Hinas


Los hinas fueron un pueblo indígena del estado de Sinaloa, México, concretamente desde el municipio de San Ignacio hasta San Dimas, en el estado de Durango. Estaban establecidos en San Sebastián de Guaimino, hoy conocido por Guaymino, y desde ahí ascendían en el territorio por el río de San Jerónimo de Ajoya y sus afluentes. Realmente no queda mucho dicho sobre ellos, pero sí algunos detalles que nos permiten pensar en el tipo de vida que llevaban, no muy diferente de otras tribus de su entorno y con similitud muy cercana a sus vecinos en cuestión de costumbres.

Al igual que sus vecinos, los xiximes y los humis, fueron un pueblo guerrero, seminómada, tres pueblos que mantenían una relación más cercana al odio que hacia otros sentimientos, pues siempre estaban en guerra constante entre ellos. Pero el más odiado de los pueblos para los hinas no era precisamente ninguno de estos dos, si no los acaxees.

Junto con los humis fueron evangelizados en las misiones de San Ignacio, San Javier, Ajoya, Cabazán, San Agustín y Santa Apolonia, todas dentro del territorio Sinaloa; no obstante su evangelización no se hizo efectiva hasta finales del siglo XVIII, cuando empezó el auge minero en la zona. Las causas de su extinción, entre otras, parecen que tuvieron mucho que ver con las epidemias y las constantes guerras que mantuvieron contra los españoles.

Según Nicolás Castañeda Lomas y Luís Antonio Martínez Peña, autores de "La Pesca, una actividad prehispánica en el sur de Sinaloa", "Mientras que los pueblos costeros totomares se caracterizaban por tener una vida sedentaria y especializarse en la pesca y recolección de sal, los pueblos serranos (coras, tepehuanes, hinas o tepuxtlas) tenían escasa sedentarización, practicaban una pobre agricultura que se complementaba con la recolección de frutas y miel, recorriendo los montes, así como con la cacería. Cuando bajaban a la costa, lo hacían en incursiones guerreras o a intercambiar (en forma de trueque) sus excedentes por productos marinos con los pueblos totomares.

Los pueblos serranos buscaban sal, carne y pescado, que eran productos que ellos no poseían; por su parte, los pueblos totomares recibían a cambio mezcal, caña dulce, maíz, frijol, mieles y vinos.

De esta manera, durante la época prehispánica y durante la colonia se establecieron diferentes rutas comerciales, tales como la ruta comercial de Acaponeta rumbo a Durango y Zacatecas, la cual era la más antigua y común, y la ruta comercial de occidente, mediante la cual se hacían llegar productos del mar hasta el centro del país".


Guaymíes (Ngöbe)


Cuando los conquistadores españoles llegaron a lo que hoy conocemos como la Reserva o Comarca en el Oeste de Panamá, encontraron a tres tribus distintas de indígenas, con idioma y jefes diferentes. Cada uno de los grupos se llamaba al igual que el jefe que los gobernaba, así era Nata en la provincia de Coclé, Parita en la Península de Azuero y Urraca en la provincia de Veraguas. Este último era el mayor de los jefes y el más conocido a día de hoy. Fue tanta la oposición a que su pueblo cayera en el sometimiento de los extranjeros llegados por mar que después de tanto batallar obligó al capitán español Diego de Albítez a firmar un tratado de paz en 1522. El hecho de que Urraca muriera como hombre libre nueve años más tarde del mencionado tratado, en 1531, dice de la resistencia que opuso para la dignidad de su pueblo. Según Bartolomé de las Casas, Urraca fue apresado y encadenado, lo enviaron a Nombre de Dios, en la costa atlántica, pero el cacique indígena se escapó y se refugió en las montañas; prometió que su lucha contra los españoles sería hasta la muerte, y así fue. Era tan temido por los españoles que evitaban enfrentarse a sus hombres.

Durante la colonización, el pueblo guaymí nunca se rindió, siempre lucharon hasta que, en el siglo XIX, Panamá se unió a Colombia; para entonces los guaymíes se habían dividido en dos grandes grupos. Por un lado los de las tierras bajas en la costa del Atlántico y por otro los que habitaban los bosques tropicales en las tierras altas de las provincias de Veraguas y Chiriquí. A este grupo último no parece que la independencia de España y la unión al país vecino de Colombia le influyera en aceptación, o colmara sus deseos, de escapar del dominio español; sin embargo, con el paso del tiempo fueron asimilando la nueva situación y adaptándose a la sociedad moderna.

El pueblo Guaymí es el grupo étnico más numeroso de cuantos existen o habitan en Panamá, se calculan en numero de personas cercano a los 250.000, con un alto índice de natalidad existente. La mayor concentración de guaymíes se localiza en las provincias de Chiriquí, Bocas del Toro y Veraguas, en Panamá; de igual manera, un numero considerable de guaymíes se hayan en el pueblo costarricense de Conte, en el extremo sur del país, donde emigraron desde cincuenta años atrás en busca de trabajo en las fincas cafetaleras. La zona que habitan está denominada como "La Comarca", una región a la que el gobierno panameño otorgó un cierto reconocimiento especial semejante a una comunidad autónoma, lo que ha propiciado que se conserven sus raíces y tradiciones culturales de la etnia. La comarca Ngöbe-Buglé está gobernada por sus Caciques Generales, Caciques Regionales, Jefes Inmediatos, Voceros y Comisionados, los que llevan a cabo Congresos Nacionales donde dirimen las cuestiones más importantes de la comunidad.

Los guaymíes descienden de los Chibchas, que abarcaron Centroamérica y llegaron a constituir la zona más poblada de la zona intermedia, entre los imperios mexicanos e inca. Guaymí es el término que tradicionalmente se utilizó en la región Ngabe, derivado de la expresión Buglere "guaymiri". El idioma español no contiene el sonido que representa el ä, es el motivo por el que los periódicos locales u otros medios impresos suelen escribir el nombre de la etnia erróneamente, como Ngabe, Ngobe o Ngöbe. El idioma hablado por los Ngöbe se llama Ngäbere, y tanto esta lengua como la Blugere pertenecen a la familia lingüística chibcha; mutuamente ininteligibles entre sí.

Los guaymíes son trabajadores especializados en el cultivo del café y en sus aldeas suelen cultivar yuca, arroz, frijoles, maíz, banano, cacao, otóe, pixbae, coco, ñampi, plátano, ñame y caña de azúcar; para su autoconsumo se dedican a la crianza de animales como el puerco (cerdo) o las gallinas, entre otros. La emigración que se produce en los meses que dura la recolección del café es importante, miles de ellos se trasladan a las zonas cafetaleras del país, como Boquete, Volcán y Renacimiento. Sus economías también se soportan, aunque mínimamente, en los trabajos de artesanía que elaboran, tales como los bolsos o "chácaras", hechos con pita y que los fabrican en distintos tamaños, desde monederos hasta grandes bolsas que sirven para transportar incluso a niños. Las gargantillas llamadas chaquiras las elaboran de cuentas, conchas y huesos, de distintos colores y diseños geométricos. La situación económica de los Ngöbe es precaria, aún así tienen acceso a cuidados médicos las 24 horas del día.

La poligamia es algo usual entre los guaymíes, es más, un hombre que posea varias esposas está considerado como un hombre próspero. Por lo general la mayor de las esposas es la que posee mayor rango y ejerce cierta autoridad entre las demás; normalmente cada esposa vive en choza independiente de las demás con sus hijos, pero en ocasiones en las que los recursos económicos son mínimos viven todos bajo el mismo techo. Son caseríos o pequeñas aldeas que están formadas por conjuntos familiares de 2 a 6 chozas, sencillas, en forma circular, con las paredes y techo vegetal y el suelo de tierra; generalmente disponen de dos cocinas o fogones, una en el interior y otra exterior. En Bocas del Toro se encuentra una variante de las viviendas, adaptadas al terreno, son cuadradas o rectangulares y se soportan sobre pilares de madera a lo largo de las playas y costas.

La religiosidad de los guaymíes se basa en los espíritus, divididos entre buenos y malos, y ante cualquier suceso o fenómeno inexplicable siempre existe el espíritu causante o responsable de lo acaecido o acontecido. Entre sus costumbres tienen enorme importancia los curanderos, a los que llaman "Sukia", conocedor de la botánica de la zona y a quien se entregan para sus curaciones. Estos personajes, también suelen ser el presidente de todas las reuniones o actos sociales de la comunidad.

Guatusos (Malekus)


La historia de este pueblo costarricense cuenta que siempre mantuvo su hostilidad hacia los conquistadores españoles, los que nunca consiguieron someterlos. Se ubican en las llanuras del norte del país, en tres asentamientos, El Palenque Margarita, Tonjibe y El Sol, en el Cantón de Guatuso, provincia de Alajuela, Costa Rica. Es una de las etnias más pequeñas del país, tanto en territorio como en número de habitantes, según el INEC, 2000, la población indígena asentada en dicho territorio es de 460 personas, concentradas en estos tres ranchos mencionados, llamados "palenques", y que son varias familias unidas por parentesco que conservan sus rasgos físicos y expresiones culturales.

Los guatusos o malekus, junto a los bibrí y cabécar, fueron tres grupos que nunca consiguieron conquistar los españoles durante el periodo colonial y su presencia no se comienza a notar hasta el siglo XVIII, en 1719, conociéndose como "indios guerreros del Río Frío". En 1750, el religioso Francisco Zepeda, menciona haber encontrado unas 500 casas de indios, que los acogieron amigablemente, en las cabeceras de los afluentes del río San Juan, sobre la cordillera de Tilarán, que durante las épocas lluviosas la gente construía sus casas en los árboles para evitar las inundaciones, y que entre ellos los había indios rubios y blancos. Algunos años más tarde, en 1778, es el padre Tomás López, prior de San Francisco de Térraba, el que conoce de su existencia por los residentes de Orosí y Tortuga, en las costas de Nicaragua, y probablemente pertenecientes al grupo Rama, como "numerosos y fieros guerreros que viven en las cabeceras del Río Frío". El concepto que de los guatusos tenían los indios de Orosí y Tortuga se debía a la enemistad creada a raíz de unos enfrentamientos que tuvieron anteriormente y que dejaron un balance de cinco muertos a manos de los guatusos. Pero para el padre Tomás López esas hostilidades no fueron excusas suficientes y en 1783 intentó una excursión a las cabeceras del Río Frío, navegando sobre el Río La Muerte, y lo que encontraron fue una andanada de flechas. López decidió continuar solo y ordenó a sus compañeros que abandonaran y huyeran río abajo.

A su osadía no se le puede negar valentía, pero tampoco una descabellada desfachatez, cuando, crucifijo en mano, se presentó a los guatusos o malekus. El resultado es fácil de adivinarlo, y para los que creyeran en un resultado feliz siento desilusionarlos, porque, la tradición oral de los malekus aún conserva la memoria acerca de un cura capturado en el Río La Muerte y ejecutado posteriormente. Esta desafortunada aventura parece que animó a otros religiosos, como Zepeda y Adán, a interesarse por la evangelización de otros grupos étnicos y a olvidarse de los malekus, al menos eso parece ser, porque, según Castillo 2004: 86-92, "no parece haber infiltraciones de la doctrina cristiana en el sistema de creencias de este grupo".

Aún así, no parece que estos del padre López fueran los primeros contactos que tuvieron los guatusos con el hombre blanco. Una leyenda cuenta que un estudiante de teología en León desapareció en las faldas del volcán Tenorio, que su padre lo fue a buscar y que lo único que encontró fue a la mula atada a un árbol y algunos de sus objetos que le pertenecían. Nunca más se supo del levita, aunque se supone que los indios corovicíes lo habrían matado, pues por esos tiempos hacían incursiones en sus antiguos dominios. No obstante, existe otra creencia, la de que convivía con ellos predicando la doctrina cristiana, según las palabras de cuatro indias que fueron capturadas por aquel entonces. Sobre él se dejó escrito: "siguió el estado eclesiástico y se ordenó de epístola, pero por ciertas desazones y reprensiones que tuvo con su prelado el Sr. Obispo de León, se llenó de melancolía y fingiendo a sus padres que iba a cazar se huyó de su compañía y montando la cordillera de Tenorio, se pasó a vivir con los Huatusos" (J.E.P. Margarita: 2001: 10).

Luego vino el contacto con el comandante del Fuerte San Carlos, Trinidad Salazar, en 1849, que subió el Río Frío con muchos soldados nicaragüenses en grandes botes y fueron atacados con flechas por los guatusos, mientras acampaban en uno de los bancos del río, matando e hiriendo a muchos de ellos. De todos los que consiguieron escapar con vida, ninguno pudo dar fe de haber visto a uno solo de los indígenas asaltantes. Más tarde vinieron otros contactos como el que llevó a cabo el Capitán Parker, ex Texas Ranger y ex filibustero residente en San Juan del Norte, que a diferencia de otras veces no fueron atacados y los indígenas huyeron de sus ranchos a lo largo del río. En el siglo XIX, los malekus, tuvieron otra de sus luchas por la defensa de sus territorios, contra los huleros nicaragüenses y de la que salieron mal parados. Fue en 1868, cuando una pequeña partida de huleros bien organizados y armados dieron muerte a cientos de malekus junto a su jefe de guerra Urojua, en la batalla del Río La Muerte. Más tarde, entre 1870 y 1910, los miembros de la tribu decayeron por distintas causas, entre ellas la muerte a manos de los huleros, capturados y vendidos como esclavos en Nicaragua, muerte por maltrato antes de ser vendidos o víctimas de las enfermedades del viejo continente. A lo largo del siglo pasado fueron otras las injusticias que el pueblo guatuso padeció, como la represión de sus costumbres ancestrales a manos de la policía hasta ir perdiendo sus tierras y reducidos a pequeñas áreas marginales en la actualidad.

La clasificación de su familia lingüística es Chipcha-Guatuso, relacionada con el idioma Rama de Nicaragua. El nombre Maleku significa "persona", y en plural, maleku marama, quiere decir "nuestras personas".
Sus asentamientos se conservaban aún a primeros del siglo pasado como antiguamente, en palenques diseminados a orillas del Río Frío, y en sus alrededores sembraban plátanos, yuca, maíz, caña ojoche y cacao. Los construían sin paredes, con techos de palma suita o de corozo. Actualmente sus asentamientos han cambiado siguiendo los proyectos de viviendas gubernamentales, grupos de viviendas muy juntitas, agrupadas, separadas por unos pocos metros. Hechas de cemento y madera, techos metálicos y pisos de concreto.
La economía maleku está basada en las prácticas relacionadas con la caza, la producción agrícola y artesanal, donde recrean técnicas y diseños tradicionales elaborados con materias primas naturales, como el jícaro, semillas, balso y otras.
Sus creencias religiosas se basan especialmente en tabúes alimenticios y ceremonias especiales, entre las que incluyen bebida de chicha, danzas y cantos. Los videntes tienen una especial relevancia e importancia en el apartado religioso, aunque el último vidente maleku murió en 1958, sin dejar heredero, al que se le daban ofrendas de semillas de cacao.

Guarijíos


Las referencias históricas prehispánicas de los guajrijíos son muy escasas, lo que pone muy difícil precisar su territorio y toponimia original, aunque se considera que coincide con el que han conservado y donde se les puede localizar. De hecho, existen algunas referencias en forma de imágenes rupestres dispersas por la región y que se las atribuyen a sus antepasados en tiempos cuando vivían en cuevas o regiones como La Mesa Matapaco; algunas de estas pinturas rupestres, como las de El Cura, han sido parcialmente destruidas por las corrientes del arroyo. Su historia queda más en referencias de otros grupos con los que están relacionados, como los tarahumaras o los mayos, que en las suyas propias; la cultura guarijía emerge como un vinculo que relaciona a los tarahumaras con los cahítas y tienen una cercana relación con los yoreme-mayo.

Este grupo étnico se autodenominan macurawe o macoragüi, que viene a significar algo así como "los que agarran la tierra" o "los que andan por la tierra"; sin embargo, anteriormente también fueron nombrados por los misioneros jesuitas con otros nombres como ihíos, varohíos, guarojíos y guarijíos, siendo estos dos últimos los únicos que se conservan para referirse a ellos. El primer término, guarojíos, se utiliza para nombrar a los que habitan en el estado de Chihuahua y guarijíos para referirse a los que lo hacen en el de Sonora y que están relacionados con los yoreme. Es principalmente en los municipios de Álamos y Quiriego, en el suroeste del estado de Sonora, colindando con el de Chihuahua, donde se localizan actualmente, en la falda de la mexicana Sierra Madre. Un terreno escabroso y de escasas planicies; por donde cruzan varios arroyos y ríos, como afluentes del río Mayo, entre los que están el arroyo Guajaray y el Mochibampo.

Los primeros datos referentes a la evangelización en la región son hacia 1620, comenzando primero con los chípinas para atraer gradualmente después a los guarijíos. Pero no tardaron en llegar las primeras insurrecciones contra los conquistadores, una docena de años más tarde, en 1632, se inició el levantamiento de los chípinias, guarijíos y guazapares, rebelión originada por el asesinato de dos de los misioneros, fruto del descontento que reinaba entre los indígenas contra los extranjeros. El resultado fue una fuerte represión por parte de los españoles. Lo que ocasionó que los guarijíos se desplazaran a lo que hoy es el Estado de Chihuahua; con el paso del tiempo, algunos de los emigrados, regresaron a sus territorios originales y en cambio otros prefirieron quedarse en la otra parte de la sierra.

Esta división de los guarijíos los dejó en dos grandes núcleos; los de Chihuahua más emparentados lingüísticamente con los tarahumara y los de Sonora con los cahítas, representados por los yoreme mayo. A partir de aquel suceso histórico son pocas las referencias que quedaron de los guarijíos en la región, en lo que influyeron que los desplazados fueran a otros lugares más aislados, por una parte, y por otra el importante desarrollo industrial de la minería y la ganadería, que dieron forma a la ciudad de Álamos. Esta circunstancia provocó que los guarijíos se diluyeran y se confundieran con los mayos. Se les aisló y quedaron fuera del proceso de mestizaje, no se les integró, y como no le reconocieron su identidad propia se creó un espacio que les permitió su sentido de grupo, lo que los mantiene unidos culturalmente en la actualidad. En la historia reciente de los guarijíos confluyen tres elementos fundamentales: la recuperación del territorio, su identidad y la apertura de nuevas alternativas para el desarrollo colectivo.

La lengua de los guarijíos pertenece al grupo nahua-cuitlateco, tronco yuto-nahua de la familia prima-cora. Se le reconocen dos variantes, relacionadas con otros dos grupos étnicos, como son los tarahumaras y los mayo. No obstante, los dos mil guarijíos que hablan su idioma también utilizan el español, a excepción de algunos ancianos que no lo hablan.
Sus viviendas son de adobe, con postes de madera y techos de tierra o palma, con una o dos habitaciones y una enramada anexa, hecha de varas, ramas y palma. Su asentamiento es disperso y sus viviendas suelen encontrarse en grupos de dos o tres casas, especialmente en lo alto de los cerros, cerca de arroyos y pozos de agua.

Su organización social está basada en núcleos familiares, donde comparten las tareas cotidianas. La construcción de las casas es tarea de los hombres, cortan y acarrean los materiales y hacen el adobe. El trabajo agrícola es familiar y el pastoreo de ganado y las actividades de beneficio colectivo se hacen a través de la Asamblea General. La agricultura practicada por los guarijíos es temporal y de autoconsumo, basada en el maíz y el frijol; eventualmente también producen y comercializan ajonjolí y chile chiltepin. Su artesanía es importante para sus economías, con materiales naturales como palma, barro, ramas y fibras, elaboran cestos, petates, sombreros, angarias o angarillas, etc. De interés son sus mascaras en San Bernardo, de pascola y de algunos personajes relacionados con la fiesta de la cava-pizca; de igual manera son vistosos los pájaros y otros animales silvestres hechos con madera de torote, en distintos y bellas combinaciones de colores.

Sus creencias cosmogónicas tienen mucho que ver con los tarahumara y los mayo, y expresan su visión del mundo por tradición oral, con cuentos, leyendas y anécdotas, o con los cantos de la tuguraga. Una de sus leyendas cuenta que una pareja de gigantes se comía a los niños y no dejaban a nadie vivir en paz, una vez los invitaron a comer y les dieron chilicotes y así murieron. Su religiosidad combina los elementos prehispánicos con los católicos.

Guamares


Como casi todas las naciones chichimecas, los guamares también eran cazadores-recolectores aunque tenían un grado cultural superior que los zacatecos y guachichiles, tenían sus adoratorios y conocían la agricultura. Esta etnia extinta habitaba una gran parte del territorio que hoy conocemos por el estado mexicano de Guanajuato, aunque sus incursiones llegaban a Jalisco y Lagos, algunas de sus bandas llegaban hasta el estado de Querétaro. El desarrollo cultural de este pueblo chichimeca fue relativamente escaso, al igual que los otros cinco que conforman el grupo, esto se puede entender y achacar en parte por su "nomadismo", su cultura se puede calificar como pobre si la comparamos con los otros pueblos o etnias de Mesoamérica. Aún así, consiguieron edificar templos-fortaleza, en un medio desfavorable, una zona árida donde las lluvias son escasas y el clima cambia según la altitud.

En el siglo XVII, Gonzalo de las Casas, dejó escrito sobre el indio guamar: "El más valiente, más belicosos, traidores y destructivo de todos los chichimecas, y el más astuto". A los guamares también se les conocían por los "chichimecas blancos" o ixtlachichimecas, no porque la pigmentación de su piel fuera más clara y de distinta tonalidad a los componentes de los otros pueblos del grupo chichimeca, si no por el color de las tierras donde vivían, entre calichales y tierras salitrosas. A la familia guamar debieron de ser los pueblos a los que los españoles señalaban como del Xiconaque y Cuxtique. La historia refleja que para los colonizadores, en las primeras décadas de la Villa de Lagos, los guamares se convirtieron en la nación más valiente, belicosa, indómita y salvaje de todos los chichimecas. Cuando llegaron los españoles el territorio que ocupaban era conocido como Pechichitane o Chichimequillas, y los xiconaques y custiques, enemigos hasta entonces entre sí, se unieron para luchar contra el enemigo común, el hombre blanco.

Todos los pueblos chichimecas participaron en la resistencia indígena que se originó contra los españoles, y mientras otros como los guachichiles se dedicaban a asaltar rebaños, pastores y caravanas en San Felipe, los guamares hacían lo mismo por su cuenta, atacando estancias ganaderas en la sierra y asaltando caminos por donde transportaban mercancías a las minas. De 1560 a 1570 comenzaron a atacar a los poblados de colonizadores españoles y los que estuvieron retenidos, que fueron apresados, fueron sometidos a un proceso de aprendizaje cultural del que se encargaron los frailes, y de lo que los indios guamares sacaron partido porque, a la destreza en el manejo del arco y las flechas, la macana y la lucha corporal, sumaron el montar a caballo, a manejar las espadas, los arcabuces y otros conocimientos. Los guamares se convirtieron en un astuto y peligroso enemigo para los invasores, a los que intimidaban con sus pinturas faciales y corporales, sus gritos y cantos bélicos, con sus ataques nocturnos y la mejor adaptación que tenían al medio ambiente, a la limitación de agua y alimentos.

Lo que se conoce como la Rebelión de los guamares, fue un movimiento indígena en la región de Guanajuato, que se inició entre los años 1563 y 1568, contra las autoridades del virreinato de Nueva España, unos episodios de la historia que se conocen por los relatos de don Pedro Ahumada de Sámano, el que puso fin al levantamiento. En 1963 los guamares destruyeron el asentamiento de Pénjamo y más tarde atacaron Comanja y asesinaron a todos los españoles que allí se habían asentado, sólo quedaron dos supervivientes. En 1569 atacaron y tomaron el puerto del Robledal, cercano a Guanajuato, y llegaron hasta Xilotepec. La historia también nos deja la creencia de que no actuaron solos, si no que tuvieron como aliados en ocasiones a los indios catequizados de San Miguel y Pénjamo.

*Consultar Chichimecas



Guachichiles


Los guachichiles eran uno de los seis pueblos que integraban el grupo étnico llamado chichimecas, junto a zacatecos, pames, guamares, caxcanes y tecuexes. El nombre lo recibieron por su costumbre frecuente de pintarse la cabeza de colorado, también los había que se colocaban unos bonetes puntiagudos de cuero colorado que les daban apariencia de gorrión. El término guachichil proviene del náhuatl, Quachíchitl, que significa "gorrión"; "cabeza" viene de quaitl y chichiltic quiere decir "cosa colorada o bermeja". Su territorio se situaba donde actualmente se encuentran los estados mexicanos de San Luis de Potosí, Zacatecas, el sur de Coahuila y parte del norte de Jalisco. Ocuparon todo el Altiplano Potosino, parte de Guanajuato, Jalisco y Zacatecas; la zona se extendía desde el sur, por el río Lerma o Grande, en Michoacán y Guanajuato, hasta las tierras de Comanja y, en los límites con la zona de Ríoverde, el lindero subía hacia el norte.

El pueblo guachichil era considerado valiente y guerrero, y sobre ellos dejó escrito Gonzalo de las Casas: "Ocupan mucha tierra y así es la más gente de todos los chichimecas y que más daño han hecho. Hay muchas parcialidades y no se conocen bien todas". Fue un pueblo rebelde que no se dejó conquistar fácilmente, para ello los españoles tuvieron que utilizar a los tlaxcaltecas, introduciéndolos en su territorio para civilizarlos y cristianizarlos, pues se le consideraba un pueblo salvaje. En la actualidad se le tiene por extintos, aunque en el estado de Coahuila, en el municipio de Arteaga, cerca de Saltillo y por la carretera 57 rumbo a Matehuala, San Luis de Potosí, existe una población con el nombre de El Huachichil, donde se dice quedaron asentados los últimos indios guachichiles; una zona boscosa donde abunda la caza y los llamados frutos regionales, tales como los dátiles, flor de palma, cabuches, nopales, etc. Por este detalle histórico a los pobladores actuales se les puede considerar como descendientes de los antiguos guachichiles.

Los guachichiles se sentían como los hijos del viento, hasta tal punto que no utilizaban tumbas o cementerios para enterrar a sus muertos. Las cenizas de sus difuntos las recogían en una bolsa de gamuza fajada a la cintura; las cenizas que no pertenecían a sus seres allegados, a excepción de los nervios de la espalda que la utilizaban para atar el pedernal a la flecha y algunos huesecillos como trofeo, las lanzaban al aire. Pensaban que polvo eran y al polvo volvían. No entendían de altares ni adoraban a ídolos o dioses, lo más religioso que se podría entender eran las exclamaciones que lanzaban al cielo mirando a las estrellas, para librarse de los rayos y los truenos u otras fuerzas sobrenaturales.

Como decía anteriormente, los guachichiles no fueron presa fácil para los extranjeros que invadieron sus tierras y modo de vida, su rebeldía fue la causa, entre otras, por la que sufrieron una de las más extensas y cruentas persecuciones que sufrieron los nativos indígenas. Fue a partir de 1550, cuando se comenzaron a dar los asaltos a los nuevos habitantes llegados del exterior, junto a los guamares y otros pueblos chichimecas, motivo por el que el Virrey Don Luis II de Velasco comisionó a Herrera para castigarlos.

El 4 de marzo de 1592, Pedro de Anda fundó el Real del Cerro de San Pedro y Minas del Potosí, pero ante la falta de agua para el consumo humano en el lugar hubo de buscarse en los territorios próximos y se encontró al este de la mesa del Anáhuac, donde los españoles se asentaron. Para este asentamiento fueron removidos de sus territorios a los grupos nativos, guachichiles y tlaxcaltecas. Estos últimos pronto comenzaron a manifestarse hostilmente contra sus vecinos indígenas apoyados por los españoles, lo que originó la distribución de la comunidad de San Luis de Potosí bien diferenciada entre guachichiles, tlaxcaltecas, tarascos, zacatecas, chichimecas, chichimecas-pames de Santa María del Río, otomies y españoles extremeños cuando la procedencia era incierta.

La ciudad de San Luis de Potosí nació de la riqueza minera existente, en noviembre de 1592, fundada cuando el indio guachichil de nombre Moquamalto se rindió ante fray Diego de la Magdalena y el capitán Miguel Caldera, en lo que hoy se conoce como Plaza de los Fundadores. A la riqueza de lo que el oro significaba acudieron foráneos de otros muchos lugares y culturas, lo que propició una ciudad multiétnica y multicultural, originando así un verdadero crisol de mestizaje único, no sólo en México si no en toda Latinoamérica.


*Consultar Chichimecas