Mames


Mame deriva del vocablo mam, de la lengua quiché, que significa "padre", "abuelo" o "ancestro". Nombre que reciben en Guatemala y Belice las deidades de las montañas que riegan los cultivos. Sobre la organización política y territorial de los señoríos mames en el Postclásico Tardío no es mucho lo que se conoce, no así de su protagonismo respecto a algunos acontecimientos que se dieron durante la conquista española. En la antigüedad, esta etnia maya ocupaba gran parte del Altiplano guatemalteco y de la frontera serrana de México, llegaron a controlar un amplio territorio que comprendía los departamentos de Huehuetenango, San Marcos, y casi la totalidad de los de Totonicapán y Quetzaltenango en Guatemala, y los municipios mexicanos de Motozintla, Mazapa de Madero, Cacahotán, Unión Juárez y Tapachula. Pero esto fue antes de que se produjera la triple alianza quiché, en el siglo XIV, cuando la expansión territorial que provocó esta alianza dejó sin el control que hasta ese momento tenían sobre los departamentos de Totonicapán y Quetzaltenango, en detrimento de los quichés, aunque se desconoce al respecto detalles de la incorporación sobre la parcialidad de dichos territorios. Sin embargo, sí se sabe que muchos plebeyos se quedaron y fueron sometidos por el pueblo que los conquistó, como prueba está la persistencia en la cerámica tradicional de los mames en la región.

Estos acontecimientos producidos sobre los territorios mames empujaron a la etnia a trasladar de lugar el centro de poder al noroeste. La capital de lo que parece ser el señorío más poderoso en la región fue Zaculeu, en el departamento de Huehuetenango, aunque los mames la conocían con el nombre de Xinabajul. Era uno de los centros que el señorío mam tenía en la fértil cuenca del río Selegua y estuvo ocupado durante un largo periodo, desde el Clásico Temprano hasta el Postclásico Tardío, unos 1200 años aproximadamente. En la actualidad se desconocen cuales eran los límites que determinaban el territorio del señorío mam, aunque hay que tener en cuenta, como sucedió en otros casos del Altiplano guatemalteco, que los límites coloniales y los municipales de la actualidad coincidan en divisiones y subdivisiones políticas. Partiendo de esta posibilidad la frontera del territorio de este señorío mam, estaría supuestamente en el oriente entre los municipios de Aguacatán y Chinantla. En el norte se ubicaría entre los municipios de Chinantla, Huehuetenango y San Sebastián. También se podría aceptar el Pueblo Viejo Malacatancito como sitio fronterizo por lo cercano a los límites quichés en los departamentos de Totonicapán y Quetzaltenango. En cambio, por el suroeste, ya no está tan claro el asunto, aunque la presencia de un sitio arqueológico dentro del municipio de Santa Bárbara, llamado Chicol, puede desvelar las dudas al respecto.

El desconocimiento sobre su organización local y territorial es prácticamente total, y no se sabe si contaban con entidades territoriales del mismo corte del chinamit quiché o del molam de los pokomanes, aunque sí se conoce que existía la misma distinción social entre aristocracia y plebeyos que se daba entre la rama quiché y otros grupos del Altiplano. De la misma manera se puede afirmar que la influencia del señorío Zaculeu llegaba más allá de sus fronteras, aunque no se diera el dominio político.
Sobre la conquista, también se conoce que estaban aliados con los de cuilco e ixtahuacán, pues de ambos lugares llegaron refuerzos en la defensa contra los españoles. En este apartado hay que resaltar la posición de dignidad que asumió el pueblo mame en la lucha contra los conquistadores, y la colaboración que ofreció a las otras comunidades nativas. Como ejemplo cabe destacar la participación singular que tuvo apoyando la defensa y resistencia que presentaron los pueblos quichés, a pesar de las diferencias que tenían entre sí desde finales del siglo XV, provocadas por el expansionismo que estos últimos llevaban a cabo sobre la región noroeste de Momostenango.

La lengua de los mames, el mam, es hablada por algo más de medio millón de personas, pertenece al tronco maya y es la tercera más hablada de esta familia lingüística.
Los mames en la actualidad viven principalmente en la región de la Sierra de los Cuchumatanes, la región montañosa no volcánica más espectacular de Centroamérica, situada entre el norte del Río Cuilco y al norte y oeste del Río Negro Chixoy. Geográficamente se localiza en dos departamentos de Guatemala, Huehuetenango al oeste y Quiché al este; así como en los municipios mexicanos de Unión Juárez, Cacahoatán, Tapachula, Motozintla, Mazapa de Madero, Frontera Comalapa y Amatenango de la Frontera. La población que alberga la región ronda 750,000 habitantes del lado guatemalteco y los 35,000 en el lado mexicano. Tres de cada cuatro indígenas hablan una lengua muy parecida entre sí, entre las que destacan la aguacateca, ixil, jacalteca, kanjobal, quiché, uspanteca y mam. El nombre Cuchumatán significa "aquello que fue reunido por una fuerza mayor", y deriva de la combinación de dos palabras mames: cuchuj, "reunir", y matan,"por la fuerza".

Los mames viven de la agricultura principalmente, entre la que se han consolidado las cooperativas de agricultura orgánica que han tomado el rumbo en el rescate de sus raíces culturales. La historia de estas cooperativas agroecológicas viene del encuentro de los campesinos pobres en busca de opciones y un grupo de religiosos marcados por las enseñanzas de la teología de la liberación. Los campesinos indígenas que estaban acostumbrados a trabajar cada día de sol a sol en las fincas de café llegaron a este encuentro con una larga experiencia de lucha por condiciones de vida más justa. Por parte de los religiosos la búsqueda se centraba en los problemas macroeconómicos y en nuevas alternativas para las problemáticas locales. En la parte mexicana no todos los mames son socios de las cooperativas, sin embargo, el ver cada día cómo sus hermanos de etnia recogen el fruto les empuja cada vez más a formar parte de esas cooperativas.

La religiosidad de los mames se apoya en las creencias católicas, evangélicas y en la religión maya.

Lencas


La situación geográfica del pueblo lenca se localiza en la parte sur de Honduras y el oriente de El Salvador. Una de las teorías respecto al origen de este grupo está basada en que son descendientes directos de los grupos mayas, desplazados hacia el otro lado del río Lempa por las migraciones mexicanas, hasta la situación que actualmente ocupan. El nombre que dan a este enclave es el de Chaparrastique, que en la lengua potón significa "Lugar de hermosas huertas". Actualmente, los 137.000 componentes que aproximadamente existen de esta etnia, se asientan principalmente en los departamentos de Lempira, Intibucá y La Paz en Honduras, y La Unión, San Miguel y Morazán en El Salvador.

La creencia que existe sobre los lencas es que son contemporáneos a los mayas, e incluso algunos textos lo identifican como parte de ellos. La historia dice sobre su existencia que desde la época precolombina ocuparon diversas tierras de lo que hoy se conoce como parte del territorio perteneciente a El Salvador y Honduras. Quelapa, en territorio salvadoreño, es un enclave en la identificación arqueológica de los lencas, un sitio que se considera habitado y gobernado por sus antecesores, interrumpidamente desde el 500-400 a.C., periodo preclásico medio tardío, hasta alrededor del año 1000 de nuestra era, periodo clásico tardío.

En el siglo XVI, fecha a partir de la que se pueden encontrar más referencias sobre este grupo étnico, cada dialecto tenía su propia confederación, divididos cada uno de ellos en señoríos que a su vez eran constituidos por varios pueblos. Cada uno de estos pueblos lo gobernaba un señor principal al que asistían cuatro tenientes, y que era relevado en sucesión por su primogénito. Parece que entre sus costumbres y forma de vida estaba la guerra, por lo común que se tenía esta actitud bélica, entre los mismos señoríos de las confederaciones o con otros pueblos vecinos con diferente idioma, como los pipiles o los mayas, entre otros. La captura de esclavos y la ampliación de sus territorios estaban entre sus objetivos primordiales, aunque también eran comunes las treguas en ciertos periodos del año entre los señorios lencas, treguas que aún hoy son recordadas con la ceremonia del Guancasco.

Para la historia también ha quedado la tenaz resistencia que ofreció el pueblo lenca en la reconquista, que dejó como máximos exponentes a Lempira, Mota y Entepica, caciques que dirigieron la defensa de sus gentes, sus tierras y su cultura. La defensa de unos intereses en común forjó la rebelión que unió a las tribus (care, cerquin, potón) organizadas en una sola confederación para luchar contra el enemigo invasor. Mota se encargó de liderar a los caciques lencas que defendieron el Cabo Gracia de Dios; Entepica fue el señor de Cerquin y cacique de Piraera; y Lempira se encargó de organizar una guerra de resistencia que duró cerca de 12 años y que dio fin en 1537, con su propia muerte.

El término lenca, que define a este grupo, fue designada por el viajero e investigador E. G. Squier, en 1853, quien escuchó de los indios Guajiqueiros llamar a su lengua con este vocablo, que significa "lugar de muchas aguas".
Su área cultural se registra geográficamente en tres zonas: care en Intibucá, La Paz, norte de Lempira y Santa Bárbara; cerquin en centro y sur de Lempira y sur de Intibucá; potón en oriente de El Salvador y La Paz.
Las lenguas asociadas con la etnia lenca son el potón y el ulúa. Sin embargo, hay que destacar que la lengua que hablaban estos indígenas se extinguió casi en su totalidad, entre las últimas décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX, en la actualidad solo se conocen algunas palabras del potón. La afiliación con otros idiomas está en disputa entre lingüistas que, como Campbell asegura, aún está sin clasificar. Según el lingüista costarricense Adolfo Costanela Umaña, es un idioma con raíces del chibchano, con mucha influencia Náhuatl, y de las mayas como yucateco y chol.

Los lencas son cazadores y recolectores, se dedican a la agricultura y también a la pesca, costanera y en el litoral. Durante algunos meses del año se trasladan a las fincas cafetaleras a participar en las cosechas, debido a que en el sur de Intibucá, La Paz y Lempira, la lluvia es inexistente de seis a siete meses al año, lo que provoca que sus pequeñas parcelas de terreno se vuelvan improductivas durante ese tiempo. La alfarería lenca de Honduras es de enorme interés y se exporta a Estados Unidos y Europa como utensilios de decoración domestica

La religión que profesaban los antiguos lencas era politeísta que veía la realidad desde un punto de vista animista, sus creencias se basaban en el nahualismo y organizaban sus dioses jerárquicamente. Los principales eran Itanipuca, "el gran padre", e Ilanguipuca, "La gran madre", la importancia del chamanismo era reducida y por lo general eran mujeres. En la actualidad es el sincretismo religioso el que prevalece, asociando a Cristo y a la Virgen María con Itanipuca e Ilanguipuca.

Lacandones


Hach winik, de esta manera es como se llaman así mismos los indígenas de la etnia lacandón, que quiere decir "verdaderos hombres". Este vocablo, lacandón, se cree que se refería a un grupo que vivía en una isla del río Lacantún en el extremo sur de la selva, en tiempos de la reconquista, y que hablaban el idioma chortí. Se autodenominaban "los de Lacantún", que en chortí significa "gran peñón" o "piedra erecta". El término lacandón viene de la españolización del vocablo que utilizaban para autodefinirse los de esta etnia.

En 1530 tuvo lugar el primer encuentro entre lacandones y los conquistadores españoles, en el territorio donde geográficamente estaban definidos como etnia desde sus orígenes. Este territorio, reducido, en el que habitaban, se sitúa en el sur de la selva lacandona, y tiene como centro la laguna Lacan-Tun, hoy conocida como Miramar. Por su lengua se le consideraba parte de la familia lingüística que ocupaba por aquel entonces un extenso territorio, que formaba media luna, desde el río Cupilco en el estado de Tabasco hasta el río Ulúa en Honduras. Los lacandones fueron un pueblo insumiso que no se dejó someter hasta bien entrado el siglo XVII, a la par que los itzáes del Petén.

A finales del siglo XVI, una expedición militar proveniente de la ciudad de San Cristóbal de las Casas destruyó la ciudad lacustre que habitaban, este ataque les obligó a huir y retirarse hacia el suroeste, a pocos kilómetros del río Lacantún, donde se asentaron y levantaron una nueva cabecera que llamaron Sac-Bahián. Este retiro geográfico les permitió que continuaran su independencia por un siglo y medio más, pero finalmente, en 1695, Sac-Baián fue invadida por tropas españolas procedentes de Chiapas y Guatemala, lo que les obligó a someterse a los conquistadores.

Aún así, la extinción de aquel pequeño grupo de indígenas no se debió al uso de las nuevas armas llegadas desde otro continente, los condicionantes para su exterminio se debieron en gran medida a las epidemias, deportaciones y encarcelamientos colectivos. Para dar fin a este proceso de aniquilación al que fueron sometidos los lacandones, los españoles trasladaron a los remanentes de la etnia al poblado de Dolores, cerca de la frontera con Guatemala, para más tarde continuar el exilio a Santa Catarina Retalhuleu. Fue aquí, en este último enclave, donde en 1769 se documentaron las tres últimas personas pertenecientes a la etnia, dos hombres y una mujer ancianos. La selva lacandona estuvo prácticamente desierta en el periodo que comprenden los siglos XVIII - XIX.

Los lacandones de hoy son el fruto de la mezcla de distintos pueblos, provenientes de la Península de Yucatán y del Petén guatemalteco. Se cree que los emigrados pertenecían a varios grupos asentados en una vasta región de habla maya-yucateco, que abarcaba no sólo la selva chiapaneca si no también parte de Yucatán, Petén y Belice, y que se diferenciaban e identificaban a través de un amplio sistema de linajes. En principio se asentaron en la selva lacandona formando pequeñas colonias, a las que se fueron agregando fugitivos de otras zonas con diferentes lenguas, tzeltal, tzotzil, tojolabal y chol. El hecho que los nuevos asentados tuvieran en común con los antiguos lacandones la rebeldía, fue el motivo por el que los españoles e indios pacificados de Chiapas les continuaron llamando con el mismo vocablo.

La localización del pueblo lacandón se sitúa en el estado mexicano de Chiapas y parte de Guatemala. Se dividen en dos grupos, denominados los del norte, que habitan principalmente en las localidades de Nahá y Metzaboc, y los del sur, ubicados en la localidad de Lacan ha Chan Sayab. El número de habitantes ronda el millar y su lengua es un dialecto del maya-yucateco, en todas las comunidades lacandonas se mantiene y se usa el idioma maya de forma cotidiana oralmente, sólo unos pocos integrantes se han interesado en desarrollar su escritura.

La agricultura de subsistencia es principalmente el sistema productivo de los lacandones, el café, cacao, tabaco, albahaca, hierbabuena, son sus producciones más importantes, en una extensión de territorio que se aproxima a las 662.000 hectáreas y que representa para este pueblo un vasto cúmulo de recursos naturales. El uso múltiple de la tierra, en la que aprovechan varias zonas ecológicas, la milpa, la selva, el acahual, y las zonas acuáticas y semiacuáticas, les posibilita una extensa variedad de productos, animales, vegetales y minerales. El sistema de roza, tumba y quema, es el más utilizado en la agricultura. Otras actividades económicas como la ganadería son de vital importancia para este pueblo, en los terrenos que se encuentran en periodo de descanso o barbecho. También se practica la caza y la pesca.

Las viviendas de los lacandones se sitúan cercanas a ríos, arroyos o lagunas, lo que les permite, además de la pesca, el abastecimiento de agua potable. Consisten en un cuarto como dormitorio y otro como cocina, que bien pueden ser de forma rectangular o circular, el material de construcción es básicamente hojas y fibra de palma, aunque en la actualidad se van modificando costumbres y se utilizan maderas y láminas metálicas. El fogón es imprescindible en cualquier cocina, que además de utilizarse para preparar los alimentos, es aprovechado para calentarse en las noches frías, para ahuyentar a los insectos y para ahumar y conservar la carne.

El patrón de asentamiento tradicional se caracteriza por núcleos de parientes que oscilan entre 6 y 15 individuos, agrupados en torno a un jefe, que suele ser el miembro familiar de más edad y que sirve de guía espiritual. La poligamia era una práctica extendida entre los lacandones en décadas pasadas, hoy en día, y a causa de la introducción de prácticas protestantes, se tiende a formalizar el matrimonio con una sola mujer. Las creencias religiosas de los lacandones están basadas en el Cristianismo, protestantismo y catolicismo, sincretizadas con la religión maya.

Kunas


La localización del territorio kuna se sitúa mayormente en el noroeste de Panamá, en una vasta red de aldeas sobre el archipiélago de Las Mulatas, compuesto por más de 360 islas y arrecifes, en el que son propietarios colectivos de tres comarcas: Kuna Yala, Madugandí y Wargandí, donde viven, según el censo del 2000, más de 61.700 habitantes. Pero también sus asentamientos se extienden más allá de las fronteras panameñas, en la vecina Colombia se hayan dos resguardos indígenas que componen más de 1.160 habitantes, en Arquía, Chocó, y en Caimán Nuevo, Necoclí, Antioquia, Golfo de Urabá.

Cuando llegaron los españoles al nuevo continente los kunas habitaban en la región de Urabá y otras zonas limítrofes de Antioquia y Caldas. Hasta Colombia llegaron desde Panamá en la última migración Chibcha hacia el oriente. El contacto entre los nativos y los extranjeros no se dio hasta 1500 o 1501, cuando Alonso de Ojeda y Vasco Núñez de Balboa comenzaron las primeras expediciones españolas a la conquista de Antioquia, recorrieron la Costa Caribe colombiana y el Golfo de Urabá, y fue aquí, en este último lugar, donde se establecieron durante bastante tiempo y donde por primera vez tomaron contacto con el pueblo kuna.

Con respecto a las migraciones de esta etnia, desde los bosques de Darién oriental húmedo y el norte antioqueño de Colombia hacia San Blas, Panamá, existe un amplio consenso de que fue debido a las guerras que mantuvieron con sus enemigos los catíos, sin embargo, por encima de esta causa existe otra de mayor calado y más influyente, fue por el maltrato que recibían de los conquistadores españoles. Este abuso por parte de los hispanos recién llegados les obligó a aliarse con los también extranjeros y expedicionarios ingleses en contra de los primeros. La alianza con los piratas, a los que escondían por los ríos del área para atacar a los españoles, les reportó como castigo una Real Orden por parte de la Corona Española para extinguir al pueblo kuna.

La orden de aniquilamiento se llevó a cabo en una expedición que contaba entre sus números con negros e indios al servicio de la Corona, obligándoles a desplazarse hacia las cabeceras de los ríos Tuira y Chucunaque. Se supone que el curso bajo del río Atrato, en Colombia, fue el canal utilizado para dispersarse por el oriente de Panamá. No consiguieron aniquilarlos como pretendían, en cambio el desplazamiento hacia suelo panameño hizo que la cultura de este pueblo floreciera con más arraigo y energía en Panamá que en Colombia, donde sus tradiciones se han perpetuado con éxito.

En 1870, y por ley, fue creada por Colombia la Comarca Tulenega, pero con la independencia de Panamá, en 1903, se dejó de reconocer esa ley y el territorio de los kunas se dividió en dos. En 1938, el estado de Panamá creó la comarca de San Blas, conocida como Kuna Yala y en 1953 se aprobó "La Carta Orgánica Kuna", mediante una ley, la que establece las autoridades de la comunidad indígena, convirtiéndose así en el primer pueblo indígena en adquirir los derechos sobre sus territorios. La máxima autoridad política es el Consejo General Kuna, en el que participan las tres Sáhilas Generales, el representante del gobierno panameño, todos los sáhilas de cada una de las islas, los voceros, los representantes de todas las comunidades y cuantos kunas deseen asistir al mismo. En estas reuniones se perfilan democráticamente los asuntos económicos, sanitarios y de educación que afectan al pueblo kuna. Igualmente existen los congresos locales de cada pueblo, que dirigen los sáhilas y se reúnen al menos dos veces por semana, donde todos los adultos de ambos sexos están obligados a participar. En 1992 el gobierno colombiano les reconoció 7.500 hectáreas en propiedad comunal.

Los kuna, o cuna, se autodenominan dule o tule, que en lengua Kuna significa "persona", y no se llaman a si mismos indios si no kunas o dule. El Kuna es un idioma que pertenece a la familia chibcha, que tiene como hablantes un número aproximado entre 50.000 y 70.000 personas. El nombre que recibe en su propio idioma es el Dulegaya, que quiere decir "lengua del pueblo". La mayoría de los kunas son bilingües, la lengua castellana se usa para la educación y los documentos oficiales pero la lengua nativa también la hablan la mayoría de los niños. De todas maneras es una lengua considerada en amenaza.

La producción económica de los kunas está basada en la agricultura de subsistencia, en la cacería y la pesca fluvial, ocupación esta última más generalizada entre las comunidades insulares, lo que constituye fundamentalmente su régimen de alimentación. La artesanía también tiene una importancia relevante, entre la que se encuentran la cestería o las hamacas que realizan los hombres, pero si por algo son famosos los kunas es por sus molas, un tejido artístico de vistoso colorido realizado con técnicas de bordado y bordado inverso. Con este tejido se hacen blusas del traje kuna femenino que acostumbran a usarlo a diario. Según la tradición kuna fue el héroe cultural Magiryai el que trajo el diseño de la mola, que en Kuna quiere decir "ropa".

Las casas que habitan son de arquitectura sencilla, sobre terrenos planos y arenosos, basadas en construcciones de caña, pero sólidas y resistentes al clima. Son de una única habitación que sirve para dormir y recibe el nombre de Nega Tumat, "casa grande". La habitación destinada para cocina y para otros quehaceres domésticos recibe el nombre de Soenga, "casa de fuego". Los poblados son mayormente insulares y los terrenos de labor en tierra firme.

Espiritualmente los kunas se consideran Olo Tule, "hombres de oro", parte esencial de la naturaleza, a los que esta los ha dotado de privilegios y potencialidades especiales. Para ellos la divinidad fluye en ambos sexos, padre y madre, y entre la naturaleza humana, animales o plantas, las energías femeninas y masculinas fluyen simultáneamente.

Kumiais


Las comunidades del pueblo kumiai o kimiai se localizan entre las mesetas costeras de los municipios de Ensenada, Tecate y Rosarito, en el estado mexicano de Baja California. Constituye la más numerosa de cuantas existen en este estado noroccidental de México, con 394.783 habitantes en sus diferentes asentamientos.

Hace 14.000 años, aproximadamente, que llegaron a la península los primeros grupos humanos nómadas de economía de subsistencia, por la ruta de la costa del Océano Pacífico. En la época prehistórica estaban completamente definidos los tres grupos tribales que existían, Pericúes, Guaycuras y Cochimíes. Los primeros habitaban la parte sur de la península, los segundos en la parte intermedia y los terceros en el norte. Paralelamente a estos últimos, a los cochimíes, era donde quedaba anotada la existencia de otros grupos nómadas, como los cucapás, paipais, kiliwas, cahillas, akulas y kumiais, todos pertenecientes al tronco yumano.

Marco Antonio Samaniego, en su Breve historia de Baja California, dice que "los kumiais tuvieron la influencia de las culturas del sur del estado de California, lo que ha generado su clasificación, junto con los paipais y los kiliwas, dentro del área cultural de California y no del suroeste. Los kiliwas estuvieron relacionados con los cochimíes, sobre todo con los clanes cochimíes más norteños (por ejemplo los juigrepa) y, a su vez, un grupo de los paipais con los kumiais y viceversa, derivando así el subgrupo kwatl con su variante dialectal entre paipai y kumiai.
Los kumiais han sido el grupo indígena más numeroso de esta región, ocupando un extenso territorio que cubre el actual condado de San Diego y parte del Valle Imperial, en Estados Unidos, y los municipios de Tijuana, Playas de Rosarito, Tecate y partes de Mexicali y Ensenada en la República Mexicana. Hacia el sur, sobre la costa del Pacífico, ocuparon hasta el área de la antigua misión de Santo Tomás y al sureste hasta Santa Catarina." También dice que: "Cuando llegaron los españoles, a los kumiais se les denominó "diegüeños" en alusión a la misión de San Diego de Alcalá. Con el paso del tiempo se habló de diegüeños del norte, del sur y del este. Después a los del norte se les llamó "ipai", a los del sur "tipai" y a los del este "kamia"."

Su idioma, el kumiai, pertenecen al subgrupo Delta/California de la familia yumana. Los territorios ancestrales de este pueblo fueron divididos por las fronteras que limitan actualmente a Estados Unidos y México, lo que provocó un resultado evolutivo divergente entre las culturas de los grupos de ambos lados. No obstante, nunca se dieron la espalda y a pesar de la separación política no perdieron del todo el contacto con sus parientes, aunque es evidente que cada día resulta más difícil mantener esos lazos étnicos, por el cada vez más restringido paso a través de la frontera.

La ocupación de los hombres kumiais se basa generalmente en la agricultura, en los campos de vid del Valle de Guadalupe, donde salen a trabajar. También siembran trigo de temporal y hortalizas de riego por bombeo, y recolectan la miel en los cerros aledaños en el verano. Las mujeres dedican su tiempo a la recolección de bellotas en noviembre y diciembre, y al cuidado del ganado caprino y vacuno. La artesanía es otra actividad productiva importante que llevan a cabo tanto los hombres como las mujeres kumiais, especialmente en los últimos años, lo que ha supuesto un considerable aumento de sus fuentes de ingresos. Elaboran cestos de junco, planta que obtienen y recogen de los arroyos, y que tiene que ser extraída sólo cuando hay luna llena.

Los cantos ceremoniales de este grupo étnico son muchos y variados, dedicados a la naturaleza, a sus héroes, a la muerte, y recuerdan sus tristezas y las experiencias vividas con los mexicanos; en sus interpretaciones vuelcan su sentir hacia la mujer y hablan de su boca y su cuerpo.

Kiliwas


Muchos de los pueblos indígenas de la América latina se extinguieron sin haber quedado recogido parte de su historia en los anales, sólo nos quedó el nombre y poco más. Este no es el caso de los kiliwas, pero casi como si lo fuera, de su pasado no queda mucho heredado y para el futuro, a tenor del pacto de muerte que han llevado a cabo los descendientes de este grupo étnico, queda cerrarlo con el suicidio étnico, pues sus miembros han decidido que no continuarán reproduciéndose, que ninguna mujer kiliwa volverá a dar a luz, hartos y cansados de tantas injusticias históricas de las que han sido objeto, principalmente del despojo de sus tierras.

Los cronistas que llegaron en tiempo de la conquista, a California y Nuevo México, no se interesaron en demasía por el pueblo kiliwa, al menos no dejaron más de un puñado de líneas escritas al respecto. Pudiera ser que la confusión que los llevó a identificarlos a menudo con otras tribus, como fue con los laymones o los cochimíes, fuera la culpable de tal indiferencia, pero no fue así, en otros casos también hubo confusión y en cambio quedaron reflejados de otra manera. Ni los jesuitas, como Eusebio de Kino, tampoco los franciscanos dejaron mucho de su presencia en Baja California, y ni siquiera los dominicos asentados en territorio paipai, como la misión Santa Catarina, dejaron escritos sobre la cultura y existencia de este pueblo.

Las últimas 54 personas kiliwas que quedan habitan actualmente en el municipio de Ensenada, en el estado de Baja California, México, abarcan el Valle de la Trinidad que se localiza entre las sierras de San Miguel, San Pedro Mártir, y el desierto de San Felipe. Su territorio étnico, al que llamaban Ko'lew nñimát, y que en el idioma kiliwa quiere decir "la tierra de nuestra gente" o "nuestra tierra", estaba situado en el paralelo 31º y tenían al norte por vecinos a los cucapá, al poniente los paipai y cochimíes, al sur a los kumiais, y al oriente limitaban con el Ni'pai, o Golfo de California. En tiempos remotos estaban divididos en doce secciones, que correspondían con los linajes, los grupos domésticos y el territorio mítico otorgado por Melti Ipa Jalá, la divinidad creadora del pueblo kiliwa. Debido a las presiones políticas los clanes kiliwas estaban dispersos en dos regiones de Baja California, Arroyo Grande y Arroyo de León. Pero a partir de 1840, los habitantes que poblaban Arroyo Grande comenzaron a desplazarse hacia Arroyo de León, donde actualmente se concentran y a lo que ha quedado reducido su territorio. Un reducto territorial que siempre ha significado un problema frente a las autoridades, que no reconocen plenamente la posesión de la comunidad indígena.

Los kiliwas eran recolectores, sobre todo de la pitahaya y otras cactáceas del desierto californiano, y cazadores, especialmente de venados, y otras piezas, en las montañas que rodean su territorio. Declarada la independencia fueron despojados de sus tierras, para después restituirlas sólo en parte, en 1970 una resolución presidencial los dotó con 26.910 hectáreas de tierras comunales. La emigración a las ciudades es el destino de las nuevas generaciones. Desde que comenzó la colonización del Valle de la Trinidad, los kiliwas empezaron a trabajar en la ganadería como vaqueros para los colonos y actualmente lo hacen para los grandes latifundistas, los mismos que les han robado sus propias tierras. La región es casi inhabitable y nula para la agricultura, por su falta de extensiones planas donde cultivar y la carencia de agua.

Las edades de los kiliwas oscilan entre los 35 y 80 años, y la ausencia de niños hace que la lengua kiliwa esté prácticamente extinta, pues son solo 5 personas las hablantes del idioma, que parece estar emparentada con la familia hokana.

Meltí Ipa Jalá, el dios coyote, es la divinidad principal de los kaliwas, el padre de todas las cosas y la personificación de la muerte. Su mitología dice que el mundo es una bolsa de cuero roja, elaborado con la piel de Meltí Ipa Jalá, y dentro se encuentra todo lo que existe: el cielo, los hombres, las estrellas, los animales, etc. También dice que el mundo se divide en dos ámbitos: el que se contempla y disfruta, y el que es etéreo y misterioso. Los dos forman parte de la misma realidad.

Kikapúes


El pueblo kikapú proviene de los Estados Unidos de América, al menos eso parece apuntar la historia, que dice que a finales del siglo XVII estaban asentados al sur de Wisconsin. Desde entonces su trayectoria ha sido un tanto inquieta, pues han estado en un ir y venir de un territorio a otro y separándose y volviéndose a unir en grupos, para quedar en la actualidad repartidos en dos países, Estados Unidos y México. Los kikapúes se denominan así mismo kikaapoa, que significa "los que andan por la tierra", y según algunos conocedores y autores de la cultura kikapú deriva de ki wika pa wa, que quiere decir "el que está alrededor" o "el que se mueve, aquí o allá".

Parece que a principios del siglo XVIII se trasladaron al oeste del lago Eire, pero no por mucho tiempo, también todo parece indicar que de nuevo regresaron a Wisconsin, para formar dos grupos, en 1730, y desplazarse hacia el sur; unos, el grupo o banda bermellón se dirigieron hacia Indiana, y el otro, la banda de las Praderas, lo hizo dirección Illinois, donde se asentó. Sin embargo, aunque se dispersaron, ambos grupos se coordinaban pero seguían diferentes políticas y movimientos. A mediados de ese mismo siglo se desplazaron hacia Missouri, donde volvieron a juntarse y desde donde se formó una tercera banda. Desde este estado norteamericano se dividieron y en cada uno de los grupos surgieron nuevos líderes, tomando también diferentes direcciones. Uno de esos grupos se dirigió rumbo a Horton, Kansas, donde continúan asentados en la actualidad; otros eligieron Arkansas y Oklahoma, donde permanecen desde entonces, desde 1800-1832, en las poblaciones de Shawnee y Mcleod.

En 1824, varios grupos de kikapúes y shawnees solicitaron permiso para asentarse en su territorio al alcalde de la ciudad de San Antonio Bexar, en el estado de Texas, perteneciente todavía a la recién constituida República mexicana. Entre las razones existentes estaba la de la ocupación de sus territorios por parte de los anglosajones. El presidente Guadalupe Victoria aceptó aquella petición de los grupos indígenas, pero pocos años después, en 1833, los colonos de Texas dependientes del gobierno de Coahuila se rebelaron y pidieron la independencia, lo que consiguieron entre los años 1846 y 1848.

Los avatares políticos de aquellos años volvieron a dejar al grupo de kikapúes sin un territorio donde echar anclas y asentarse, y de nuevo, en 1850 y junto a los seminoles y mascogos, volvieron a solicitar al gobierno mexicano un territorio donde vivir. Poco tiempo más tarde y después de reunirse con los líderes de los tres grupos indígenas, el presidente mexicano, el general José Joaquín Herrera, aceptó a condición de que los tres pueblos solicitantes defendieran a los pobladores mexicanos de los ataques de los comanches, con 200 guerreros en armas y con sus jefes indios sujetos al mando del ejercito mexicano. Y así fue, como lo cuenta la historia, quedando reflejado en el Acuerdo de la Colonización del 25 de octubre de 1850, el mismo año en el que los kikapúes juraron fidelidad al gobierno de México. Posteriormente, a los dos años, solicitaron el cambio de La Navaja, donde estaban asentados, por el de El Nacimiento, lo que les aceptaron además de admitir como colonos a los familiares kikapúes que estuvieran en territorio norteamericano.

La historia también refleja que la convivencia entre los tres pueblos que pidieron asilo en territorio mexicano, kikapués, seminoles y mascogos, no era un remanso de paz precisamente, pues en 1856 rompieron la alianza y exigieron territorio propio y regularizado, junto a herramientas y animales, para el trabajo. En 1859 los seminoles regresaron a territorio norteamericano, y en 1865, Maximiliano aceptó la petición de los kikapúes de permanecer en la posesión de cuatro sitios de ganado mayor, concedidos por el presidente Manuel Arista. La concesión de las tierras de El Nacimiento también fue reconocida por Benito Juárez, convirtiéndose causa de los enfrentamientos que surgieron con los apaches. En 1870, lo que en principio era colonia militar, El Nacimiento, se convirtió en colonia agrícola bajo las mismas condiciones.

El juramento que hicieron los kikapúes lo cumplieron a lo largo de los años posteriores, defendiendo la frontera de los ataques provenientes de los Estados Unidos, los mismos que le ofrecieron, por parte de su gobierno, trasladarlos a una reserva norteamericana con tal de apartarlos de la frontera ante la tenaz defensa que de ella hacían, ofrecimiento que los kikapúes rechazaron. En 1873 un pueblo kikapú fue atacado por 500 soldados estadounidenses al mando del coronel Mackenzie, mientras los hombres se encontraban de cacería, mataron a 16 personas y secuestraron a otras 39, trasladados a los Estados Unidos, entre los que se encontraban mujeres, niños y ancianos. Los kikapúes formaron concejo de guerra para perseguir a los invasores asesinos por el desierto de Chihuahua y el gobierno mexicano interpuso reclamaciones diplomáticas y ofreció a los invasores el regreso voluntario de los kikapúes si a cambio regresaban sus mujeres e hijos secuestrados. En 1873, 500 kikapúes se marcharon a la reserva de Kansas y otros 90, aproximadamente, decidieron quedarse en México. Los que se quedaron fueron trasladados a Saltillo y de ahí a Durango, para después, en 1874, 22 familias regresar a repoblar el Nacimiento y continuar defendiendo la frontera.

Las invasiones norteamericanas continuaron sucediéndose en Coahuila y Nuevo León, con la excusa de perseguir a los comanches y lipanes para atacar así el territorio kikapú. Para evitar conflicto con sus vecinos del norte, el gobierno mexicano trasladó a los kikapúes de San Juan Sabinas a Saltillo y de ahí a ciudad de México; algunos fueron enviados a la sierra de Tolimán, en el estado de Querétaro y otros expulsados del país o encarcelados. En 1883 fue cuando se creó la reserva Kikapú de Oklahoma, en Estados Unidos, y en 1890 el congreso aprobó entregar a cada kikapú que se integrara en el territorio 80 acres de tierra, una oferta que no fue del agrado de los kikapúes mexicanos, que de nuevo rechazaban otro ofrecimiento por parte de las autoridades estadounidenses. En 1899 los seminoles reclamaron las tierras comunales recibidas en 1850, lo que aprovecharon los kikapúes, de México y Estados Unidos, para reclamar también los títulos de propiedad de El Nacimiento a Porfirio Díaz, asunto que consiguieron llevar a buen puerto y conseguir así lo que se proponían. En los primeros años del siglo XX, unos 200 kikapúes, se trasladaron a vivir de El Nacimiento a Tamichopa, en el municipio de Baserac, Sonora, a los que se unieron poco después otro grupo procedente de Oklahoma, donde viven actualmente un grupo de unos 130 kikapúes, aproximadamente.

La lengua de este grupo étnico recibe el nombre de su pueblo, Kikapú, y pertenece a la familia algonkiniana, originaria de las tribus que habitan en los Estados Unidos, y es hablada por todos los miembros de la comunidad, junto a un deficiente inglés y español.

Los kikpúes son principalmente cazadores, y de esta actividad se abastecen de carne y pieles. La cacería tiene un carácter ritual y se realiza siempre en grupo y durante todo el año, especialmente en los meses de enero a abril. La actividad agrícola es secundaria, en pequeñas parcelas individuales cultivan trigo, avena, maíz, cebada, frijol y calabaza. También tiene importancia la recolección de nueces y chile kipín o la artesanía elaborada con pieles curtidas de venado.

Las casas de los kikapúes son de dos tipos, las indias y las mexicanas. La casa tradicional india se renueva dos veces al año, en verano e invierno, la primera es de forma rectangular, con paredes de carrizo, techo elíptico de tule y con un anexo en frente. La de invierno, de forma elíptica, tiene estructura de troncos delgados y cubiertos de tule a lo largo formando grandes tapetes. La construcción de las casas se realiza entre todas las familias en un ambiente religioso, los hombres acarrean y recolectan los materiales y las mujeres elaboran los petates o esteras. Las mexicanas son de concreto y lozas y con todos los servicios de la vida moderna.

Kitzihaiata es el dios de los kikapúes, a los que escogió como pueblo para poblar la tierra, debiéndo de cumplir sus mandatos y estar preparados para enfrentar el momento del fin del mundo, que les permitirá ir con él a cazar venados de manera permanente. Las celebraciones siempre van acompañadas de carne de venado y el momento culminante de sus oraciones consiste en el consumo de la lengua de este animal. El venado representa el centro de la vida kikapú.

Kekchíes



El pueblo maya kekchí, o q'eqchi', lleva asentado más de diez siglos en la región guatemalteca conocida por Tezulutlán o Tuzulutlán, en los municipios de Cobán, Chamelco, Carcha, Lankín, Cahabón, Tucurú y Senahú. Tezulutlán era el nombre antiguo que recibía la actualmente Alta Verapaz, que significa "tierra de guerra", y proviene del idioma kekchí y por la dificultad que tuvieron los españoles para conquistar la región, parte importante de la cual la tuvo Fray Bartolomé de las Casas a partir de 1537, con su obra evangelizadora, a la que llamó desde entonces "tierra de la Verapaz". Una década más tarde, según real cedula del 30 de octubre de 1547, fue el emperador Carlos V quien decidió cambiarle el nombre por Verapaz. Ya en el siglo XIX y por decreto del ejecutivo guatemalteco, el 4 de mayo de 1877, el territorio se dividió en dos, en Alta Verapaz y Baja Verapaz.

Los asentamientos prehispánicos de esta etnia se situaban en valles y montañas, con señoríos determinados y bien establecidos. La historia de la conquista y colonización cuenta que en el siglo XVI la región jugó un papel preponderante, no les fue fácil a los españoles su conquista pues sus habitantes les presentaron una resistencia tenaz y eficaz. Esta es la razón por la que los conquistadores llamaron a este vasto territorio con el nombre de Tezulutlán.

Los procesos socioculturales, que se desarrollaron a lo largo de la historia en la región, también influyeron en el devenir histórico de este pueblo maya. La introducción de esclavos negros africanos durante el periodo colonial y el establecimiento de grandes haciendas e ingenios de caña, o la presencia de alemanes desde finales del siglo XIX hasta poco antes de la segunda guerra mundial, cuando se introdujo el cultivo intensivo de café, fueron algunos de ellos. Este condicionante tiene su parte positiva, es la amalgama de culturas que le han dado una impronta única a la región, a la herencia prehispánica se le suma la cultura occidental de ascendencia española, la negra colonial, y la de otros grupos que se asentaron en el territorio, creando un coctel extraordinariamente rico en mestizaje.

En los últimos 30 años, especialmente, los kekchíes se han extendido hacia otros territorios cercanos e incluso hasta Belice y los estados mexicanos de Chiapas, Campeche y Quintana Roo, a estos últimos territorios llegaron especialmente en la década de los 80 del siglo pasado, cuando huyeron de los enfrentamientos violentos que se vivía en Guatemala. El pueblo kekchí se escribe en la historia de Belice desde finales del siglo XIX, desde los años 1870 y 1880, cuando un número importante de indígenas kekchíes escaparon de Guatemala del régimen de Barrios, quien les obligó a abandonar sus tierras en favor de los europeos para el cultivo del café. En Guatemala se siguen concentrando en el departamento de Alta Verapaz, pero se extienden desde el departamento de Quiché, en el occidente, hasta el departamento de Izabal, en el oriente. Al sur colinda con el departamento de Baja Verapaz y al norte con el departamento de Petén y Belice. También en El Salvador se localizan un grupo minoritario.

La lengua de esta etnia es el Kekchí, o Q'eqchi', y proviene de la rama K'iche' oriental, de la familia maya, y junto al Poqomchi', predominan el panorama lingüístico de la región. Según el censo nacional XI de población y VI de habitación del Instituto Nacional de Estadísticas, del 2002, el número de hablantes del Q'eqchi' en Guatemala es de 852,012 habitantes.

Las comunidades kekchíes se van adaptando a los nuevos tiempos pero aún conservan parte importante de sus tradiciones y creencias. Históricamente, el sistema político de los kekchíes se componía de sociedades teocratitas, con régimen despótico tributario, donde existían las siguientes jerarquías: Señores de Casas Grandes, estos eran los principales, Cabezas de Calpul eran los administradores, y los maceguales eran las comunidades agrícolas, el pueblo. Vivían en poblados muy extensos y dispersos, distantes unas de otras y comunicadas por una red de veredas.

El sistema económico de los kekchíes estaba basado en la agricultura de subsistencia, para el consumo propio y una parte para el señor de la Casa Grande. Hoy en día casi todos son propietarios de sus tierras y continúan cultivando para el autoconsumo, aunque parte de la cosecha en ocasiones la tiene que vender para poder costearse otros productos básicos del mercado. El maíz, el frijol, el chile y la calabaza son sus cultivos principales.

Las creencias religiosas del pueblo kekchí se basan en la fe religiosa ancestral, el cristianismo católico y sus diferentes ritos acompañados de comida y bebida religiosa.