Seris


El territorio del pueblo seri tiene su localización geográfica en el Estado de Sonora, México. En la actualidad y principalmente habitan en las poblaciones de Desemboque, municipio de Pitiquito, y Punta Chueca, en el término municipal de Hermosillo, en la costa sonorense. Sin embargo, hubo un tiempo en el que se expandían entre las cadenas montañosas, el desierto de Encinas y el Golfo de California. Sus límites hacia el sur llegaban hasta el río Yaqui, al norte hasta el desierto de Altar, al este a Horcasitas y al oeste hasta ocupar las islas cercanas como Tiburón, San Esteban, Patos y Alcatraz.

Su forma de vida nómada les llevaba a recorrer los catorce municipios actuales del estado, toda Sonora era su territorio. Se dividían en seis bandas que a su vez lo hacían en clanes, sin jefes ni gobernantes, solamente en tiempos de guerra, situaciones difíciles de recolección, caza y pesca, o por algún otro motivo especial, nombraban a quien los dirigiera, al que creían más capacitado para aquella función eventual.

El vocablo seri, que da nombre a la etnia, tiene origen yaqui. Su autodenominación es comcaac, en plural, y cmiique en singular. La lengua de los comcaac es una lengua aislada, que no pertenece a ninguna familia lingüística, sin relación genética a ningún otro idioma. La mayoría de sus componentes son bilingües y mantienen una rica tradición oral que conserva sus tradiciones y cultura. Al contrario de lo que sucede con muchos grupos étnicos, que van perdiendo número de habitantes según pasan los años y por diversas causas, como la dispersión de comunidades o la mescolanza racial, los seris continúan en crecimiento. En el año 1952 fueron registradas 215 personas y en la actualidad superan los 900, según las propias estimaciones de la etnia.

Este pueblo era todo lo contrario a lo que los conquistadores españoles buscaban cuando llegaron al territorio que habitaban, la antítesis, ni su territorio era fácilmente aprovechable, ni tenían riquezas acumuladas, su producción no era lo suficiente como para rentabilizar los gastos de la conquista y ni siquiera eran apropiados como mano de obra para cultivar o para servir. Para sus vidas nómadas no fue necesario que aprendieran o conocieran esas actividades que los españoles demandaban, y precisamente eso fue lo que les permitió mantener sus costumbres y tradiciones intactas hasta hoy.

Sin embargo, esa actitud por falta de interés dio fin con la llegada de los misioneros jesuitas durante el periodo colonial. Entre los religiosos se dieron los contactos más estables, quienes intentaron concentrarlos en pueblos con la intención de evangelizarlos y enseñarles labores agrícolas. Pero fue inútil, sus genes estaban en el desierto y hacia él terminaban por regresar, a su forma de vida ancestral. Supongo que esa actitud libertaria e independiente que lucharon por mantener los comcaac fue lo que les valió para que los catalogaran como grupo belicoso, que se dedicaban al pillaje, al robo y a la matanza del ganado de los blancos.

Un sambenito que colgó de sus espaldas, primero por parte de los españoles y después también por los mexicanos que, ante eso, lucharon contra ellos con políticas de exterminio. Un empeño que casi llegaron a conseguir, reduciendo el grupo considerablemente. Durante esa época no consiguieron evangelizarlos, nunca fueron conquistados, los fueron confinando a una parte de su territorio y obligados a aceptar intercambios comerciales nada ventajosos con los colonizadores.

En el periodo independiente apenas quedaba nada de su organización de bandas, habían conseguido desarticularlas casi en su totalidad y perdido los dominios de sus tierras continentales. Aún así, los dos primeros tercios del siglo XIX fueron los más negativos para la etnia seri. Cuando más fueron perseguidos y prácticamente aniquilados, tanto por los soldados como por rancheros mexicanos. Los que lograron huir de la hostilidad hacia ellos se refugiaron en la isla Tiburón. Sin embargo, este refugio fue perecedero, la falta de agua, animales para la caza y las enfermedades les hizo desistir y abandonar la isla, volviendo a las tierras continentales, primero para ser contratados como temporeros a comerciantes de pescado y rancheros, y después para establecerse definitivamente.

Al contrario que para la mayoría de la sociedad de aquellos tiempos, para los seris fue positiva la crisis de 1929. La mala situación económica provocó grandes migraciones de pobladores empobrecidos hacia el norte y noroeste del país. Esta desbandada social provocó el consumo de pescado y otros productos marinos más baratos que la carne de res y los seris supieron aprovecharse de ello, iniciándose un periodo de cambios en profundidad de su estructura organizativa y cultural. En 1936, y atendiendo sus demandas de apoyo, el presidente Lázaro Cárdenas promovió su organización en cooperativas de pescadores, les proporcionó los equipos necesarios y los concentró en Bahía de Kino. Una efímera localización, porque de nuevo los colonos interfirieron acudiendo al poblado indígena, hasta que se trasladaron a Desemboque. Ya en 1970 les fue reconocido su territorio en mandato del presidente Luis Echeverría, que les dotó en ejido una franja costera de 91.000 hectáreas, para más tarde, en 1975, declarar el Estrecho del Infiernillo como zona de pesca exclusiva seri y serle otorgada simbólicamente la Isla Tiburón, como posesión comunal.

Aunque sus viviendas ya se levantan con bloques de hormigón, aún hoy se pueden ver algunas tradicionales, paravientos de hierbas acomodadas y otros materiales, como carapachos de caguama, encima de un armazón de ocotillo, doblados y amarrados formando una especie de túnel. Son unifamiliares y adecuados para una vida nómada.

Además de la pesca, la artesanía tiene su importancia en la economía de los seris. El tallado de la madera de palo fierro, el tejido de canastas de planta haat (torote o ensangrentado) y la elaboración de collares, de huesos y conchas principalmente, son algunas de estas artesanías.

La tradicional creencia religiosa de los seris es animista. La interpretación que tienen del mundo, sus ritos, fiestas y demás manifestaciones culturales tienen un carácter estrechamente relacionado con la naturaleza y con los aspectos biológicos y sociales del grupo.

Sakapultecos


El grupo étnico sakapulteco se localiza en la ciudad de Sacapulas, en el departamento de El Quiché, Guatemala. La palabra Sacapulas proviene de la lengua náhuatl: Zaca (forma reducida o abreviada de zacatl) y pulo (paja), que viene a significar "zacate desmenuzado". En el Popol Vuh también podemos encontrar otra manera de mencionarlo, lo hace como: Tuhulhá, Tuhal o Tuj, que quiere decir "baños de vapor" o "temascal". Y por si no nos quedamos satisfechos pensando que igual estas maneras de interpretar Sacapulas no son las correctas, existe una tercera versión por parte de los vecinos del municipio. La que dice que, en sakapulteco, significa sac: blanco, pulhá: semilla de maíz, que traducido quiere decir "la tierra del maíz blanco".

En la época prehispánica, Sacapulas fue la capital de un poderoso señorío, un centro estratégico importantísimo en el comercio, especialmente por sus yacimientos de sal. Los únicos existentes prácticamente en todo el territorio de influencia Kiche'. Entre los años 700 y 900 de nuestra era algunos territorios del señorío cayeron en poder de los toltecas, lo que produjo una fuerte influencia de esta cultura y a la vez una buena relación de paz y convivencia, al igual que con otros grupos étnicos de la región, kakchikeles, rabinales y tzutuhiles, que aunque frágil, poco a poco las alianzas se fueron fortaleciendo por los casamientos entre los diferentes linajes.

A la llegada de los españoles, y tras derrotar Francisco de Castellanos a Uspantán, el territorio fue conquistado en 1530. Algunos años más tarde, en 1549, eran los españoles Antón de Morales y Juan Páez los que se beneficiaban de la encomienda y el producto principal que recibían era la sal. A partir de ese año los misioneros dominicos comenzaron a reunir a la población nativa en las llamadas "Reducciones o pueblos de indios, en cumplimiento de una Cédula Real de la Corona Española y siguiendo instrucciones de Pedro Ramírez de Quiñones. No tardó en construirse el convento dominico, en 1553, y en convertirse en el centro de expansión católica más importante en la región Quiché y en enlace de los centros de Chiapas y las Verapaces. 50 años después de su fundación, el convento de Sacapulas tenía a su cargo 14 pueblos y 3.340 indígenas que pagaban diezmo. Sin embargo, a partir de dar comienzo el siglo XVII fue perdiendo importancia, hasta quedar anexado al convento mayor de Santa Cruz del Quiché.

A principios de la última década del siglo XVII Sacapulas fue dividido en 6 comunidades: San Pedro, San Sebastián, Santiago, Santo Tomás, San Francisco y Santo Domingo, quedando ésta última en la más grande y rica por la posesión de las salinas. Una circunstancia que provocó numerosos conflictos entre las comunidades por el control de las tierras, especialmente donde había sal.

Sacapulas fue declarado "Monumento Nacional Pre-colombino" por acuerdo gubernativo del 24 de abril de 1931. Posee varios sitios arqueológicos: Chuitinamit, Tierra Blanca, Xolcopol y Xutixtiox.

Los sakapultecos se dedican especialmente a la agricultura. Es uno de los municipios más productivos del departamento de El Quiché, y durante todo el año se producen verduras, como: tomate, cebolla, aguacates, manías y en la época del verano, mangos, naranjas, limones, nances, papaya, caña de azúcar, maíz y frijol. También es importante su producción de sal negra. Otras actividades laborales y económicas son la elaboración y venta de dulces típicos, melocha, alfeñique, alboroto de colores y otros tradicionales.

El sakapulteco es una lengua mayense, relacionada con el quiché, y son unas 10.000 personas aproximadamente las hablantes.
La religión que predomina entre los sakapultecos es la católica.

Sabaibos


Sobre el pueblo indígena sabaibo es tan poco lo que se conoce que casi todo son suposiciones. Sí se conoce que, antes de su extinción, era un pueblo nómada que habitó en los estados mexicanos de Sinaloa y Durango, en este último exclusivamente en la zona serrana. Dentro de territorio sinaloense lo hicieron en el municipio de Culiacán en la cuenca del río San Lorenzo, en su parte media, y sus caseríos se asentaban en los poblados de Quilá, Tabalá y Alayá. También en el término municipal de Cosalá, en los pueblos de Quetzalla principalmente.

Estuvieron muy relacionados con los acaxees y pacaxes, con quienes convivieron. Los sabaibo, además de cazar y recolectar frutos silvestres, también practicaban la agricultura, y entre sus cultivos estaban el maíz, frijol, chile y calabaza. De igual modo, algunos historiadores creen que los sabaibos y los acaxees no sólo convivieron si no que también estaban emparentados lingüísticamente, al igual que con los xiximes.

Carl Ortwin Sauer dice en su libro Aztatlán: "La separación que Orozco y Berra estableció entre los idiomas sabaibo y tebaca, no es convincente. En los documentos eclesiásticos el término tebaca se refiere a una tribu relacionada con los acaxees, en la cuenca del Humaya. Dicho término parece que se comenzó a emplear cuando el de pacaxe cayó en desuso, pero se refiere a la misma área, y las dos palabras derivan de la misma raíz. Por consiguiente, he decidido clasificarlos juntos. Según parece, el pacaxe era un variante menor del acaxee, o un forma intermedia entre éste y el tahue.

En 1625 los acaxees y sabaibos fueron reunidos en una encomienda (de acuerdo con datos del archivo del Parral). Pérez de Rivas declaró explícitamente que los sabaibos hablaban la misma lengua que los acaxees. Su colocación separada en la clasificación de Orozco y Berra se basa sólo en el hecho de que Ortiz de Zapata, durante la visita a la misión de San Andrés, los identificó por casualidad como uno de los tres grupos lingüísticos del lugar. Sin embargo, dicho jesuita pasó por ahí deprisa, debido a que la situación indígena era muy inestable en esos momentos, y bien pudo confundir lengua con tribu.

En una serie de cartas jesuitas de 1607, traducidas al italiano y de éste al alemán, se sugiere una subdivisión tribal posterior para el acaxee (llamados aquí acagrenses): al este los topiame; al sur, frente a los xixime, los sabaibo; y al oeste los bacaga-tebacas; en el interior del territorio acaxee, los chanmaianis (se desconoce el equivalente español; la ch es probablemente italiana); al noroeste, atrás del río Sinaloa, los carantapas; y en la extremidad norte los baimoas. Estos últimos eran tributarios de los tepehuanes, a quienes los tenían en condiciones extremas de servidumbre, al grado de que estaban obligados en todas las cuestiones de dolor o de muerte".

Rarámuris (Tarahumaras)


Tarahumara no es más que el término castellanizado de rarámuri, los dos vocablos con que se conoce a este grupo étnico. Rarámuri significa "planta corredora" o "los de los pies ligeros o alados". Su territorio ancestral se sitúa en la Sierra Madre Occidental, conocida también como Sierra Tarahumara. Se localizan mayoritariamente en el suroeste del Estado de Chihuahua, también en Durango y Sinaloa, México. El 90% de la población rarámuri se concentra en los municipios de Bocoyna, Urique, Guachochi, Batopilas, Carichí, Balleza, Guadalupe, Calvo, Nonoava, Madera, Gómez Farías, Temósachi, Moris, Ocampo, Guerrero, Morelos, Chinipas y Maguarichi.

La parte mítica y romántica de la procedencia de esta etnia la sitúan en Asia, y cuenta que llegaron hasta estas tierras atravesando el estrecho de Bering, hace unos veinte mil años. Esto se basa en las famosas puntas clovis, aparecidas por Nuevo México, cuando un joven indígena descubrió unos huesos en 1929 y a los que en 1932 el doctor Edgar Billings Horward verificó como pertenecientes a la cultura clovis, por el especial tipo de punta de flecha que encontró en el lugar. Datado en hace 13.500 años. Claro, ésta es la parte romántica, porque si nos atenemos a otros restos arqueológicos hallados al sur de Chile en 1976, que datan de hace 14.000 años, la idea de que los primeros americanos llegaron por el estrecho de Bering se derrumba por su propio peso, al igual que la creencia hasta hace poco tiempo de que procedían de Asia. Sin embargo, actualmente crece la posibilidad de que los primeros habitantes del continente llegaran por el Pacífico.

Fuere de la manera que fuese, lo cierto es que en la época prehispánica los rarámuris o tarahumaras eran un pueblo belicoso y de creencia politeísta. Vivían de la caza y la recolección principalmente, aunque también conocían la agricultura, cultivaban maíz, calabaza, chile y algodón. Organizados por grupos y cada uno de ellos tenía su propio dialecto y gobernantes, que se encargaban de defender el territorio y el orden interno.

Sus creencias iban más allá de la muerte, creían que había otra vida después de fallecer. De igual manera creían en seres buenos y malos, diferenciados en dos grupos, entre los benévolos estaban la luna, el sol, las serpientes, las piedras, el médico; los malévolos eran los señores del inframundo, los causantes y responsables de la muerte y los desastres naturales. Sus celebraciones y ritos giraban en torno a las cosechas, las victorias bélicas y la caza; adoraban al sol y la luna.

Fue a partir de 1606 cuando comenzaron a cambiar sus tradiciones, el año en que los primeros misioneros jesuitas tuvieron los primeros contactos con los indígenas de la sierra. Esta presencia provocó hostilidad por parte de los nativos, descontentos con la labor evangelizadora de los religiosos españoles. La primera revuelta, comandada por el jefe Combameai, tuvo como resultado la muerte de dos de los misioneros y como pueden imaginarse eso les costó a los indígenas rarámuri una fuerte represión por parte de los conquistadores españoles.

Poco después, entre los siglos XVII y XVIII, llegaron los primeros colonos y comerciantes españoles a la zona, que compraban las tierras a los nativos por mantas, sal, jabón y otros productos desconocidos para ellos. Comenzaron a obligar a los indígenas a trabajar en las haciendas y las minas por poco a cambio, otros que no aceptaban las normas impuestas por los forasteros decidieron emigrar a las partes más apartadas de la sierra, obligándoles al retorno de la vida seminómada que llevaban anterior a la llegada de los españoles. Fue en esos lugares, en lo más abrupto de la sierra, donde se asentaron las misiones, que en muchas ocasiones sirvieron para dar cobijo y refugio contra los abusos de los colonos. Estas circunstancias, el aislamiento, fue la ayuda necesaria para conservar su cultura y tradiciones, desarrollando un singular sincretismo religioso que todavía existe y es único en México.

La población total pertenecientes a esta etnia ronda los 120.000 en número de habitantes. Su lengua, tarahumara o rarámuri, la hablan alrededor de 88.000 personas y pertenece a la familia lingüística uto-azteca.

Su productividad económica se basa en la agricultura, la caza, el pastoreo y la recolección. Los suelos son pedregosos y pobres, características por las que sus cultivos son temporales y para el autoconsumo. Cultivan maíz y frijol principalmente. Fabrican hachas, arcos, telares de cintura y otros productos de artesanía que venden en sus tiendas. El ganado que crían es el vacuno, caballos, cabras, borregos y gallinas.

Sus casas o chozas están fabricadas con troncos de árboles colocados horizontalmente, especialmente en las laderas de las montañas, junto a los arroyos y en las altas mesetas. El techo es de tablas o troncos acanalados y suelen dejar la parte superior abierta para la salida del humo del fuego, prendido en el interior de la vivienda; el suelo es de tierra pisada. No utilizan sillas, ni mesas o camas, continúan con las mismas costumbres de la época precolombina.
Los utensilios tradicionales son los metates, jícaras, molcajetes, vasijas de barro y bateas. Duermen sobre tarimas de madera o pieles de cabras sobre el suelo y sus matrimonios son por lo general monógamos, aunque se dan casos de poligamia.

Los rarámuris son un pueblo muy religioso, con unas creencias sincretizadas entre el catolicismo, que aprendieron de los jesuitas durante casi 150 años que convivieron en la época colonial, y el chamanismo. Organizados espiritualmente en torno a los cantores y rezadores, los ancianos que conducen las ceremonias al ritmo de sus sonajas hechas de bules y a sus cantos guturales, en los que narran la vida de los animales del monte.

Ramas


La localización geográfica del pueblo Rama o Ramaki se sitúa en el mapa de Nicaragua, en su costa atlántica. La mayor parte de sus componentes viven en la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS), en el municipio de Bluefields, y un grupo minoritario lo hace en el municipio de San Juan de Nicaragua, en el departamento de Río San Juan. El grupo étnico rama es el de menor población del país y lo integran alrededor de 1.600 personas.

Los indígenas ramaki viven en lo que consideran su territorio ancestral, un amplio territorio que comprende la isla y la parte continental. Sin embargo, la mayoría de la población perteneciente a esta etnia habita en la isla de Rama Cay, que en su lengua se nombra Rama Ki n-Lakun, tiene 22 hectáreas de terreno y se sitúa en la laguna costera de Bluefields, llamada Bahía de Bluefields. La superpoblación de la isla les ha obligado a que en la mayoría de las casas conviva más de una familia, superando en algunos casos la veintena de personas conviviendo en el mismo hogar.

Los ramas que habitan en el continente lo hacen en diferentes comunidades, aunque todas tienen una característica en común, la cercanía a la selva primaria, al mar y a los ríos. Las comunidades indígenas de esta etnia situadas más al sur son las de los márgenes de los ríos Maíz e Indio, en el departamento del Río San Juan, villas que no superan los 200 habitantes.

La historia de este pueblo se lee más por su apartado lingüístico que por acontecimientos históricos. Los estudiosos coinciden en que la presencia de los ramas en el sur de Nicaragua es una muestra de la migración chibcha desde Sudamérica. Así mismo estiman y coinciden en considerar el rama en términos gramaticales, que se parecen más a los subgrupos centrales de las lenguas chibchas de Colombia que a los del pacífico de Costa Rica y Panamá. De igual manera sostienen que el rama es la presencia más septentrional de los chibchas en Nicaragua, los que llegaron a la zona sur del país en el siglo X aproximadamente.

En el horizonte cultural de la zona, los ramas forman parte de este grupo con influencia chibchoide, es más, son centrales para interpretar las referencias arqueológicas de la zona. Entre los más recientes están los llevados a cabo por los estudiosos costarricenses y entre los que destacan los trabajos realizados por el arqueólogo Oscar Fonseca, director del Museo Nacional de Costa Rica. Podríamos decir que Fonseca es el creador de este concepto chibcha que se utiliza para referirse al desarrollo de esta cultura, que se extiende ampliamente por Colombia, Panamá, Costa Rica y Nicaragua, hasta la llegada de los conquistadores españoles.

Los trabajos realizados al respecto muestran una cultura con unos altos niveles de integración política y arquitectura monumental, calificadas como sociedades de jefaturas de cacicazgos proto-estatales. El sitio arqueológico de El Guayabo, ciudad prehispánica de Costa Rica, es el ejemplo que confirma la complejidad política de esta cultura. Situada en una zona de trópico húmedo y dotada de infraestructuras con grandes calzadas de piedra, sitios ceremoniales y sistemas de alcantarillas. En Nicaragua, en la parte sur-este, no existen sitios arqueológicos que permitan ofrecer evidencias coincidentes de esta naturaleza. Sin embargo, en algunas prospecciones realizadas en la zona de Punta Gorda, en dirección a Kukra River, se han observado la presencia de calzadas del tipo de El Guayabo, durante la elaboración del plan de Manejo de Cerro Silva.

Referente a la relación histórica de los ramas con la isla de Rama Cay, existe la leyenda del cacique de los ramas, Annibal, que cuenta su enfrentamiento y combate con los indios de Tebera de Costa Rica, en alianza con el rey de los miskitos, quien le concedió la isla como reconocimiento. Los datos históricos que se conservan dan cuentan que para 1856 la isla ya estaba poblada por el grupo étnico rama.

La actividad principal de este pueblo se basa en la pesca, especialmente en la Bahía de Bluefields, en los ríos o el mar Caribe. De igual manera se apoyan en la caza y en los recursos forestales no comerciales para construir sus botes, remos, aperos de pesca, tablas para vivienda y medicina.

En la mitología rama podemos encontrar una concepción de la cosmogonía de la muerte similar a la de otros pueblos cercanos, como son los miskitos y mayangnas. En el inframundo el espíritu del muerto encontrará un gran perro llamado "Tansun Tara", que deja pasar las almas de aquellos que han cumplido las normas de vida de la comunidad, en cambio, devora a aquellas almas que las han violado. Entre los miskitos, un perro también juega un papel importante en el inframundo, a diferencia que a éste le llaman "Xulú". Un mito que de igual manera se halla entre los indígenas mesoamericanos del pacífico de Nicaragua, es Xolotl, el hermano gemelo de Quetzalcoatl, y cuyo lugar es el lago Xolotlán o lago de Managua.

Quichés


Los quichés son el grupo indígena más numeroso de Guatemala, un término que también da nombre a su lengua y a un departamento guatemalteco. Quiché o k'iche quiere decir "muchos árboles". Ki significa "muchos" y che "árbol", aunque también alude a un bosque o tierra de muchos árboles. En tiempos prehispánicos, la definición quiché era la que recibía su nación, de origen maya y nativos del altiplano guatemalteco. Fue uno de los más poderosos de la región y su última capital fue Qumarcaj, conocida también como Utatlán, en lengua náhuatl, cuyas ruinas arqueológicas podemos admirar en la actualidad a dos kilómetros de la ciudad de Santa Cruz del Quiché, en el mismo departamento que lleva el nombre de la etnia, El Quiché.

La nación K'iche o Reino K'iche 'de Q'umarkaj era un estado de origen maya de las tierras altas de Guatemala. Fue fundado en el siglo XIII y dos siglos más tarde, en el XV, gozó de su época más esplendorosa, hasta la llegada de los conquistadores, que los conquistaron teniendo como aliados a los kaqchikeles y dirigidos por Pedro de Alvarado, en 1524. El reino de los quichés tuvo su mayor apogeo durante el reinado de K'iq'ab, que los gobernó desde Q'umarkaj; durante su mandato se expandieron a México y sometieron a otros pueblos de origen maya como Tz'utujil, Kaqchikel y Man, o el de origen nahua Pipil.

Sin embargo, la historia de este pueblo se escribe en la época poscolonial y en idioma español, aunque también en otras lenguas nativas como el K'iche y Kaqchikel. El documento más importante de cuantos se conservan es el Popol Vuh, que nos habla de su mitología, de su historia y de la genealogía del linaje Kaweq como el Título de Totonicapán. De igual manera podemos encontrar información al respecto en los Anales de los Cakchiqueles o en otros títulos como los de Sacapulas, el C'oyoi, Nijaib y Tamub. Otras fuentes son los escritos o crónicas de conquistadores y eclesiásticos españoles, y documentos administrativos de la época colonial.

Los orígenes de los quichés se remontan al año 600 a. C., pero no fue hasta el 1200 d. C., cuando llegaron hasta el altiplano guatemalteco desde tierras mexicanas, por la costa del golfo, a través de la Pasión del Río, eran los fundadores de los tres linajes que componen los K'iche.
La decadencia del reino K'iche coincidió con la llegada de los conquistadores, derrotándolos en la épica batalla del valle de Xelajú, Quetzaltenango. De esta batalla se conserva un hermoso lienzo pintado de la época, El lienzo de Quauhquechollan, donde se detalla a los k'iche dirigidos por Tecun Umán y a los conquistadores y kaqchikeles guiados por Pedro de Alvarado. Los primeros fueron los derrotados y perdieron la vida cerca de 10.000, según las crónicas, entre ellos el valeroso Tecún Umán. Los derrotados se sometieron a los nuevos gobernantes pero no tan fácilmente, se suponen temerosos de revueltas, conspiraciones y emboscadas contra los españoles, y es por lo que Pedro de Alvarado mandó quemar la ciudad capital de su reino, Q'umarkaj.

En la actualidad, la gran mayoría de los quichés continúan viviendo en el altiplano de Guatemala, en los departamentos de El Quiché, Totonicapán, Quetzaltenango y Sololá, aunque también un reducido grupo lo hace en El Salvador. Se calculan aproximadamente en 1.270,900, los componentes de esta etnia, que tienen como personaje más célebre a la Premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú, activista por los derechos indígenas. La lengua k'iche pertenece a la familia de lenguas mayenses. Es el idioma maya con más hablantes de Guatemala y el segundo del país después del español.

La producción económica de este grupo étnico se basa en la agricultura, cultivan café, maíz, frijol y otras legumbres, cebada, papa y otros productos. También viven de la elaboración de tejidos de lana y algodón, de la cerámica de barro, la artesanía de metales, cerería y jarcia, cuero, palma, instrumentos musicales, de la pólvora y la creación de muebles de pino e imaginería religiosa.

Los quichés practican la religión católica y evangelista, sincretizadas con sus creencias ancestrales mayas.

Purépechas o tarascos



Los purépechas o tarascos se asientan actualmente en un área denominada con el nombre de Porhépecheo o Purhépecherhu, que significa "lugar donde viven los purhé". Este área territorial se sitúa en los límites geográficos del estado mexicano de Michoacán, en su parte norcentral, con una extensión de 6.000 Km. cuadrados. Tradicionalmente, el territorio se a dividido en cuatro regiones: Japóndarhu (lugar del lago), Eráxamani (Cañada de los once pueblos), Juátarisi (Meseta), La ciénaga de Zacapu y otra quinta región que antiguamente se agregaba, Jurhío (Lugar de la tierra caliente). Los aproximadamente 2.500 componentes de este grupo étnico se distribuyen en 22 municipios dentro de este área, aunque los hablantes del idioma purhépecha lo hacen en 95 municipios de los 113 que componen todo el estado de Michoacán.

A los purépechas prefieren que les llamen de esta manera, no tarascos, que supone para ellos una forma despectiva de nombrarlos. De acuerdo con Luis Mariano Fuentes Chagolla (Relación de Michoacán. Fray Jerónimo de Alcalá Fondo de Cultura Económica): "La verdadera razón por la cual se le llaman "tarascos" a los purhépecha sólo la saben ellos mismos y lo explican de esta manera: Cuando los españoles llegaron en el siglo XVI a la zona lacustre de Mechuacan (lugar entre lagos), los vieron como sus aliados al haber derrocado al Imperio Azteca, por lo tanto los locales pacíficamente regalaron a los españoles a sus hermanas como obsequio para que viajaran con ellos en sus nuevas expediciones hacia el sur del país; por lo cual cuando los españoles se despedían diciéndoles "Jurhákiria tarase" que significaba adiós cuñados... Por lo cual los españoles les decían los tarascos, porque al no entender el idioma de ellos sólo escuchaban que mencionaban esta palabra en repetidas ocasiones. "Tarase, tarase, jurhákiria tarase". Sin embargo, según cita Sahagún: "Su Dios que tenían se llamaba Taras, del cual, tomando su nombre de los michoacanos, también se dice tarasca; y este Taras, en lengua mexica se dice Mixcóatl..."; también Pedro Ponce de León dice: "Huitzilopochtli, igual a Taras, dios de los Mechuaca".

Hasta aquí lo referente al origen del nombre étnico, en cuanto a los orígenes del pueblo purépecha existen distintas teorías o hipótesis que marcan una procedencia. Algunos autores proponen que sus orígenes estarían en el continente sudamericano, apoyándose en distintos datos evidentes. Como son sus rastros de cerámica, construcciones o entierros del tipo pozo, esparcidos desde el sur de América hasta el centro de México. Al igual que las similitudes artísticas-religiosas entre los purhépechas y otras culturas sudamericanas. Sin embargo, estas similitudes evidenciables no suponen unos cimientos determinantes y sólidos como para fijar un punto de procedencia concreto.

De todas maneras, y fuera de donde viniese su procedencia, lo cierto es que el Imperio Purhépecha fue una potencia mesoamericana de primer orden entre los siglos XV y XVI, su capital era Tzintzuntzan y tanto poderío acumulaban que fueron capaces de resistir el empuje invasor del mismísimo Imperio Azteca. Mucho de este poder se le achaca a su habilidad en el trabajo de los metales como el cobre o el bronce, donde radica su éxito militar y económico. Su influencia cultural se extendía desde los límites del Estado de Michoacán y Guerrero hasta lo que hoy es el Estado de México y desde la costa oeste del país hasta los estados de Jalisco, Guanajuato y Querétaro, dos nombres, estos últimos, pertenecientes a su toponimia.

A la llegada de los españoles reinaba a los purépechas Tangaxoán II, quien se sometió pacíficamente sin oponer resistencia, posiblemente debido a la reciente derrota de los aztecas, sus enemigos, y con el objetivo de salvar a su gente, por lo que negoció un tratado de paz con el conquistador español Cristóbal de Olid. Pero en 1.530, al gobernador y presidente de la Primera Audiencia Nuño de Guzmán, le dio por saquear la región y destruir los centros ceremoniales, templos y tumbas, sin otro interés que el de buscar metales preciosos. Esto trajo consigo sus lógicos enfrentamientos, lo que le costó la vida a Tangaxoán II, al que ejecutó luego de someterlo a un juicio acusándolo de dar muerte a españoles, mantener ocultamente su antigua religión y alentar a la desobediencia. Unos acontecimientos que provocaron el caos, muchos indígenas huyeron a los cerros y la violencia se hizo patente.

Ante tales acontecimientos, la Corona española envió como visitador al oidor, que posteriormente fuera obispo, don Vasco de Quiroga, quien parece que puso un poco de orden y una relativa paz duradera en la región, que dio como fruto la continuidad de la cultura purépecha a lo largo de los siglos.
Durante este periodo colonial el territorio fue dividido en varias jurisdicciones, gobernadas por alcaldes mayores, dependientes del virreinato de la Nueva España. Los purépechas vivían en sus pueblos indígenas y se regían por sus propios regidores, los pueblos más importantes tenían un gobernador y un cabildo indígena, con alcaldes y alguaciles elegidos anualmente. Controlaban la corporatividad de las tierras, aguas y bosques, las facultades judiciales, fiscales y administrativas de ámbito local, y en la mayor parte de los pueblos se establecieron hospitales, donde, además de sus funciones propias, también ofrecían propósitos educativos y de asistencia social. Todos estos privilegios o iniciativas, en comparación a otros territorios, se les atribuyen tanto al obispo Vasco de Quiroga como a los franciscanos, especialmente a fray Juan de San Miguel. Más tarde llegaron las epidemias, el cocoliztle o teretsekua de 1.576, que afectó duramente a la población indígena. A finales de siglo se llevó a cabo el programa de congregaciones impuesto por la Corona, lo que provocó el fin de muchas poblaciones menores con la reubicación y concentración de pueblos.

La lengua de los purépecha se considera una lengua aislada, por no haber podido relacionarla convenientemente con otras del continente. Sin embargo, también para este apartado existen sus teorías, estimaciones o creencias. En 1980, algunos lingüistas, propusieron que esta lengua estaba emparentada con otras del suroeste de los Estados Unidos, pero de igual manera, otros especialistas como Swadesh, opinan que forman parte del grupo maya-totocano, donde los clasificó.

La economía de los purépechas se basa principalmente en la pesca del charal y la sardina, pero existen otras ocupaciones productivas también importantes, como la artesanía, los juguetes de madera, artículos de cobre, utensilios de cocina, mascaras, muebles rústicos, cerámica, etc.

Sus viviendas tradicionales se construyen de adobe y madera, con el techo de hojas de palma. Las casas de adobe se construyen principalmente en las regiones del lago y la Cañada y hacia los Reyes y Tingüindín, en cambio, las de madera se hacen en la sierra. En la actualidad los materiales modernos van sustituyendo a los tradicionales. Suelen ser de planta cuadrada con techo a cuatro aguas, tapanco y puertas de golpe. Se utiliza como habitación taller artesanal y bodega para productos agrícolas. Cuando terminan la construcción sacrifican un chivo y lo cuelgan de las vigas que forman el triangulo principal de la casa, por fuera colocan una cruz. Suelen tener un pequeño huerto, donde crían animales domésticos y siembran verduras, árboles frutales y plantas medicinales.

La mayoría de la población purépecha practica el catolicismo. La religión prehispánica de este grupo era del tipo politeísta, con la creencia de un principio creador conformado por una parte masculina (Curicaheri) y otra femenina (Cuerahuáperi. También existía la "palabra", "soplo divino" o "mensajero", llamado Curitacaheri. Esta triada se puede ver como la representación de la madre, el padre y la creación del nuevo ser.

Poqomchis


El grupo étnico pocomchi está estrechamente relacionado con los poqomames, tanto es así que los dos grupos forman parte de la misma raíz, la del pueblo pocom, que ya habitaba hace más de un milenio en el territorio de Verapaz. Otro asunto más misterioso o desconocido es la procedencia del grupo poqom, aunque algunas referencias al respecto revelan que cuando llegaron a la región los kaqchiqueles ya llevaban mucho tiempo asentados en el territorio los dos grupos, esto es al menos lo que nos dice el Memorial de Sololá o Memorial de Tecpán-Atitlán y Anales de los Kaqchiqueles.

Otro documento histórico que nos puede alumbrar con un suave hilo de luz sobre la causa de la división de este grupo guatemalteco es el Título de los Señores de Kaqkoj, que data del 1.785, aunque también es verdad que parece que fue copiado en su día de otro más antiguo aún. En el título se narra que los poqomames tienen su origen en San Cristóbal Kaqkoj, actualmente San Cristóbal Verapaz, y que los habitantes de Chinautla eran sus hermanos pero que tuvieron que irse. Está claro que la huida fue propiciada por la invasión de los kiches.

Los poqomchis compartieron durante mucho tiempo el territorio con los rabinaleb' y se podría decir que convivieron en armonía. Pero como dice aquella manida canción del grupo de pop español en los años 60, Los Módulos, "todo tiene su fin", así que las rencillas entre estos dos grupos surgieron por problemas de tierras y se acabó la armonía y la buena convivencia entre ellos. Aquí parece ser que fueron los poqomchis los que tuvieron que agarrar los bártulos y establecerse en unas montañas cercanas al pozo de Chi'choj.

Sin embargo, la nueva ubicación de la comunidad no resultó ser tan libre de propietarios, los kiches reclamaron las tierras y no tardaron en invadirlos, así que no tuvieron más remedio que buscar otro lugar donde asentarse, y esta vez parece que tampoco acertaron, porque decidieron ubicarse en las márgenes del pozo, en el lugar llamado Kaqkoj, actualmente conocido como San Cristóbal. Con el tiempo el pozo creció hasta convertirse en una laguna y nuevamente tuvieron que emigrar a otras tierras, a donde hoy habitan, a las poblaciones que se les conoce por los nombres de Santa Cruz, Tactic, Tamau y Purula. Actualmente son alrededor de 115.000 los componentes de este grupo étnico, que se extienden por Alta Verapaz, Baja Verapaz y el Quiché, Guatemala.

El idioma o lengua poqomchi proviene del tronco lingüístico protomaya oriental, de la rama kiche mayor y del grupo poqom, lo mantienen vivo unos 93.000 hablantes aproximadamente. Se compone de dos dialectos, el poqomchi oriental y el poqomchi occidental.

La actividad productiva de los hombres se basa principalmente en la agricultura, la albañilería, la carpintería y el comercio. Los productos que más se cosechan son el maíz, café, frijol, maguey, aguacate, pacaya, tomate, ayote y pimienta. En lo que a las mujeres se refiere, ellas se ocupan de las labores de la casa y del cuidado de los animales del patio, muchas también se dedican a confeccionar finos tejidos (huipiles, cintas, fajas y cortes), jarcias y al comercio de frutas y legumbres en el mercado local regional.

Las viviendas tradicionales de los poqomchis se construían con paredes de bajareque, que consistían en varas de cañacon adobe, columnas de madera y techo de paja. Pero a partir del terremoto sufrido en la región en 1.976, el bajareque se sustituyó por el adobe y la paja por láminas, el suelo es de tierra o cubierto por una fina capa de cemento. En la actualidad son los materiales modernos los que predominan en las construcciones.

Son tres las principales preferencias religiosas de la comunidad, la evangelista, la católica y la maya, eso sí, sincretizadas. La distintas fases de la luna juegan un papel preponderante en sus vidas y las relacionan con diferentes etapas. La luna nueva representa a la niñez; el cuarto creciente a la madurez; el menguante a la vejez y la luna llena está relacionada con el embarazo y el alumbramiento.






Popolucas


El vocablo popoluca proviene de la lengua náhuatl y significa "tartamudo". Los antiguos componentes de este grupo étnico tuvieron una fuerte relación con los nahuas, durante el periodo Clásico, cuando la expansión de esta cultura por América Central. Como es lógico, también en esta parte del istmo mexicano dejaron su huella y una significativa presencia por casi todos los pueblos que encontraron en su avanzada hacia el sur, entre estas poblaciones se encontraban algunas popolucas como Pajapan.

Los asentamientos popolucas se vieron inmersos en una época comercial nunca conocida hasta entonces y por sus territorios se trazaban las más importantes rutas comerciales y culturales, una actividad que trajo consigo la diversidad cultural, otras variantes lingüísticas del popoluca y el náhuatl. Sus poblaciones se regían por los patrones de asentamiento correspondientes a los tiempos de los olmecas, por sus características y entorno ecológico, lo que indica la existencia de poblaciones dispersas y con baja densidad demográfica en cada una de ellas.

La bonanza que aportó el intercambio comercial favoreció la implantación del náhuatl y su cultura, en un área donde se veneraba al dios que presidía esta actividad comercial, llamado Yacatehcutli, que más tarde, en época de la colonia, acabó siendo sustituido por los cristos negros. No obstante, la diversidad étnica convivió y se fue afirmando sin afectar a las hegemonías de cada grupo, aún siendo dominados bajo control territorial.

De distinta manera sucedió en la época colonial, en la que se reforzó la nahuatlización debido a la política de congregación de los pueblos indios en la región del istmo, lo que perjudicó culturalmente a algunas comunidades popolucas. Tanto es así que, en 1599, existían poblaciones popolucas donde los hombres hablaban el náhuatl y las mujeres la lengua popoluca. No cabe duda que la colonia dañó las relaciones interétnicas de los popolucas, o al menos las volvió complejas, especialmente a partir del contacto con la trata de esclavos negros.
La época independiente no fue menos dañina en lo que a conservación de su cultura se refiere, durante este espacio de tiempo algunas poblaciones popolucas sufrieron otra nueva colonización de cultura diferente, en este caso fueron un grupo de colonos franceses los que se instalaron en los municipios de Acayucan, Huimanguillo y San Andrés Tuxtla.

Ya en el siglo XX, se dieron diversos movimientos poblacionales que originaron la creación de nuevos asentamientos y por lo tanto nuevos pueblos fundados. Estos movimientos fueron segmentando más si cabe a los componentes popolucas, en un contexto cultural predominado por el crecimiento mestizo, aunque si es verdad que a nivel local consiguen mantener un carácter propio y unificado, como es el caso de Soteapan o de Sayula. El pueblo popoluca se podría decir que es un ejemplo claro de convivencia en la diversidad étnica del espacio regional, en el que han sabido sobrevivir envueltos entre tantas influencias culturales.

Los popolucas se localizan especialmente en el sur del estado de Veracruz, México, en municipios como Acayucan, Hueyapan de Ocampo, Mecayapan, Pajapan y Soteapan. Sin embargo, en otros tiempos se extendieron hasta parte del estado de Tabasco. Geográficamente se encuentran ubicados en la zona fronteriza con Puebla, entre la Meseta Central-Río Papaloapan y el Altiplano del suroeste. Sus asentamientos siguen las redes fluviales que nutren al Papaloapan y hasta sus propias márgenes ribereñas.

Los popolucas se llaman así mismos hijos de Homshuk, "hijos del dios del maíz", y se aceptan más por el término popoluca que por el nativo núntaha'yi o el de anmati, dos palabras que denotan su filiación lingüística. Este grupo indígena ha tenido una compleja historia de relación con otros pueblos o culturas y han sido llamados de diferentes maneras, olmecas, zoquepopolucas y mixe-popolucas. Su lengua se sitúa dentro del grupo maya-totonaco, familia mixeana a la que también pertenece el zoque. Tanto su variante mixe-popoluca como zoque-popoluca nos llevan a antiguos nexos lingüísticos del sureste del país, lo que es lo mismo que al área mayense. Realmente se trata de cuatro lenguas distintas pero emparentadas. La variante zoqueana, relacionada con el zoque de Tabasco, Chiapas y Oaxaca, lo hablan los popolucas de Soteapan y Texistepec, en cambio, los popolucas de Ayula y Oluta hablan la mixeana, vinculada a los dialectos del mixe oaxaqueño.

Los popolucas son principalmente campesinos, aunque también se apoyan en la caza, la pesca y la recolección de frutos silvestres para su subsistencia. La mayoría de sus cosechas son para el autoconsumo, aunque también comercializan sus excedentes. Sus principales productos son: maíz, frijol y café, de menos relevancia son: el ajonjolí, caña de azúcar, arroz, calabaza, y frutales como plátano, papaya, piña, ciruela, capulín, mango y cítricos.
Entre sus piezas favoritas de caza se encuentran tepezcuintle, armadillo, conejo, temazate, tejón, jabalí y tigrillo; pescan róbalo, joule, sierra, huachinango, pez bobo, camarón y mojarra.

Las viviendas de esta etnia son a la manera tradicional, con paredes de tabla y techos de hojas de palma en las zonas bajas y zacate en las sierras. Actualmente son más los nuevos materiales los que demandan.

La religión católica es la que predomina entre la sociedad popoluca, sin embargo, aún mantienen algunas ceremonias de origen prehispánico, siempre con relación agrícola, la caza o la pesca. Veneran al Huracán, el dios del viento, y a Homshuk, el dios del maíz, entre otras deidades menores más.

Popolocas


El grupo étnico denominado popoloca jugo un papel muy importante en el desarrollo de la cultura mesoamericana. Según los estudios llevados a cabo en 1964 por MacNeish, los antiguos popolocas, los proto-otomangues, iniciaron la cultura agrícola hace 7.000 años, lo que hasta entonces era un paisaje natural se transformó en uno cultivado, al principio fueron el chile, el amaranto, aguacate, calabaza, izote, nopal, ciruela, maguey, mezquite, etc., y poco más tarde el maíz, lo que permitió el desarrollo económico y sociocultural de las grandes civilizaciones en Mesoamérica.
Por ese tiempo comenzaron los primeros poblados y con ellos la vida sedentaria. Para el siglo VIII de nuestra era los popolocas ya conocían y domesticaban todas las plantas y animales que conocían todos los pueblos mesoamericanos nueve siglos más tarde, cuando llegaron los españoles al continente.

El desarrollo de este pueblo no se limitó al campo agrícola, también a otros como la ingeniería, construyeron terrazas, canales, y pequeños depósitos a manera de jagüeyes. Además de ser uno de los pueblos pioneros en la elaboración de la cerámica mesoamericana, por la prueba del carbono 14 se conoce que su antigüedad data de entre los años 2.300 y 1.500 antes de nuestra era. Otro de los aportes significativos de los pueblos popolocas es la explotación de la sal, en las áreas de Tehuacán y Zapotitlán de las Salinas, y aunque esta actividad salinera se identifica con los años 150 y 250 de nuestra era, unas fechas relativamente cercanas, no se ha podido comprobar que existiera esta explotación en otras zonas y mas alejada en el tiempo.

En la era del preclásico los popolocas tuvieron una gran expansión pero las migraciones de otros pueblos les obligaron a reducir su territorio. El clásico fue una época de su historia que no dejó mucho para el estudio, sin embargo, se sabe que en esta etapa histórica jugaron un papel relevante en Teotihuacán, con la producción de la cerámica más importante de este periodo. Una época que se antoja fructífera en el apartado comercial, si tenemos en cuenta que por la región habitada por esta etnia pasaba una de las rutas comerciales más importantes de Mesoamérica, el Corredor teotihuacano, que atravesaba poblaciones como Tepeaca, Tecamachalco, Tlacotepec y Tehuacán.

Son significativas las influencias culturales e históricas entre los popolocas y los olmeca-xicalanca, tanto es así que muchos historiadores los situan en el mismo grupo étnico. Su relación es evidente en la formación de pueblos-estado en la región sur de Puebla, como Tehuacán, Viejo, Yepexi el Viejo, Cuthá y Tecamachalco, de la misma manera que en la creación del mismo estilo cerámico, el Mixteco-Puebla, así como en la posible elaboración de los códices del grupo Borgia.
El siglo XI en la zona sur de Puebla fue marcado por las invasiones y guerras que hicieron perder a los popolocas su territorio y conquistadas sus poblaciones, por parte de los grupos nahuas que lucharon por hacerse con la posición estratégica. Entre los grupos que incursionaron se encontraban los toltecas, nonoalcas, chichimecas, tlatelolcas y mexicas. Este nuevo orden político-territorial cambió y se crearon nuevos pueblos y ciudades. Los señoríos popolocas más importantes eran Tepeaca, Tehuacán, Tlacotepec, Tecamachalco, Quecholac, Tzinacatepec, Acatepec, Caltepec, Tepexi, Cuthá y Coixtlahuaca.

El estado mexica se hizo con el poder en la región e implantó un mecanismo de control que centraba la producción y el trabajo. Al mismo tiempo, las alianzas matrimoniales que emparentaban a los señoríos popolocas comenzaron a darse en dos niveles, el interno de siempre, que aseguraba el poder en el interior de la región, y el externo, que garantizaba las buenas relaciones con el imperio mexica. El hecho de que los señoríos se emparentaran con las uniones matrimoniales, no aseguraba una buena relación entre ellos, pues son conocidas las enemistades y guerras entre parte de estos señoríos.

Cuando llegaron los españoles un nuevo cambio se dio a todos los niveles en la vida de los popolocas. 1.520 marcó en la historia el inicio de la conquista de los más importantes señoríos, con ayuda de totonacos, tlaxcaltecas y huejotzincas los extranjeros conquistaron las cabeceras más importantes, Tecamachalco-Quecholac, Tepeaca, Tecali y Acatzingo. Sin embargo, no todos los pueblos fueron conquistados con las armas, algunos nobles nahuas y popolocas se entregaron pacíficamente, por lo que fueron recompensados con ciertos privilegios para conservar sus tierras y súbditos. Luego llegó con ellos otro peligro igual o más peligroso que los propios españoles, las epidemias de la viruela y disentería, lo que provocó una severa reducción de la población. Las primeras órdenes franciscanas comenzaron a edificar sus conventos y seguidamente furon las encomiendas, una época brutal en la que se dio el despojo de sus tierras y el abuso y explotación de los indígenas por parte de los colonos mestizos que para el siglo XIX ya eran mayoría en la región.

En el movimiento de independencia, el sur del estado de Puebla no quedó ajeno al enfrentamiento, y en él se dieron luchas entre los insurgentes y realistas, por lo que se supone que también participaron en ellos los pobladores de San Marcos Tlacoyalco y San Luis Temalacayuca, las poblaciones más grandes por aquel entonces. Al principio del siglo XX surgió la Revolución Mexicana y los pueblos popolocas no quedaron al margen, participando activamente con los revolucionarios y sufriendo los estragos provocados por la lucha armada. A partir de 1.915 se inició el reparto de tierras y en 1.933 se construyó la carretera federal México-Veracruz, que supuso un importante inicio para el desarrollo económico de la región.

Actualmente los popolocas se localizan en tres fracciones sin continuidad geográfica. Una se sitúa al noroeste de Tehuacán, que abarca parte de los municipios de Tlacotepec de Benito Juárez y Tepanco de López; otra algo más al sur, en los municipios de San Gabriel Chilac y Zapotitlán Salinas y la tercera se sitúa al norte de Acatlán de Osorio y al oeste de Tehuacán, en los municipios de Tepexi de Rodríguez, San Juan Izcaquixtla, Santa Inés Ahuatempan y San Vicente Coyotepec.

Las lenguas popolocas constituyen una macrolengua que se habla principalmente en Oaxaca y junto con el chocho, ixcateco y mazateco forman la rama popolocana de la familia lingüística otomangueana. El término popoloca proviene del háhuatl y se trata de un exónimo despectivo que significa "que habla incompresiblemente".

La agricultura de subsistencia es la actividad económica fundamental de este grupo étnico y sus cosechas son el maíz, principal cultivo, el frijol y el trigo, este último con fines comerciales. Abunda el guaje y sus semillas sirven como alimento complementario, junto a la tuna y diversos vegetales. La ganadería es pobre, casi inexistente, pequeños hatos de cabras, cerdos, pavos y gallinas.
La artesanía también ocupa un papel importante en sus economías, desde los petates elaborados con tejido de palma a los huipiles y mantas de algodón, tocados de plumas, cerámica negra y roja sin vidriado, trabajos en madera o los artículos de palma y otate.

Sus viviendas tradicionales suelen ser rectangulares, sus paredes se levantan con troncos de guaje o de quiote, unidos con mecates de palma. El techo a cuatro aguas y elaborado con palma o pencas de maguey, con un orificio orientado al viento predominante para permitir la ventilación. La puerta al frente, una ventana y el suelo de tierra.

Los popolocas son de creencia católica, en lo que a religión se refiere. El culto a sus antiguos dioses desapareció totalmente.