OPINIÓN: El Gobierno no da señales de desinflación


18-9-2010 - La única variable que manejan en el Ejecutivo es la de un dólar fijo a cuatro pesos, una mala noticia para la producción local.

No hay virtualmente ningún instrumento de política económica que permita proyectar un escenario viable de desinflación al menos hasta el cambio de gobierno, en diciembre de 2011. Una vez más, el proyecto de presupuesto nacional para el año próximo se desentiende del problema (proyecta un insólito aumento en los precios al consumidor de 8,9%), dejando en evidencia que el gobierno esconde la inflación para aumentar sus ingresos, licuar el gasto y hacer que los tenedores de pesos (los “acreedores” del Central) pierdan poder de compra por el conocido impuesto inflacionario.

La reciente decisión de convalidar el aumento del gasto agregado con un relajamiento de las metas monetarias del Banco Central es parte de esta lógica. Es peligroso que el gobierno decida explícitamente no coordinar las expectativas de inflación a la baja. Hoy, según la encuesta de la Universidad Di Tella, están en 25% anual, en línea con la inflación real y esperada para 2011. La inercia de precios ya fija un piso de 20% para el año que viene.

La tasa “crucero” de la inflación actual es 1,5% mensual. Se volvió a acelerar en agosto, luego de un par de meses más cercanos al 1%. A diciembre, el IPC estará en 23-25%. Hacia finales de año podría ocurrir una cierta moderación en las alzas en alimentos (pese a que acumulan 32% en 12 meses) porque debería atenuarse, por caso, la escasez de carne vacuna frente a un mejor clima. Un mayor alineamiento de la inflación en alimentos al resto del índice (sin servicios regulados), algo que ocurrió en el segundo y tercer trimestres de 2009, es un escenario con cierta probabilidad. De alguna manera, se pasaría de una inflación explicada en alguna medida por shocks de oferta en alimentos a una inflación más horizontal a todos los ítems del IPC, más “subyacente”.

Las políticas expansivas de demanda (como la asignación universal por hijo, el aumento de las jubilaciones, la inyección de excedentes fiscales), de todos modos, limitan la chance de una desaceleración significativa en los aumentos de precios de los alimentos.

Un punto importante para entender si la inflación se acelera o no es el papel que adoptará el gobierno en las futuras negociaciones salariales. Con elecciones por delante, al menos intentará que los trabajadores formales (60% del empleo total) sigan de cerca la inflación esperada. Como buena parte del sector empresario está cada vez más lejos del calor oficial, aquel sería el mejor resultado esperable: el riesgo, en cambio, es continuar presionando las estructuras de costos, en particular de las pymes, y desalentando la creación de empleo, uno de los grandes ‘ausentes‘ de la recuperación del último año.

El tipo de cambio semifijo -el dólar de 4 pesos- es la única herramienta del control de la inflación que propone el gobierno hasta las elecciones. Los ajustes de paridad nominal serán de algo menos que la inflación INDEC, lo que deja cierto margen para actuar sobre el precio de los transables (como los alimentos). Esta política que atrasa el tipo de cambio es, sin embargo, de alto riesgo, porque incentiva que se aceleren aún más las importaciones, y que las cuentas externas pierdan, en forma progresiva, el superávit. En contraposición, el Banco Central, con atraso cambiario, puede cumplir con más comodidad con las metas monetarias, comprando menos divisas para evitar la apreciación nominal del peso, en especial en los meses de cosecha.

Pero para la producción local la combinación entre dólar casi fijo e inflación es una muy mala noticia. Es mala también para los que están fuera del mercado de trabajo, para los que ven oportunidades de inversión y demanda a satisfacer pero que perciben un horizonte muy corto de planificación, y para los consumidores, que saben que estas experiencias, al menos, deben ser corregidas en algún momento. Y esas correcciones, si llegan antes del estallido, en general son costosas, implicando menos trabajo y menos actividad económica.
Ricardo Delgado Economista y Director de Analytica - www.cronista.com