Aguacatecos


Para comenzar habría que hacerlo diciendo que los aguacatecos, o awakatekos, no se autonombran de esta manera tal y como se les conoce, esta denominación se refiere a Aguacatán como municipio y utilizado por voces españolas, que significa "lugar de abundantes aguacates". Los indígenas aguacatecos se autodenominan qatanum, que quiere decir "nuestra gente" en aguacateco, que entre ellos se llama qa'yol, "nuestra palabra". Es el idioma por el que se comunican y se entienden estos 31.000 individuos, aproximadamente, que componen la comunidad indígena aguacateca, asentada principalmente en Aguacatán, municipio del departamento Guatemalteco de Huehuetenango; aunque también se pueden localizar algunas minorías en Chiapas y Veracruz, en territorio mexicano. Esta etnia de origen maya, por su cercanía territorial, está bien relacionados con los chalchitecos, los ixil y los mam.

En relación con su historia, el pueblo aguacateco está documentado, reflejado en documentos históricos, desde 1643, año en el que el dominico irlandés Tomás Gage, y durante una expedición misionera, dio fe de su existencia, lo evidenció en sus crónicas junto al cultivo de uvas que desarrollaban los indígenas del lugar. No obstante, los arqueólogos han sacado a la luz recientemente restos aguacatecos de la época prehispánica, en Chalchitán, poblado originalmente conocido como Coacutec, por sus orígenes nahuas, lo que evidencia que este pueblo tiene como tal un largo recorrido por la historia. A finales del siglo XIX, en 1891, Chalchitán fue anexorado como barrio al municipio de Aguacatán, lo que estableció relaciones sociales más pronunciadas entre las dos etnias, los aguacatecos y los chalchitecos. Francisco de Fuentes y Guzmán, en su obra "Recordación Florida", dice que en Aguacatán y Chalchitán habitaban alrededor de 480 pobladores, que hablaban un idioma con pronunciación gutural, lo que significa que el sonido emitido era pronunciado con la garganta, tocando el dorso de la lengua con la parte posterior del velo del paladar, o acercándose a él formando una estrechez por la que pasa el aire respirado. La ALMG, Academia de Lenguas Mayas de Guatemala, realizó una asamblea en diciembre de 1999, en la que instaló la Junta Directiva de la Comunidad Lingüística Awakateka con más de 75 miembros, y aunque los principios no fueron fáciles, con el tiempo y esfuerzo los miembros se han ido multiplicándose desde entonces.

El pueblo aguacateco es agrícola principalmente y el ajo y la cebolla sus productos estrella, y aunque la dedicación pastoril es importante para la producción de lana, y los tejidos artesanales que de ella se obtienen, no es lo suficiente para retener a muchos emigrantes de esta etnia, que buscan lejos de sus fronteras, sureste de México y Estados Unidos, la oportunidad para desempeñar las labores que mejor saben hacer, las relacionadas con la agricultura.
En cuestiones religiosas, la aportación que encontré es más extensa que la realidad productiva, lo que les obliga a estar más a expensas de lo que sus dioses le socorran que a lo que la tierra les dé. De todas maneras sus costumbres no están muy alejadas de otras etnias cercanas, en su caso, los aguacatecos, actualmente tienen una religión mezcla del catolicismo, de otras religiones protestantes y de elementos nativos y de adoración de los antepasados, lo que dice que sus costumbres no fueron olvidadas con el tiempo y lo prehispánico aún se halla entre sus hábitos cotidianos. Perduran sus dioses con rasgos naturales, como montañas o primaveras, que son sitios para sus dueños sobrenaturales, y los cuerpos celestes son dioses representados de esta manera; el culto a los muertos y la adoración de los antepasados continua siendo una tradición para los aguacatecos, aunque también hay que resaltar que en proceso de desaparición. La influencia activa de padres y abuelos difuntos continua ejerciendo un papel importante en el desarrollo de la vida del aguacateco, a los que se suponen ayudan más allá de la tumba si estos han residido armoniosamente, o castigan si ocurre la animosidad o celosía, por lo que se puede decir que la muerte forma parte de la vida en esta comunidad indígena.

Los chamanes desarrollan un papel muy importante dentro de la comunidad, pues lo mismo ejercen de intermediarios o mediadores entre los vivos y los muertos, que de médicos, o se encargan de realizar las ceremonias o ritos. Son los que hacen preguntas directamente a los difuntos antepasados y comunican a sus familiares las decisiones desde ultratumba, lo que se interpreta que la importancia de los chamanes en los consejos que dicten marca el desarrollo de las vidas de los individuos. La limpieza espiritual es seguida a la comunicación entre ambos mundos, que se lleva a cabo por parte del chaman, con la dispersión de frijoles sobre la tierra y recogiéndolos, al tiempo que se recitan los días de la semana del antiguo calendario maya. Entre sus ceremonias más propias estaban los festivales regulares, anterior a 1960, llamados K'ej, que significa fiestas. Duraban siete días y durante este tiempo se hacían desfiles, había música, bailes y mucha bebida. En este tiempo de fiesta los chamanes llevaban a cabo distintas ceremonias y ritos. Eran tres los grupos de baile ritual, dos de ellos orientales, Tz'Unum y Muztec, y uno occidental, Moros. En los bailes las obligaciones eran heredadas, de padre a hijo y de madre a hija; los rituales menores fueron los deberes de ciertas familias.

También en la curación y las enfermedades juegan un papel relevante los difuntos, que son capaces de curar por mediación de los chamanes, alquilados para llevar a cabo esta tarea, u otras de parecida labor, como son en el consejo. Una fusión entre medicina y moralidad, lo que deduce que en manos del individuo y su comportamiento está la posible cura de sus males físicos. La creencia de los aguacatecos no concibe un cielo o un infierno después de la muerte, si no que lo suponen como un lugar, o estado, donde los muertos están activos. Esta creencia entre los aguacatecos llegó a tener tanto arraigo a sus antepasados fallecidos que muchas vidas fueron consumidas por la adoración a estos familiares muertos.

Pero esta tradición a los antepasados fue suplantada por otras religiones en la década de los 50 del siglo pasado, cuando los misioneros católicos y protestantes llegaron a Aguacatán, y convencieron a los indígenas de las bondades de sus religiones, otras alternativas a sus creencias religiosas. Lo que destruyó la unidad en cada grupo etnico, unos fueron convertidos y otros continuaron conservando la práctica tradicional.








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Achires y Guasaves

De los achires y guasaves, o tamazules, es poco lo que se conoce. Los montículos de conchas y depósitos de restos marinos que se encuentran, sobre todo en las zonas costeras de la región de Guasave, es de las pocas pruebas de su existencia que nos quedan. Sin embargo, a pesar de su incultura aparente, en las cuevas existentes en la bahía de Navachiste podemos encontrar reflejado en sus paredes la expresión que dejaron plasmada, los sentimientos de admiración por la naturaleza. En ellas nos dejaron pintadas las figuras alusivas a fenómenos naturales, al sol, al hombre y algunos animales. Tantos unos como otros se perdieron sin apenas dejar testimonio de sus existencias, aunque se cree que se fueron mezclando e incorporando a otros grupos más desarrollados.

Los dos grupos eran nómadas, vivían a la intemperie y no conocían la agricultura. Y su lenguaje no pertenecía a ningún otro grupo indígena del estado mexicano de Sinaloa. Los achires habitaron en la zona costera de los municipios de Angostura, Navolato, Elota y parte de San Ignacio; aunque la desembocadura de los ríos Culiacán, San Lorenzo y las playas cercanas al río Elota, también se pueden considerar parte de su territorio. Fueron un grupo aguerrido cuando se trataba de defender sus propiedades, pero también se le tiene por un pueblo pacífico y afable, tuvieron disputas con otros grupos vecinos, los Tahues y Acaxees, especialmente por la sal, pues ellos eran los dueños del territorio donde se situaban las salinas. Tanto unos como otros siempre salieron derrotados por los achires, pues eran buenos en el manejo del arco y las flechas.

Por parte de los guasaves o tamazules no se aprecian diferencias evidentes en su comportamiento y costumbres con respecto a los achires, quizás porque no es mucho lo que se puede comparar entre los dos grupos étnicos. Habitaban al norte de los achires, en la región costera del municipio de Guasave y un poco en la parte norte del municipio de Angostura. Al igual que sus vecinos del sur basaban su alimentación en la pesca, en el pescado, almejas y otros mariscos, que extraían de las marismas y esteros por donde vagaban; en las iguanas, culebras y ratas, que cazaban en el campo, y de raíces de camotes y sayas, así como de otros frutos silvestres que recolectaban, guayabas, pitahayas, guamúchiles, papachis, etc.

Su estatura, elevada, y superior a la de cualquier otro grupo de indígenas, fue una peculiaridad que sorprendió a los españoles, y aunque no cosechaban el algodón o el maguey, como otros grupos, sí desarrollaron gran habilidad para el tejido de petates, con lo que se protegían de las inclemencias del sol y les servían como lecho. Sabían tejer la paja y el tule para fabricar cestos y pequeñas balsas para navegar en las inmediaciones del litoral, por donde deambulaban en bandas integradas por individuos emparentados. Entre ellos no existía estratificación social alguna, aunque a los adultos y mayores le reconocían cierta autoridad. Su religiosidad era simple, semejante a la de los cahitas, que creían en un ser superior y lo personalizaban en las fuerzas naturales, el viento, el mar, el rayo, la tierra y el agua, a las que ofrendaban para pedir buena pesca y copiosas recolecciones de frutos de la tierra; los chamanes curanderos también ocupaban un papel importante dentro del grupo étnico.

Como expongo al principio, no son muchas las referencias que quedan de estos dos pueblos indígenas ya desaparecidos, y al igual que en otras ocasiones, decidí incluirlos a los dos, a los achires y los guasaves o tamazules, por su cercanía, tanto en territorio como en costumbres, porque sería casi calcar lo dicho de uno en el apartado correspondiente al otro. Para dar fin a esta mirada por estos grupos étnicos incluiré una referencia que sobre los achires hace Luís Navarro García en su libro Sonora y Sinaloa en el siglo XVII. "Un cuarto de legua más abajo de la villa de Culiacán, se une al Tamazula el río de Humaya, y de la junta se forma un poderoso brazo de agua que va a meterse en el mar catorce leguas adelante, en la llamada provincia de los achires. La tierra de los achires tenía su principio en el pueblo de Guachimeto: de aquí al mar había diez leguas de despoblado, "y en ella anda una nación de indios desnudos que llaman achires, que ni tienen población, ni siembran, ni cogen, porque toda su ocupación y contratación es en la pesca del mar que hacen en el puerto de Guayabal". De los achires no volvemos a saber hasta 1672, fecha en la que, tras haber estado reducidos a pueblo en alguna de las misiones jesuíticas de la vecina provincia de Sinaloa, se habían vuelto a sus marismas y pesquerías".







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Achíes



La historia cuenta que el último lugar que quedaba por conquistar, por los españoles, en el territorio que hoy se conoce por Guatemala, era Tezulutlán o "Tierra de fuego", y que para reducirlos o conquistarlos se llevó a cabo la imposición religiosa, lo que podíamos llamar el "plan B", entre las formas de reducir a los pueblos que se iban encontrando a cada paso por la nueva tierra para los europeos, no sólo españoles. Por supuesto que sobre el "plan A" no hay mucho que explicar, se trataba de doblegar a los indígenas por medio de la fuerza y seguidamente era la religión, la encargada de derrumbar toda la estructura social y cultural de los pueblos, para erigir sobre ellos las nuevas imposiciones culturales. Para ello, para implantar la nueva religión, fueron los dominicos los primeros religiosos en pisar las tierras arrebatadas a los indígenas y al frente del "batallón" religioso iba ni más ni menos que un peso pesado dentro de los frailes, Fray Bartolomé de las Casas, a quien se le encomendó la ardua tarea de reducir a los pobladores y convertirlos al cristianismo, claro que, no fue tarea fácil, aún hoy se ven entremezcladas las religiones en cada pueblo conquistado, se impuso el cristianismo pero no se consiguió erradicar lo prehispánico.

Los achíes son un grupo étnico de origen maya, asentados en el departamento guatemalteco de Baja Verapaz, en los municipios de Cubulco, Rabinal, San Miguel, Salamá, San Jerónimo, Purulhá y parte de El Chol y Granados. Sus idiomas son el Achí y el Español, este último minoritariamente, pero la ausencia de escuelas bilingües en la zona hace que por encima de todo prevalezca el analfabetismo. Otros grupos étnicos de la región con los que los achíes están relacionados son los Quiché, Pocomchí y Cakchiquel. Las tradiciones y costumbres achíes se han conservado gracias al empeño de los mayores por transmitirlas oralmente a los más jóvenes, una labor nada fácil y digna de reconocimiento, por los obstáculos que se alzan cuando se trata de protegerlas ante costumbres foráneas y generalizadas. Aún así, nada es igual a la época precolombina, el antropólogo holandés Ruud van Akkeren, en una entrevista sobre etnias mayas, afirmó que: Los achíes del siglo XVI no eran los achíes de hoy; lo mismo pasa con los keqchíes o los quichés, sólo por mencionar algunos grupos. Estos pueblos tienen derecho a conocer su historia.

De las referencias más antiguas que se conocen sobre los achíes, sobre Cubulco, se encuentran en el Titulo Real de don Francisco Izquin Ahpalotz y Nehaib, escrito en 1558. "Los pueblos principales y los cabezas de capul, acompañaron al cacique cuando entró entre los indígenas de la costa, los achíes, que se hacían llamar el pueblo y sitio de Xetulul. Era mediodía cuando empezaron a pelear entre ellos, ganando tierras y pueblos sin matar a ninguno, sólo atormentandolos. Cuando los achíes se rindieron, dieron tributos de pescado, camarón; como presente, le ofrecieron cacao y mucho pataxte al cacique principal Don Francisco Izquin Ahpalotz y Nehaib, dándole validez como rey y obedeciéndole como tributarios; los achíes le entregaron los ríos Zamalá, Ucuz, Nil y Xab. Éstos servían de mucho provecho al cacique Don Quicab, pues generaban pescado, camarón, tortugas e iguanas.

La tradición oral, como expongo anteriormente, es importantísima en el mantenimiento y conservación de la cultura achí, existen varios tipos de narradores orales en las tradiciones de esta etnia, apreciados por su legendaria sabiduría. Los hay especializados y que han hecho de la narración su oficio, que saben transmitir la memoria histórica de su pueblo, que saben dar consejos al respecto y que son verdaderos guardianes de las costumbres y tradiciones. A éstos se les conocen con el nombre de Anciano Mayordomo o Ajtzij entre los achíes. El otro tipo de narrador se le conoce por ocasional, que no es tan magistral como los anteriores, pero que no por eso pierden gran parte de su sabiduría. Las leyendas narradas por los Ajtzij en los rituales, se hacen en cerros y adoratorios sagrados, rememorando su historia mítica, que para los achíes de Rabinal es verdadera.

Pero de todos cuantos tesoros poseen los achíes, quizás, el más importante sea el Rabinal Achí, una obra literaria representativa de la cultura maya prehispánica. Declarada Obra Maestra de la tradición Oral e Intangible de la Humanidad, por la UNESCO en el 2005. Su nombre original en maya es Xajooj Tun, que significa Danza del Tun (tambor). Un etnodrama dinástico de los Maya Kek' que data del siglo XV, un raro ejemplo de las tradiciones prehispánicas. En la obra están mezclados mitos del origen del pueblo Quiché y las relaciones político-sociales de Rabinal, expresados por medio de mascaras, música, teatro y danza. Sobrevivió en la clandestinidad desde 1625 a 1856, hasta que lo tradujo, según la narración en Achí de Bartolo Sis, el sacerdote francés Carles Étienne Brasseur de Bourbourg.

No obstante, la realidad de los cerca de 220.000 individuos que componen la comunidad achí (aproximadamente) es bien distinta a como pintan las tradiciones. Sus actividades productivas se basan en la agricultura y la artesanía. Sus tierras son generosas y productivas, y ya en tiempos de la colonia, San Jerónimo era conocido por ser el lugar donde se hallaban las mejores haciendas y viñedos de los dominicos, de donde salía el mejor vino del Reino de Guatemala; y en Rabinal, hoy por hoy, se crían las mejores naranjas y más dulces del país. También en Rabinal se encuentra uno de los mercados de artesanía más conocidos por su tradición; en morro (jícaras, alcancías, chinchines y guacales), en barro, maguey, mimbre, en madera (chinchines, maracas, matracas, guitarras y violines), en metal, cuero, cerería, productos de palma... En el valle de Zamaneb, Rabinal siempre fue un importante paso de comercio, ya lo decía el padre Narciso Teletor en 1955. Se comercian, además de naranjas, textiles, pinol, boxboles, atoles... hasta bestias de carga, para su fiesta de enero.






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Acaxees y Xiximes


Los acaxees y los xiximes, para quienes desconozcan su existencia en otro tiempo, son dos pueblos que habitaron en los puntos más altos de la Sierra Madre Occidental, a la que los españoles colonizadores llamaron Sierra de Topia, enmarcada actualmente entre el este del municipio de Sinaloa y noroeste de Durango, México; aunque el territorio xixime se extendía hasta Escuinapa, al sur del Estado de Sinaloa. No es de extrañar que antropológicamente se clasifiquen a acaxees y xiximes como pueblos aborígenes del Estado de Durango, clasificación correcta si observamos que los territorios que ocuparon están dentro de dicho estado, pues sólo los extremos territoriales se adentraban en Sinaloa. Fueron dos grupos que, aunque distintos, por su cercanía geográfica y la similitud en sus costumbres, los enmarcaré dentro del mismo capítulo. De todas maneras, esto no quiere decir que su relación fuera cordial, todo lo contrario, sus semejanzas culturales no es sinónimo de buena convivencia, pues fueron enemigos irreconciliables y estuvieron luchando siempre entre sí. Los dos pueblos compartían formas de vida muy similares e incluso hablaban el mismo idioma, adaptados a las ásperas dificultades del terreno que los obligaba a dividirse en comunidades, diseminados en un territorio extenso.

Estas comunidades o grupos, a las que los antropólogos llaman familia extendida, se formaban a raíz de una pareja de progenitores que, con el tiempo, se iban ampliando con otros actores añadidos, hijos, nueras, yernos, nietos, sobrinos... Los grupos consanguíneos eran independientes, autónomos, ninguna autoridad exterior influía en su desarrollo como comunidad, salvo en ocasiones especiales en las que se concentraban bajo las ordenes de un caudillo cuando surgían enfrentamientos belicosos o guerras. Se trataban de dos pueblos militaristas, sedentarios y conocedores de la agricultura, sin embargo, lo montañoso del terreno los forzaba a poner sus miras en la caza y la pesca de los ríos y lagunas cercanas. Fueron dos pueblos que vendieron cara su derrota ante los españoles, enfrentándose y resistiéndose ante los extranjeros castellanos con heroicidad y bravura.

En 1601 y bajo las ordenes de su líder Perico, los acaxees se levantaron contra la dominación española en lo que se ha denominado la Rebelión Acaxee. Fue un enfrentamiento heroico que acabó con el exterminio de los dos pueblos indígenas, unido al padecimiento de las enfermedades que llevaron los invasores desde Europa. En su contra ambos pueblos tienen la sospecha de haber practicado el canibalismo, de los que los cronistas españoles afirmaban que se comían los cuerpos muertos en la batalla y que descarnaban sus cráneos para colgar las calaveras en el exterior de sus habitáculos. La antropofagia era lo que más horrorizaba a los colonizadores, que a decir del cronista no era un rito de los xiximes para celebrar las victorias, como entre los acaxees o los cahitas, sino una forma ordinaria más de alimentación, prefiriendo especialmente a mujeres y niños entre sus presas. Pero eso nunca se pudo comprobar, más bien pudieran ser observaciones inventadas e influenciadas por el miedo a enemigos tan aguerridos, pues entre los aborígenes del noroeste no se han encontrado otro grupo que recurriera a esta costumbre caníbal.

Las cosechas eran reducidas, cortas y escasas, en un territorio tan montañoso como el de la Sierra Madre Occidental, es por esta razón por lo que la supervivencia de estos dos pueblos se apoyaba en la caza y la pesca. Sus cultivos se centraban en pequeñas parcelas en donde el terreno lo permitía y las siembras de maíz, frijoles, calabaza o chile no daban las cosechas necesarias ni suficientes para mantener a la comunidad, que se veían obligados a recolectar frutos silvestres. La fauna de la región era variada y copiosa, por lo que en este aspecto no sufrían carencias, y sus preferencias se volcaban especialmente en el guajolote silvestre, que abundaba en la serranía. No se podría pasar por alto la importancia del maguey en las costumbres de acaxees y xiximes, de él producían fibra de ixtle y obtenían bebidas tras fermentación. Sus vestidos los confeccionaban con gamuzas y mantas de ixtle que decoraban. El pelo largo y trenzado era generalizado en hombres y mujeres, adornado con piedras y plumas de colores. No es de extrañar que, en cuanto a su religiosidad, esta estuviera vinculada a sus formas de subsistencia, a la agricultura, la caza, la pesca y la guerra. Sus casas las construían con madera o piedra y lodo, bien pensadas para conservar el calor en los fríos inviernos, aunque también habitaban las cuevas del entorno.

De todo cuanto impresionó a los cronistas españoles de la época fue la celebración de las victorias, en los enfrentamientos belicosos, embriagándose colectivamente; así como el juego de pelota, en el que competían distintos grupos o comunidades entre sí. De mediana estatura, cuerpo bien formado y de tez morena clara, de esta manera describieron los españoles a acaxees y xiximes, afables en el trato, liberales y generosos a la hora de compartir alimentos, incluso con extraños. El arco y las flechas lo usaban con destreza y maestría, al igual que la lanza arrojadiza, la macana, o una hachuela de madera y filos de obsidiana. Un cronista jesuita dejó escrito: "Era la nación Xixime la más brava, inhumana y rebelde de cuantas poblaban el grueso de esta sierra y que habitaban en los puertos más empinados y dificultosos de ella; tenían lo ya experimentado, así los indios acaxees sus vecinos, como los españoles de todos aquellos reales de minas en el interior de la sierra.







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Acatecos



El origen étnico de los acatecos es maya, al igual que los achís, aguacatecos, chalchitecos, lacandones, quichés o zutuhiles. Geográficamente se podrían señalar en el mapa en San Miguel Acatán, en el departamento guatemalteco de Huehuetenango, aunque su presencia también se halla en otros territorios pertenecientes al vecino país mexicano, en Chiapas, en el término municipal de La Trinitaria. Estas comunidades acatecas son La Gloria, Nueva Libertad y San Francisco Natsi. La relación con otros grupos étnicos como Chuj, Kanjobal o Mam, es muy directa debida a la cercanía geográfica que los acoge y por tanto por las influencias ejercidas de unos y otros entre sí. Con respecto al idioma, el español bien podríamos catalogarlo de minorías, pues entre el pueblo acateco predomina su idioma propio, el acateco, así como su religión, que aún habiéndose hecho fuerte el catolicismo, como en todos los rincones del continente americano a donde llegaron los colonizadores religiosos, no consiguió erradicar del todo sus creencias ancestrales acatecas, lo que acabó transformándose en una fusión de ritos y deidades, de santos y celebraciones.

Los acatecos han sufrido distintos éxodos o periodos de emigración en su historia contemporánea y están catalogadas en dos: Migración Interna y Migración Externa. La primera de ellas tiene distintas razones por las que se decidieron a emigrar a otros territorios cercanos dentro del mismo país, de Guatemala, las económicas y las guerras internas son las causantes de estos desplazamientos forzosos, por ejemplo a San Antonio Huista, donde podemos encontrar miembros de la etnia acateca así como de los mam. La segunda, la Emigración Externa, es propiciada especialmente por los enfrentamientos armados guatemaltecos en los años 80, los chuj emigraron y la influencia cercana, pues colindan las dos etnias, llevó a los acatecos a emigrar aún en mayor medida, a México e incluso a Estados Unidos, e involucrándose más que sus vecinos en la guerrilla. Cuando regresó la paz a la zona también lo hicieron muchos de ellos, eso sí, ya con nuevas costumbres, tradiciones e ideologías adquiridas. Se calculan al rededor de 9.000, los individuos que conforman esta etnia maya.

Los acatecos son doctos, tienen fama con el trato y la forja de los metales, especialmente con el hierro y el cobre. En San Miguel Acatán se transmite el oficio de herrero de padres a hijos y en la comunidad pueden apreciarse en las casas, las plazas y los parques públicos, la belleza de sus rejas, balcones, faroles, lámparas o aldabones; del mismo modo que en San Antonio Huista, donde se especializaron en las campanas y en los animales de cobre. Pero no sólo de la herrería viven los acatecos, también elaboran otras artesanías como la cerámica vidriada , la fibra de maguey e incluso las velas, en Nentón, donde es apreciada su elaboración. La comunidad acateca se coordina para llevar a cabo la creación y comercialización de sus productos artesanos y agrícolas, en especial en la región de la Sierra de los Cuchumatanes, pero de igual manera en el resto de la nación guatemalteca.

La organización social acateca es gerontocrática, los ancianos son los que conservan la autoridad, de la misma forma que la etnia de los ixiles. En la gerontocracia acateca son los principales ancianos los que gobiernan y de ellos dependen que los jóvenes hereden su tierra y su esposa, en una sociedad equilibrada donde los jóvenes ven recompensados su esfuerzos al llegar a viejos, pues al igual que ellos, otros jóvenes en el futuro trabajarán para los ancianos. Los acatecos son un pueblo alegre y también religioso, que a lo largo del año celebra sus fiestas con esa mezcla que los hace únicos, especiales en todo caso, mezcla de lo católico y lo prehispánico, y no siempre está presente el licor o los bailes. Las deidades más veneradas son los cuatro ángeles que cuidan los cuatro cuartos del mundo, que proporcionan las lluvias bienhechoras y los espíritus difuntos. Sus santos patrones son cinco, la Virgen de la Concepción, el Cristo de Esquipulas, san Miguel Arcángel, san Rafael Arcángel y san Sebastián. Las leyendas animistas de desaparecidos y almas en pena son tradiciones que comparten con otras etnias mayas y sus músicas son producidas por las marimbas, tambores, chirimías, que suenan para que los grupos de danzantes del baile del venado, los gracejos, los capitanes y los toros amenicen las fiestas. Entre sus celebraciones y ceremonias principales están las de El cargador del año, Ceremonia para la lluvia, Corpus, Sacrificios de los Alcaldes Rezadores, Sacrificio (IIya'), Sitio sagrado, San Gaspar, Viernes Santo, Fiesta de San Miguel, la Navidad y el Año Nuevo.

Son tres las formas de matrimonio tradicional que poseen los acatecos, aunque también existen las uniones legales, los registrados en el juzgado y que son los únicos que reconoce el gobierno guatemalteco, aún así, el que domina es el tradicional que posee importancia social. Una de estas tres formas matrimoniales es el arreglado por los padres y que recibe más respeto por parte de los mayas. El procedimiento, más o menos, viene a ser así: un padre escoge la novia para su hijo y, aunque por lo general se le suele consultar al hijo anteriormente, puede formalizar la petición sin el consentimiento del muchacho, acordando el precio a pagar por la novia con el padre de ella. La mayoría de las veces estos procesos de petición comienzan cuando el hijo indica cual es la muchacha con la que le gustaría casarse.

La segunda forma de casamiento es la de matrimonio por servicio. Se siguen los mismos pasos que en las uniones arregladas por los padres, pero en este caso no es el padre el que hace de intermediario para la petición, sino un hermano mayor del novio, tío o amigo. Estos matrimonios de servicio suelen darse cuando los padres han fallecido, se han separado o no quieren asumir la carga por el precio de la novia, entonces se arreglan bajo dos condiciones: la primera que el novio habite en casa de la novia y la segunda que trabaje para la familia de ella durante un periodo de tiempo, cinco o seis meses. Cuando se acuerda el matrimonio, él se dirige a casa de ella en compañía de parientes o amigos y, sin celebración alguna, pasa a ser miembro de la familia.

Y por último, la tercera forma de contraer matrimonio es la fuga, la que parece ser la menos indicada para todas las partes, salvo para los novios, que normalmente huyen a cualquier finca cafetalera para regresar al poco tiempo y continuar viviendo en pareja. Supongo que esta posibilidad es la escogida cuando no hay más remedio y que, lejos de acatar las tradiciones o costumbres, se saltan cualquier formalismo por tal de llevar a cabo sus deseos sentimentales.







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