultamente su antigua religión y alentar a la desobediencia. Unos acontecimientos que provocaron el caos, muchos indígenas huyeron a los cerros y la violencia se hizo patente.

Ante tales acontecimientos, la Corona española envió como visitador al oidor, que posteriormente fuera obispo, don Vasco de Quiroga, quien parece que puso un poco de orden y una relativa paz duradera en la región, que dio como fruto la continuidad de la cultura purépecha a lo largo de los siglos.
Durante este periodo colonial el territorio fue dividido en varias jurisdicciones, gobernadas por alcaldes mayores, dependientes del virreinato de la Nueva España. Los purépechas vivían en sus pueblos indígenas y se regían por sus propios regidores, los pueblos más importantes tenían un gobernador y un cabildo indígena, con alcaldes y alguaciles elegidos anualmente. Controlaban la corporatividad de las tierras, aguas y bosques, las facultades judiciales, fiscales y administrativas de ámbito local, y en la mayor parte de los pueblos se establecieron hospitales, donde, además de sus funciones propias, también ofrecían propósitos educativos y de asistencia social. Todos estos privilegios o iniciativas, en comparación a otros territorios, se les atribuyen tanto al obispo Vasco de Quiroga como a los franciscanos, especialmente a fray Juan de San Miguel. Más tarde llegaron las epidemias, el cocoliztle o teretsekua de 1.576, que afectó duramente a la población indígena. A finales de siglo se llevó a cabo el programa de congregaciones impuesto por la Corona, lo que provocó el fin de muchas poblaciones menores con la reubicación y concentración de pueblos.

La lengua de los purépecha se considera una lengua aislada, por no haber podido relacionarla convenientemente con otras del continente. Sin embargo, también para este apartado existen sus teorías, estimaciones o creencias. En 1980, algunos lingüistas, propusieron que esta lengua estaba emparentada con otras del suroeste de los Estados Unidos, pero de igual manera, otros especialistas como Swadesh, opinan que forman parte del grupo maya-totocano, donde los clasificó.

La economía de los purépechas se basa principalmente en la pesca del charal y la sardina, pero existen otras ocupaciones productivas también importantes, como la artesanía, los juguetes de madera, artículos de cobre, utensilios de cocina, mascaras, muebles rústicos, cerámica, etc.

Sus viviendas tradicionales se construyen de adobe y madera, con el techo de hojas de palma. Las casas de adobe se construyen principalmente en las regiones del lago y la Cañada y hacia los Reyes y Tingüindín, en cambio, las de madera se hacen en la sierra. En la actualidad los materiales modernos van sustituyendo a los tradicionales. Suelen ser de planta cuadrada con techo a cuatro aguas, tapanco y puertas de golpe. Se utiliza como habitación taller artesanal y bodega para productos agrícolas. Cuando terminan la construcción sacrifican un chivo y lo cuelgan de las vigas que forman el triangulo principal de la casa, por fuera colocan una cruz. Suelen tener un pequeño huerto, donde crían animales domésticos y siembran verduras, árboles frutales y plantas medicinales.

La mayoría de la población purépecha practica el catolicismo. La religión prehispánica de este grupo era del tipo politeísta, con la creencia de un principio creador conformado por una parte masculina (Curicaheri) y otra femenina (Cuerahuáperi. También existía la "palabra", "soplo divino" o "mensajero", llamado Curitacaheri. Esta triada se puede ver como la representación de la madre, el padre y la creación del nuevo ser.