Despertar tras un gran vacío



¿Cómo reconstruir mi vida?
Autor: Eduardo Armstrong | Fuente: catholic.net
Puedo alterar el sentido de muchas cosas que ocurren a mi alrededor .








La vida es entretenida y rica, es fascinante, a pesar de esos momentos en que ocurre lo que no deseamos, ella está en permanente cambio porque tiene de todo, y eso nos estimula cuando llegan las dificultades… pasarán. Apreciamos lo bueno de ella y sus maravillas, en gran medida, cuando aprendemos a valorar y apreciar sus permanentes aspectos positivos, los que en algunas ocasiones nos cuesta reconocer. Y esto ocurre cuando logramos tener consciencia de lo bueno que tenemos y de los aspectos que no deseamos tener ni tenemos.


Todo está cambiando, todo está pasando; unas situaciones que dependen de uno y otras de las que dependemos. Cuando aprendemos a reconocer el valor y la fuerza de las acciones que dependen de uno mismo y reconocemos su poder para cambiar o afectar nuestro entorno, se inicia el gran descubrimiento: Puedo alterar el sentido de muchas cosas que ocurren a mi alrededor; puedo afectar la vida de quienes me rodean según la forma en que yo viva; puedo ayudar a muchas personas a cambiar lo que ven como una limitación y sufrimiento, por algo con sentido y más valioso. No se trata de que podamos hacer desaparecer la causa del sufrimiento propio o ajeno, sino de que podemos influir en sus vidas y lograr que dejen de preocuparse tanto por lo que padecen y que comiencen a fijarse en esos olvidados aspectos que alientan y dan esperanza, que los hacen sentir nuevamente alguien valioso, y querido…


Si te sientes afectado, triste o deprimido; con o sin razones para ello, la fórmula para levantarte, luchar y vencer, está en aprender a mirar a tu alrededor, a quienes te rodean y con especial atención a sus necesidades para reconocer en qué podrías ayudarles. Tienes que salir de ti mismo, y si es posible, olvidarte de ti mismo; trata de hacer tuyas las necesidades ajenas, tómalas y vivelas como si ellas fueran tu responsabilidad, como si tú tuvieras la clave para ayudar, curar y solucionar… y llévalo a la práctica.


Suena a una locura o a una contradicción, ya que cuando no somos capaces de solucionar nuestros propios problemas debemos intentar solucionar los ajenos. A pesar de lo que nuestra mente nos diga, en este momento descubrirás un gran milagro en tu vida: En contra de lo que hemos aprendido y contra toda lógica humana, lo pequeño y lo cotidiano o lo insignificante de nuestras acciones por otra persona se pueden convertir en gigantes y con un efecto que puede llegar a transformarlo todo. Verás que muchas de esas grandes preocupaciones que nos atormentan comienzan a perder importancia frente a otras que sí tienen sentido, ya que tu verdadera vida está formada de millones de detalles diarios y cotidianos, a los que por ser tan pequeños no siempre les asignamos la gran importancia que tienen. Ellos, los pequeños gestos y acciones que hacemos en un momento de nuestra vida para mejorar o ayudar en algo pequeño un aspecto en la vida de quienes te rodean, son los más importantes para ellos y para tí mismo. Y su efecto acumulativo con el correr del tiempo (gracias a la constancia), las transforma muchas veces en grandes acciones, tan grandes que sólo es posible apreciarlas cuando en tu vida miras hacia atrás. Por eso, no te preocupes ahora de ellas ni de su tamaño, sino de mirar a tu alrededor; para reconocer a tiempo dónde, cuándo y cómo puedes ayudar a cada persona de esas con las que estás en contacto cotidiano (todas ellas son importantes para ti).


Para reconstruir una vida pueden existir varios caminos, pero uno es seguro y es el que acabo de contarte. Es seguro pero no fácil, a Jesús lo crucificaron por explicarnos y decirnos tan extremadamente claro “niégate a tí mismo y sígueme”. Seguirlo significa hacer la voluntad de su Padre, su voluntad es que seamos felices y el “cómo ser más felices” se logra encontrándolo a Él, pero ¿dónde? En el prójimo… Esto significa, en tú prójimo. ¿Porqué? Porque la felicidad verdadera sólo la encuentras por el camino del amor, y al amor verdadero se le encuentra compartiéndo; compartiendo felicidad, esto es dando amor.


¿Muy religioso? Hoy la psiquiatría moderna está llegando después de muchas vueltas a la misma conclusión, porque es natural. Pertenecemos a una naturaleza humana que nos es común a todos. A veces en la vida nos sentimos como perdidos, y quisiéramos saber quienes somos y cómo somos de verdad, si somos queridos y apreciados y cuánto,… todo esto lo puedes encontrar en quienes te rodean, porque también en ellos puedes apreciar el reflejo de ti mismo y el de tu verdadera personalidad. Pero no preguntando sino actuando; dirigiendo tu vida y acciones hacia los demás, hacia quienes te rodean y son importantes para ti porque puedes participar en sus vidas. Participar en una vida es compartir, y nuestro máximo deseo es compartir felicidad. La felicidad no llega cuando la esperas pacientemente o resignado, la felicidad llega cuando sales a buscarla, cuando sales a su encuentro. Salir a su encuentro es salirse de uno mismo para dirigirse hacia el otro buscando su felicidad antes que la propia. Esto se llama darse, eso es amor de verdad.


Si te pones a pensar en lo que has perdido, en lo que no tienes hoy, en tus sufrimientos y necesidades, el resultado será seguro: te ahogarás acosado por tus propios pensamientos sin sentido; quizás sean sentimientos reales, pero sin sentido. El sentido que le des a las cosas te motiva y estimula, te hace esforzarte y en ello te hace crecer y mejorar como persona; tú necesitas alegrías, satisfacciones que te hagan sentirte mejor, bien y feliz. Aunque eso ocurra por momentos, si esas acciones de momentos tienen un sentido valioso para ti, ellas se acumulan. Por eso, un momento puede parecer poco, pero es suficiente; porque la vida está hecha de una suma de momentos, y todos necesitamos momentos de alegría en nuestras vidas y podemos crearlos. La felicidad es la máxima alegría, una forma de explicarla es considerarla la alegría de sentirse realizado, y por eso no es gratis, cobra su precio (como todo). Pero comparado con sus duraderos beneficios su precio es insignificante; no lo dudes, págalo, porque peocuparse por lo que le ocurre a los demás antes que por lo que le ocurre a uno, y luego llevarlo a la práctica ejecutando acciones concretas sin esperar reconocimiento ni agradecimientos, como si sintieras que lo haces únicamente por hacer felíz a otro, cuesta y te costará.


En esas acciones estarás construyendo tu presente y tu futuro, estarás cambiando al mundo que te rodea y mejorándolo, estarás viendo los resultados: comprenderás mejor a quienes te rodean, por lo tanto podrás comunicarte mejor; te sentirás útil a los demás, con lo que te valorarás más; se te abrirán muchas puertas -que hoy ves cerradas- hacia un mundo lleno de oportunidades por delante para desarrollar una vida entretenida, real y con un sentido claro y verdaderamente importante.