Achires y Guasaves

De los achires y guasaves, o tamazules, es poco lo que se conoce. Los montículos de conchas y depósitos de restos marinos que se encuentran, sobre todo en las zonas costeras de la región de Guasave, es de las pocas pruebas de su existencia que nos quedan. Sin embargo, a pesar de su incultura aparente, en las cuevas existentes en la bahía de Navachiste podemos encontrar reflejado en sus paredes la expresión que dejaron plasmada, los sentimientos de admiración por la naturaleza. En ellas nos dejaron pintadas las figuras alusivas a fenómenos naturales, al sol, al hombre y algunos animales. Tantos unos como otros se perdieron sin apenas dejar testimonio de sus existencias, aunque se cree que se fueron mezclando e incorporando a otros grupos más desarrollados.

Los dos grupos eran nómadas, vivían a la intemperie y no conocían la agricultura. Y su lenguaje no pertenecía a ningún otro grupo indígena del estado mexicano de Sinaloa. Los achires habitaron en la zona costera de los municipios de Angostura, Navolato, Elota y parte de San Ignacio; aunque la desembocadura de los ríos Culiacán, San Lorenzo y las playas cercanas al río Elota, también se pueden considerar parte de su territorio. Fueron un grupo aguerrido cuando se trataba de defender sus propiedades, pero también se le tiene por un pueblo pacífico y afable, tuvieron disputas con otros grupos vecinos, los Tahues y Acaxees, especialmente por la sal, pues ellos eran los dueños del territorio donde se situaban las salinas. Tanto unos como otros siempre salieron derrotados por los achires, pues eran buenos en el manejo del arco y las flechas.

Por parte de los guasaves o tamazules no se aprecian diferencias evidentes en su comportamiento y costumbres con respecto a los achires, quizás porque no es mucho lo que se puede comparar entre los dos grupos étnicos. Habitaban al norte de los achires, en la región costera del municipio de Guasave y un poco en la parte norte del municipio de Angostura. Al igual que sus vecinos del sur basaban su alimentación en la pesca, en el pescado, almejas y otros mariscos, que extraían de las marismas y esteros por donde vagaban; en las iguanas, culebras y ratas, que cazaban en el campo, y de raíces de camotes y sayas, así como de otros frutos silvestres que recolectaban, guayabas, pitahayas, guamúchiles, papachis, etc.

Su estatura, elevada, y superior a la de cualquier otro grupo de indígenas, fue una peculiaridad que sorprendió a los españoles, y aunque no cosechaban el algodón o el maguey, como otros grupos, sí desarrollaron gran habilidad para el tejido de petates, con lo que se protegían de las inclemencias del sol y les servían como lecho. Sabían tejer la paja y el tule para fabricar cestos y pequeñas balsas para navegar en las inmediaciones del litoral, por donde deambulaban en bandas integradas por individuos emparentados. Entre ellos no existía estratificación social alguna, aunque a los adultos y mayores le reconocían cierta autoridad. Su religiosidad era simple, semejante a la de los cahitas, que creían en un ser superior y lo personalizaban en las fuerzas naturales, el viento, el mar, el rayo, la tierra y el agua, a las que ofrendaban para pedir buena pesca y copiosas recolecciones de frutos de la tierra; los chamanes curanderos también ocupaban un papel importante dentro del grupo étnico.

Como expongo al principio, no son muchas las referencias que quedan de estos dos pueblos indígenas ya desaparecidos, y al igual que en otras ocasiones, decidí incluirlos a los dos, a los achires y los guasaves o tamazules, por su cercanía, tanto en territorio como en costumbres, porque sería casi calcar lo dicho de uno en el apartado correspondiente al otro. Para dar fin a esta mirada por estos grupos étnicos incluiré una referencia que sobre los achires hace Luís Navarro García en su libro Sonora y Sinaloa en el siglo XVII. "Un cuarto de legua más abajo de la villa de Culiacán, se une al Tamazula el río de Humaya, y de la junta se forma un poderoso brazo de agua que va a meterse en el mar catorce leguas adelante, en la llamada provincia de los achires. La tierra de los achires tenía su principio en el pueblo de Guachimeto: de aquí al mar había diez leguas de despoblado, "y en ella anda una nación de indios desnudos que llaman achires, que ni tienen población, ni siembran, ni cogen, porque toda su ocupación y contratación es en la pesca del mar que hacen en el puerto de Guayabal". De los achires no volvemos a saber hasta 1672, fecha en la que, tras haber estado reducidos a pueblo en alguna de las misiones jesuíticas de la vecina provincia de Sinaloa, se habían vuelto a sus marismas y pesquerías".







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